jueves. 02.05.2024
Batán de Villava. El salto de agua que describe el Ultzama antes de unirse al Arga, el puente medieval de seis arcos que salva el río, la basílica de origen románico de la Trinidad y el actual albergue de peregrinos del Camino de Santiago, que recupera para el edificio anexo su primitiva finalidad, crean junto al Batán un entorno de indudable interés histórico y paisajístico en la muga entre la Cuenca de Pamplona y los valles prepirenaicos.

Lo que da sentido a testimonios como los del imprescindible compendio Navarra 1936. De la esperanza al terror (Altaffaylla), textos que son enriquecidos con experiencias de nuevas voces año tras año, y a libros actuales no menos interesantes como Las maestras republicanas en el exilio (Carmen de la Guardia, Catarata), da origen a la novela de Amaia Oloriz El llanto de las amapolas, que ahora presenta Txalaparta.

La autora de Villava/Atarrabia, que ya publicó en 2021 El largo sueño de tu nombre, relato centrado en la fuga del Fuerte de San Cristóbal/Ezkaba en 1938 hábilmente ocultada durante décadas por franquistas y demócratas conservadores, recrea en su nuevo libro el verano de 1936 y sus posteriores brutales meses.

¿Qué nos ofrece esta historia de historias? Niños, niñas y mujeres de aquel fatídico año, son las voces esenciales de una narración en las que las vivencias de tales personajes muestran las penurias originadas, a su vez, en el golpe de Estado del 18 de julio de ese 1936. Penurias y más penurias: "Satur no entendía de política, pero intuía que el cura, el médico, el practicante, el veterinario y una larga lista de vecinos a los que el hambre no les preocupaba seguían mandando". En tales circunstancias, la existencia es complicada, realmente cruel en demasiadas ocasiones, y El llanto de las amapolas sirve, además, a su autora de altavoz de episodios históricos cuyo alcance todo el mundo debe conocer:

            "-Fefa, la orden es que bajéis las dos -decía con visible incomodidad el alguacil-, y llevad las armas que tengáis en casa.

            -Leoncio, mi nuera tiene que cuidar de la pequeña, apenas tiene cuatro meses. Diles que iré sola.

            -La orden es que bajéis las dos -insistió Leoncio Arriba-. No los enfades, Fefa, están desatados. -A Fefa Urra su instinto le fallaba pocas veces. Le bastó con mantener durante unos segundos la mirada del alguacil para adivinar que portaba miedo y vergüenza.

            -Voy a ir sola -dijo cuando cerró la puerta de la casa, dejando a su nuera con la palabra en la boca-.

            -No le voy a dejar que baje sola -respondió Dulce Esparza entornando la puerta de su habitación para evitar que sus voces despertaran a Lita".

La nueva novela de Amaia Oloriz está escrita con brío, pues su estilo y su lenguaje añaden un nuevo atractivo a una historia de historias de enorme interés, como lo son, por otro lado, las de sus anteriores novelas. Recordemos, por lo tanto, el pasado más atroz e intentemos mejorar el crudo presente leyendo novelas como El llanto de las amapolas, ocasión inmejorable para experimentar las bondades de la memoria histórica más necesaria, imprescindible todavía en nuestros días.

Amaia Olóriz Rivas. 1962. Villava-Atarrabia (Navarra-Nafarroa)

Al fin y al cabo, son tales bondades las que han beneficiado a la obra de una autora que hubo de autoeditar su primera narración: Búscame, y, gracias a todo ello, podemos ya leer El llanto de las amapolas, un relato que arranca con un homenaje tan merecido como retardado: "La sala abarrotada de público le dio miedo. Hacía muchos años que no lo sentía así, con aquella extrema nitidez. El tiempo había conseguifo aminorar el dolor, aunque había días que sentía la misma conmoción que entonces, cuando el odio y la injusticia desmembraron su familia".

El resto es el relato de las consecuencias de esos odios: los esparcidos a lo largo de distintos territorios por los responsables de la llegada al poder de quienes basarían su política en el miedo y el terror.

El llanto de las amapolas