viernes. 19.04.2024
viña

Algunas palabras son llaves maestras que abren el depósito de los recuerdos cuando menos lo esperas.

En un intercambio de pareceres sobre un asunto de actualidad que no viene a este caso para que no asuma el protagonismo, una entrañable amiga finalizó su intervención de este modo: «es lo que se llama espigueo normativo, que es una práctica muy mal vista por ser rastrera».

La frialdad de una mañana de noviembre ha hecho estremecer mis cansados huesos. La presencia de unas personas al otro lado de la cancilla que separaba La Viña de la trocha que conducía hasta ella se ha colado en mi cuarto de estar madrileño del aquí y ahora. Nunca pregunté el origen del nombre de La Viña, pues la finca era un olivar con algunas encinas, higueras y escasos árboles frutales. Precisamente los olivos fueron los protagonistas.

El Sr. Parra, guardés de mal genio que no mandaba ramitos de violetas a la Sra. Paca, su mujer, ni en noviembre ni en mes alguno, finalizada la conversación con los del lado de la trocha, se aproximó a la vera de nuestra casa donde estábamos mi padre y yo. —¿Quiénes eran? Preguntó mi padre. —Gente de rebusco, ya los he despachado con viento fresco.

Para no ser cansino utilizaré la versión corta. Mi padre, seguido por mí, se encaminó a la vereda. Llamó a los caminantes. Un matrimonio de mediana edad y tres hijos. El mayor mas o menos de nueve años, como yo entonces, y los autorizó a recorrer el olivar a «rebuscar» que, como me explicó mi padre, consistía en hallar las aceitunas olvidadas tras su recogida en verdeo o recolección completa.

A media tarde, con una esportilla mediada de aceitunas, unas taleguillas rellenadas por mi madre con ropas y algunos alimentos y, por supuesto, habiendo comido caliente, el matrimonio y sus tres hijos continuaron por la trocha camino de un rebusco en otro olivar, práctica mal vista en aquellos tiempos por según qué miradas.

El término «espigueo» ha obrado de apertura del recuerdo y, rememorando a la familia, invisibles a la vista de Dios, «arrastrándose» por los suelos en busca de la aceituna escondida, de cierre. En medio los tiempos aquellos y, presidiendo a todo, el aroma a mi padre. Tan inolvidable.

Llaves maestras