viernes. 29.03.2024
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Pedro Teixeira Albernaz_(1656) Madrid

 

Una ciudad es sus ciudadanos. Se trata de una sentencia conocida de algún urbanista conocido. Como toda frase, es sintética. Lanza un mensaje que lógicamente esconde una complejidad que es directamente proporcional a la complejidad de cada ciudad,  a su evolución histórica y a sus circunstancias actuales. A pesar de ello las sentencias, si son acertadas, siempre destacan un aspecto significativo, incluso definitorio.

Pero vamos a partir de la frase, con las matizaciones arriba indicadas y algunas más, para comenzar a analizar qué es hoy Madrid. Sin retrotraernos a la Prehistoria, si es conveniente hacer referencia a algunos factores que nos ayudarán a contestar la pregunta de nuestro interés, con toda la complejidad que tiene la respuesta.

Atendiendo a la interrelación entre ciudad y ciudadanos, a la que hace referencia nuestra plagiada sentencia, que da protagonismo a los ciudadanos para explicar lo que es la ciudad, los datos que nos proporcionan las estadísticas oficiales nos indican cambios muy significativos en crecimientos demográficos y también cambios cualitativos en la composición del origen territorial de nacimiento, del origen social, cultural, económico, religioso, profesional, familiar, ideológico, etc. Todo ello en los últimos 80 años. Hay aspectos diferenciales respecto de otras ciudades conocidas. Al parecer, hay relativamente pocos madrileños de más de dos generaciones. Madrid ha sido, y es, una ciudad de inmigrantes.

La aparición de una importante población flotante, de negocios y de turismo es relativamente nueva en Madrid. Aunque era anterior y lo sigue siendo en algunas ciudades europeas y en NY. Incluso en Barcelona, que ha sido siempre una ciudad cosmopolita, aún no perdiendo su identidad histórica. El papel del puerto, del comercio, de la industria, de la cultura, su apertura a Europa, ha facilitado desde hace más tiempo esta posición de Barcelona.

Vengo diciendo hace poco tiempo que Madrid se ha convertido en una ciudad para visitantes. Y a ello se han volcado sus autoridades en los últimos tiempos, más que dedicarse a mejorar las condiciones de sus habitantes que, en gran medida, la sufren. Habrá que tener en cuenta esta población y las políticas municipales dirigidas a ella para contestar en parte la pregunta que nos hemos hecho.

Madrid, Villa y Corte, se crea y desarrolla esencialmente por una decisión Real, a diferencia de la ciudad burguesa que, a partir de los siglos XI-XII, surge y se desarrolla en los ámbitos políticos, económicos, sociales con origen en la actividad comercial, mercantil e industrial de la burguesía naciente. Después de algunas dudas la Monarquía  decide  la ubicación en Madrid, que como en estos temas tiene el asesoramiento de los consejeros correspondientes. Posiblemente el medio ambiente tuvo un papel importante. La sierra del Guadarrama su belleza y virtudes saludables, el monte del Pardo y la Casa de Campo con sus posibilidades cinegéticas, muy queridas para el disfrute de los reyes, sus potencialidades acuíferas, hidrográficas y freáticas. La flora y fauna. Cruce de caminos desde la antigüedad y centro geográfico peninsular que beneficiaba la equidistancia para los correos y las órdenes reales, con una organización radial caminera, que se confirmaría en el siglo XX con la red de carreteras. En aquellos momentos las comunicaciones de informaciones, viajeros y mercancías suponían un problema de tiempo y dificultad para las decisiones de la Monarquía Hispánica. Lejos de fronteras invadibles.

Madrid, sin embargo, “produce” y exporta decisiones políticas de la Monarquía e importa todo lo que necesita, en tanto que déficit interno,  para el consumo de los monarcas, su privanza, la Corte,  la numerosa nobleza palaciega, Consejeros, Ministros, Secretarios, Jerarquías Militares y Eclesiásticas, administradores, funcionarios y sirvientes, así como la elevada población eclesiástica que acompañaba a un régimen especialmente religioso. La tercera parte del espacio construido en el Madrid del XVII estaba ocupado por Conventos y edificios religiosos[1]. La guarnición militar era importante.

