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Narrativa | JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS | @ibanezsalas
La novena novela del escritor español Juan Tallón, que lleva por título El mejor del mundo (publicada en 2024), va de más a menos. Y va de más a menos principalmente porque lo que la sostiene, su esencia narrativa, lo que se nos cuenta, carece de interés, o, más bien, porque nuestra suspensión de la credulidad (inherente a cualquier lectura) aquí la comenzamos a ejercitar (mal, yo mal) demasiado tarde. Mejor dicho: se nos obliga a ejercitarla demasiado tarde, mediado un libro que hasta ese momento volaba literariamente de una manera ya fabulosa de por sí.
No obstante…
“¿Habrá algo tan excitante, embriagador, bello como firmar un contrato de venta, ganar mucho dinero, advertir cómo te alcanza el secreto resplandor del sueño de una vida? No importa si en algún momento tuvo que hacer algo demasiado terrible para llegar hasta ahí, algo escalofriante, inenarrable, que, de vez en cuando, aun sin querer recuerda, pero se perdona a sí mismo”.
‘El mejor del mundo’, que conste, es el nombre… de un ataúd, y algo más que no alcancé a comprender en toda la historia
‘El mejor del mundo’, que conste, es el nombre… de un ataúd. (Y algo más que no alcancé a comprender en toda la historia de un impetuoso hombre de negocios, que vende eso, ataúdes (fabrica féretros de lujo para un público exclusivo”), y que de repente se ve… No puedo destripar el libro. Lo siento.)
“Al lado del féretro un cartel impreso en letras doradas anuncia con inalcanzable perfección: EL MEJOR DEL MUNDO”.
Ese hombre de negocios, ese empresario (que sabe que el triunfo del marketing es saber decir el primero cosas que no significan nada), se llama, por cierto, Antonio Hitler. ¿Cómo te quedas?
Un Antonio Hitler, dueño de Ataúdes Orense, que ya de chico “empezó a adivinar lo que era el rencor y para qué servía: nada menos que para vivir”. Un Antonio Hitler (seguro de sí mismo, arrogante, ambicioso, resistente, de una fuerza descontrolada) que “había aspirado siempre a ser el que era, y un día lo consiguió”. (Aunque, no destripo gran cosa si lo digo, en un momento dado dejó de serlo.)
Como dice Tallón en los agradecimientos finales de su novela, “nunca hay que perder la oportunidad de complicarse la vida”
Tallón es un escritor de fuste, que conste, un escritor de fuste capaz de escribir siempre bien, a menudo muy bien, con ese aliento casi poético que necesita siempre la buena prosa:
“Sus pisadas sonaron al alejarse de su mesa como las horas de un campanario que no le importan a nadie”.
“La boca le sabe a entierro de perro”.
El narrador de El mejor del mundo asegura que “todo lo que se acaba, y que en algún momento fue parte de la existencia de una persona, se somete a dos destinos posibles”: el que se olvida, “tras un proceso de demolición paulatino que alcanza su perfección cuando nadie recuerda nada”, de manera que aquellos “hechos del pasado se convierten en inexistentes”; y el que “se vuelve relato, anécdota, historia, y se deja prolongar cariñosamente en el tiempo”. Porque es lo que hacemos con lo que recordamos, convertir lo que se acaba en relato cuando no hemos sido capaces de olvidarlo.
Y esa sensación de que “la vida es sólo lo que está pasando”.
Aunque, como dice Tallón en los agradecimientos finales de su novela, “nunca hay que perder la oportunidad de complicarse la vida”.
El mejor del mundo. JUAN TALLÓN. Anagrma. Barcelona, 2024. COMPR ONLINE