martes. 23.04.2024
credito Sergio Carreon
Foto: Sergio Carreón

La Compañía Nacional de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura de México (INBAL) ha presentado del 11 al 14 de julio en el Festival Internacional de Almagro su montaje El Perro del Hortelano, en una versión dirigida y adaptada por Angélica Rogel. 

En esta divertida adaptación nos trasladamos a un México de mediados del siglo XX que demuestra la capacidad de adaptarse de los textos de Lope de Vega y la universalidad de los sentimientos humanos. Un interesante elenco de actores con una marcada vis cómica que despliegan sobre el escenario sentimientos como el amor, los celos, la venganza y el clasismo.

El acento y la adaptación a la cultura mexicana no diluyen el mensaje de Lope de Vega, sino que lo acentúan, demostrando la maravillosa capacidad de heterodoxia de unos textos que funcionan sin importar el formato, el tiempo o la cultura. Actores desconocidos para el público español como Rodrigo Alonso, Karla Camarillo o Astrid Romo consiguieron llevarnos a su territorio y hacer reír a carcajadas al público que prácticamente completó el aforo de la Antigua Universidad Renacentista (AUREA) de Almagro. Mención aparte merece el trabajo de Fernando Bueno, en el papel de Tristán, digno heredero de la tradición de este personaje icónico de la comedia del Siglo de Oro.

El acento y la adaptación a la cultura mexicana no diluyen el mensaje de Lope de Vega, sino que lo acentúan, demostrando la maravillosa capacidad de heterodoxia de unos textos que funcionan sin importar el formato, el tiempo o la cultura

Un verso que suena fluido, que pierde la rigidez de otros montajes, envuelto en el acento mexicano y que tanto evoca en el público español los melodramas amorosos y las telenovelas de enredos. Por momentos, el verso de Lope parecía ser la quintaesencia destilada de un culebrón de quinientos capítulos. Un montaje que consigue su objetivo de divertir y hacer reír al público sin la fanfarria grandilocuente de otras propuestas. Un montaje aparentemente sencillo y práctico que sin embargo  deja detalles como los bigotitos, los escudos nobiliarios en los uniformes, las incipientes calvas camufladas con la raya lateral o las nunca bien valoradas hombreras que nos transportan a un momento histórico real sin aventuras espacio-atemporales. 

Cofias y jerarquías sociales que traen aromas de tiempos en blanco y negro y evocan en algunos momentos la maravillosa Roma de Cuarón y  acentúan ese drama soterrado de unas clases subalternas que vivían, se casaban y morían bajo el capricho de sus amos y amas, nunca más caprichosas, nunca más señoritas que la Diana que ayer se puso el cuerpo de Astrid Romo. Un mundo cruel que se nos revela con toda su crudeza cuando lo acercamos al presente. 

Como hemos visto en El Castigo sin Venganza de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, representada estos mismos días en el Festival de Almagro, en cuestión de tragedias “Cuando Lope quiere, quiere”. Pero si de comedias hablamos, las risas convierten a Lope en un autor aún más trágico y profundo. Otra cosa es que la carcajada nos oculte del drama.

Lope o la maravillosa heterodoxia de los clásicos