viernes. 29.03.2024
NUEVATRIBUNA.ES / ANTONIO SANTO

Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida es la primera obra que publica Rebeca Álvarez Casal del Rey, poeta madrileña (aunque criada a saltos entre Barcelona, Vigo y Segovia), de la mano de Amargord Ediciones. Desde el mismo título se nos presenta uno de los ejes vertebradores de esta colección de poemas, a nivel temático y como herramienta de construcción del lenguaje poético: la ruptura de la relación causa-efecto, lo irracional y a veces terrorífico de asistir a un evento que no parece tener causa conocida o que, más aún, modifica la realidad y el pasado de tal modo que se convierte en consecuencia de sí mismo. El mejor ejemplo de este tema se puede encontrar en el poema Suponiendo la ausencia, que arranca con una cita de Antonio Gamoneda que invierte la escena, sumamente perturbadora, de la mano y la hormiga en la película superrealista Un perro andaluz. Las hormigas son una suerte de fuerza entrópica, de pequeñas y pacientes destructoras irracionales; a lo largo de todo el poema se invierte (las hormigas invierten) la relación entre causa y efecto: la cicatriz precede a la herida; las llagas ocurren antes que el tiempo que las produce; la muerte está antes que la vida y es su origen.

El otro eje es el misterio, que no se encuentra a través de las imágenes creadas, de lo que dicen las palabras, sino precisamente de lo que no dicen, de los huecos que deja el lenguaje entretejido como una suerte de entramado, de verja que separa y protege al lector de lo desconocido que hay más allá. Así, el origen del miedo no se expone a la luz, ni tampoco es exiliado a la oscuridad: es en la penumbra, que insinúa la forma pero no describe, donde encuentra su máxima expresión. El miedo sin origen conocido (una vez más, efecto que precede y determina la causa), esa sensación que dejan en la semivigilia las pesadillas ya olvidadas, planea sobre las páginas del libro. Los poemas de Suponiendo la cicatriz... aciertan en la creación de atmósferas sugerentes y sensualmente siniestras, utilizando herramientas que desautomatizan los clichés del género del terror: véase por ejemplo el poema que abre el libro, Cuervo, en el "de momento el cuervo no es más que un pájaro". Con este acertado verso se rompe, por un lado, las obvias implicaciones del cuervo; por el otro el "de momento" deja una puerta abierta a lo irracional, igual que a veces el sueño más cotidiano se acaba convirtiendo en una absurda pesadilla. De hecho, el bien conseguido ambiente de terror sólo falla momentáneamente cuando la historia en la que se basa es real, concreta y conocida: el poema sobre el conocido monstruo de Amstetten, pese a describir una realidad auténticamente espantosa, pierde efectividad precisamente por ser una historia contada hasta el último detalle. Lo conocido puede provocar repulsa, pero difícilmente miedo.

Suponiendo la cicatriz... está constituido por dos partes bien diferenciadas: La noche de perfil y Antes del aire, la primera una pequeña colección de historias oscuras y la segunda una especie de catábasis, un viaje a los infiernos personal muy ligado a la Metamorfosis de Kafka, con la voz poética convertida en un gusano encerrado en su propia casa en una caída depresiva que parece no llevar a ninguna parte (y sin embargo, la nota optimista está escondida en el mismo título: todo lo contado ocurre "antes del aire"), más A modo de making of, una suerte de epílogo que narra el proceso de nacimiento del libro. Rebeca Álvarez ha compuesto un primer libro interesante, con ideas bien apuntadas y un lenguaje sustantivo más que adjetivo, es decir, más basado en las ideas que en la descripción, más en el ambiente y la imagen de misterio que en llenar de color cada rincón de su pintura. El ritmo pausado (casi elegíaco) del poemario, bien modulado salvo contadísimas excepciones, se adecúa perfectamente al ambiente de tensión y misterio de las historias que lo forman, dándole un tono que recuerda a las terroríficas ensoñaciones de Poe. Sólo breves lapsos de lenguaje más recargado o de epítetos que concretan los sustantivos ralentizan a veces la potencia del golpe de sus imágenes: sus momentos más acertados son, precisamente, los de lenguaje más descarnado, sucio y cruel, cuando no hay ningún adjetivo que dé cuartel al lector. Los ejes sobre los que se sostiene este libro son interesantes y están bien planteados; quizá, incluso, habrían dado para un mayor desarrollo: el libro consta de 29 poemas, selección quizá demasiado breve. Aunque la brevedad no es necesariamente un defecto (¡cuántos libros no acaban naufragando por volver una y otra vez sobre la misma idea!), tanto la buena cocción de los temas como el lenguaje desplegado sugieren que la autora podría haber sacado más jugo de este libro. Pese a estos reparos (ninguno demasiado grave), Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida es un libro atractivo e interesante; recomendamos echar un vistazo a la obra de Rebeca Álvarez y permanecer atentos a sus versos, que seguramente seguirán deparando más de una sorpresa agradablemente siniestra e inquietante.

Los efectos que preceden a las causas