Había también numerosos forasteros, peticionarios de concesiones Reales, de favores, que “esperaban” en antecámaras y deambulaban, mientras, solícitos, por los pasillos de la burocracia palatina. A ello se unía una población de mendigos, pedigüeños, hidalgos venidos a menos; y por otro lado criados y otros servicios auxiliares de todas las capas improductivas que rodeaban al poder.

La población productiva de la capital y sus alrededores trabajaban para sí misma y para esa población improductiva económicamente. La producción agrícola, ganadera y artesanal se dirigía a cubrir todas las necesidades de esa elevada población improductiva. La decisión de la localización de la Corte supuso un crecimiento de la población y como consecuencia de la construcción pública, institucional, civil, residencial y religiosa. El granito del Guadarrama y las canteras de piedra de Colmenar de Oreja surtieron de sólidos y nobles materiales de construcción a esta actividad.

La “balanza comercial” era claramente deficitaria, dado el desequilibrio entre población productiva e improductiva. Es más una población de consumo que de producción. La recaudación significativa de impuestos a  través de los Portazgos es una muestra de esta peculiaridad económica y se comprueba en las numerosas Puertas de la capital, iconos actuales de la misma.

El mantenimiento de la capitalidad y de la Monarquía ha seguido y sigue teniendo un peso fundamental en las políticas territoriales de la CM y de sus Municipios, especialmente en el de la capital. Incluso en los cortos períodos republicanos. Los municipios de la región han vivido de los suministros alimenticios que la capital engullía. Con la Ilustración se fundan y se instalan instituciones como las Reales Academias que reservan para la ciudad una función superestructural y de ornamentación para la Monarquía, más que dirigido a los primeros pasos para la industrialización.

De la larga lista de Reales Fabricas, creadas por los Borbones en el XVIII imitando a la Monarquía francesa, la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro, la Real Fábrica de Tapices, la Real Fábrica de Platería Martínez se instalan en Madrid. La Real Fábrica de Cristales de la Granja está en el límite con Segovia, por los bosques de Valsaín, imprescindibles para surtir de leña a los hornos. También la Real Fábrica de Paños Finos de San Fernando[2]. Se trata de bienes de lujo para la sustitución de importaciones, al servicio de la familia Real y la Nobleza.

En todo caso, aquella decisión Real de un lugar que no cumplía con la tradición política, cultural, comercial de ciudades como Toledo, Barcelona, o del Sur, como Córdoba, Granada, salió adelante con carencias que no conviene olvidar. La Monarquía Hispánica, desde ese momento hasta la actualidad, tiene un papel fundamental en el desarrollo de Madrid.

En Madrid se hace la política para un Imperio y se produce económicamente para la Corona y Corte en exclusiva. Madrid “exporta” decisiones políticas. Se importan bienes para consumir por parte de la realeza y sus cortesanos, no para el comercio externo. El Siglo de Oro estalla en Madrid, que como un agujero negro empieza a atraer a los mejores escritores, artistas, e intelectuales del siglo XVII, gracias al centro de un Imperio en el que no se ponía el sol pero que empieza su decadencia.

“Madrid es el centro de un Imperio Planetario, la ciudad albergaba el teatro del ceremonial del poder regio y lo mantuvo con la nueva dinastía francesa”.[3]


[1] Biblioteca digital. Madrid, un libro abierto-H 30. Madrid Conventual.

[2] Para una información más extensa, pero no completa, consultar Jornadas sobre las Reales Fábricas.

Fundación Centro Nacional del Vidrio. Real Fábrica de Cristales. Fundación Caja Madrid. 2004.

[3]Adolfo Carrasco Martínez. Corte, capital y ciudad. La sociedad madrileña del siglo XVIII. 1702-2002 Madrid, tres siglos de una ciudad. Caja Madrid

Madrid, Villa y Corte