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NUEVATRIBUNA.ES - 13.7.2009

...No hubo un gran espectáculo de luces y sonido. No se apagaron las luces de golpe y un gran relámpago rompió la oscuridad. No fue como nada nacido de la mente imaginativa de George Lucas. Porque no lo necesitaban. En absoluto. Todos los autores que protagonizaron la jornada de ayer lo hicieron por méritos propios. Por el millón de horas pasadas frente al folio en blanco, virtual o no, tratando de contarnos una historia, tratando de hacernos entrar en otros mundos. En aquellos que hasta que el primer lector se perdió en ellos sólo existían en sus mentes, como sueños aún no soñados, como promesas de algo mejor.

Mundos futuros, paisajes de terror en otras dimensiones en las que sólo vale lo fuerte que puedas llegar a ser. La tecnología al servicio de las perversiones más ocultas, creando realidades paralelas e imposibles. Casualidades o causalidades reales que tiñen de irrealidad los encuentros. Historias de amor y miedo hacia esos seres llamados zombies que nadie parece saber definir a gusto de todos. Tertulias preparadas que rompen los guiones establecidos y arrancan las risas de los presentes, que van acercándose, al principio tímidamente y luego en masa, a las carpas.

Y, sobre todo, el amor a la palabra escrita. De los autores, del público que hace cola para recoger el libro que ese día se regala, sin importar el autor y la temática, por el simple deseo de tener un volumen en sus manos. Y de los más pequeños, que empiezan a asomarse a la literatura fantástica y que levantan la mano en presentaciones de obras que nadie sabe decir a quién van dirigidas, porque sus deseos de entrar en esos mundos imaginados es tan grande que resulta muy difícil no franquearles la entrada y acompañarles en el viaje.

Fue la jornada de ayer un viaje poblado de criaturas extrañas, de viajes iniciáticos para todos, niños y adultos, lectores y escritores, dibujantes y guionistas, entrevistador y entrevistado. De descubrimiento de talentos ignorados hasta entonces. De regalos generosamente ofrecidos a aquellos que quisieran abrazarlos. Fue ese el trabajo ayer de una de las grandes sorpresas para esta testigo primeriza, José Antonio Cotrina. Que ofrecía su “cosecha de Samhein” con voz ronca y ojos brillantes. Novela oscura que narra un viaje de la luz a la oscuridad, las constantes referencias literarias en su creación (“La historia interminable”, “El señor de las moscas”, “Peter Pan”...) la convierten en una puerta de entrada a todo un género que poco a poco va abandonando su carácter marginal para convertirse en un pilar prioritario de nuestra educación como lectores.

Una transformación de la que la mesa redonda de la noche quiso encargarse en profundidad, al reunir en una misma mesa a 5 autores que mucho y nada en común. Un debate sobre la fantasía y la ciencia ficción que no ofreció soluciones sino preguntas, hilos de los que tirar y puntos desde los que empezar a meditar, porque los escritores de ficción nunca deben ofrecernos respuestas inamovibles, sino posibilidades que enciendan nuestra imaginación y nos obliguen a usar eso que Poirot llamaba “las pequeñas células grises”.

Se acaba así el tiempo dedicado en esta Semana Negra a la fantasía y la ciencia ficción, y deja la puerta abierta para que la historia y sus misterios, enigmas e investigadores, se cuelen a su antojo, a su ritmo, dispuestos a poner patas arriba nuestro mundo y nuestras verdades. Elemental, querido Watson.

Llegados de otro planeta