sábado. 20.04.2024
Juan_Marse
Juan Marse en 1991 (Imagen: Wikipedia)

En 1962, Juan Marsé era un joven narrador que estaba empezando su carrera literaria. Sin embargo, siguiendo la estela de otros escritores, acometió un proyecto: escribir un libro viajero a partir de la experiencia del recorrido en directo por tierras de Andalucía. Se llamaría Viaje al sur. ¿Que ocurrió con aquel proyecto? De ello escribí en mi blog Letras viajeras en la primavera de 2012. Dejo aquí lo esencial de aquel texto y añado alguna novedad.

No sabía (ni yo ni casi nadie, todo hay que decirlo) que Juan Marsé, el autor de Últimas tardes con Teresa, El embrujo de Shangai o Si te dicen que caí entre otras muchas novelas irrepetibles, se sintió tentado, al comienzo de la década de los 60, por la literatura de viajes. Él, que había construido un mundo mítico con la Barcelona lateral y próxima del Guinardó o del Carmel de la posguerra, pudo sumarse a esa nómina de escritores que en aquellos años utilizaron el viaje como argumento para hacer literatura y para criticar al poder de la dictadura mostrando la miseria en que se vivía en ciertas zonas de España (López Salinas, Juan Goytisolo, Antonio Ferres, Alfonso Grosso, Ramón Carnicer…). Los responsables de Tipos Infames, la conocida librería madrileña, en la primavera de 2012, contaron a un importante diario digital ese maravilloso secreto. Al menos, una historia hasta entonces desconocida.

LECTURA DE UN CAPÍTULOEsta es la historia:

A finales de julio de 1962, Marsé, autor entonces de una sola obra, Encerrados en un solo juguete, firmó un contrato con Ruedo Ibérico, la editorial mítica del exilio español en Francia, en virtud del cual debía escribir y entregar un libro de viajes por Andalucía. Su título inicial sería Viaje al Sur.  Iba a ser un libro innovador, diferente al libro de viajes tal y como se concebía hasta entonces: sería una suerte de collage en el que el texto literario iría acompañado de las noticias periodísticas que recogiera a lo largo del recorrido y de fotografías.

Se nos relata que el escritor barcelonés contó con la ayuda y el apoyo de Antonio Pérez, amigo y colaborador, a su vez, de la editorial Ruedo Ibérico, y del fotógrafo Albert R. Guspi, que años más tarde sería director del Centre Internacional de Fotografia de Barcelona, una institución que marcó un cambio en la fotografía española entre 1978 y 1983, ¿Quedó en mero proyecto? No del todo: el viaje se realizó a lo largo de un mes. Juan Marsé y sus acompañantes visitaron las provincias de Sevilla, Cádiz y Málaga para constatar la distancia que había entre aquel mundo de niños infra alimentados, de jornaleros viviendo en una situación próxima al esclavismo, de pueblos sin urbanizar y sin ningún tipo de servicios, de carreteras achacosas, y las quimeras modernizadoras de los Planes de Desarrollo del Régimen. Los niños descalzos de Ronda, los pescadores de Barbate, las chabolas en la periferia de las ciudades visitadas pasaron a ser fotogramas en blanco y negro y relato de un jovencísimo Marsé. De aquel viaje, quedan los testimonios del propio novelista y de Antonio Perez y un valioso legado de fotografías de Albert R. Guspi, lamentablemente fallecido en 1983.

Los niños descalzos de Ronda, los pescadores de Barbate, las chabolas en la periferia de las ciudades visitadas pasaron a ser fotogramas en blanco y negro y relato de un jovencísimo Marsé.

Marsé, a la vuelta del viaje, redactó el contenido literario del libro. Un año después, en julio de 1963, comunicó a José Martínez, editor de Ruedo Ibérico, la conclusión del trabajo y, tal y como contaban los responsables de Tipos Infames, “tras una breve estancia en Mallorca y resolver sus problemas con el pasaporte, el escritor marcha a París para seleccionar con Martínez las fotos y terminar de pulir la obra”. El escritor barcelonés se aprestaba, así, a incoporarse a una corriente de gran solvencia que en aquellos años sesenta dio como fruto algunos libros memorables: baste recordar Campos de Níjar, de Juan Goytisolo o Caminando por Las Hurdes, de Ferres y Armando López Salinas, o Donde Las Hurdes se llaman Cabrera, de Ramón Carnicer, o Tierra mal bautizada, de  Jesús Torbado, por no hablar de los menos conocidos Viaje por la frontera del Duero o Viaje por la sierra de Ayllón, de Jorge Ferrer Vidal  —por gran parte de ellos y por los paisajes reales que recrean viajo literariamente en mi libro Letras viajeras (Gadir, Madrid, 2016)— , títulos que respondían a una voluntad testimonial de aquellos autores comprometidos en la oposición, clandestina en gran parte, al franquismo. La crónica y el documento, la práctica del “ver, andar y escribir” y la voluntad de contar la otra España, la que no salía en el NO-Do ni en una prensa fuertemente condicionada por la censura, estaban en aquellas obras en las que la literatura se fundía con el paisajismo, la crónica de costumbres y la sociología.

Todo indicaba que el libro, en breve, acabaría en la imprenta. pero la situación económica de la editorial, enormemente difícil, y la presión de la censura franquista, a la sazón dirigida por un joven y autoritario Fraga Iribarne dejarían en la cuneta no pocos proyectos editoriales. Viaje al Sur fue uno de ellos. El proyecto no sólo quedó en la cuneta, sino que el original escrito por Marsé (entonces no había pen-drives, ni disquetes, ni fotocopiadoras) se perdió en algunos de los muchos cambios que vivió Ruedo Ibérico y los lectores viajeros, así como los admiradores de la obra de Marsé, perdimos la oportunidad de conocer otra cara del creador de Pijoaparte. El artículo publicado en mi blog en junio de 2012 concluía del modo siguiente:  “Han pasado sesenta años desde entonces. Quedan las fotografías, los testimonios de quienes todavía viven (Juan Marsé y Antonio Pérez) y la correspondencia del editor. Eso sirve para reconstruir el viaje y su anecdotario, sin duda. Pero no para recuperar, en toda su frescura, el texto del barcelonés. Confiemos en los dioses del mundo literario, o en algún milagro (en literatura todo es posible) para que ese libro perdido aparezca en algún lugar imprevisto el día menos pensado.”

Esa confianza en los dioses del mundo literario que deposité hace ocho años ha sido recompensada. Lo cierto es que no lo esperaba y que desde la publicación del artículo en 2012 había perdido toda pista sobre el libro. Hoy leo en diversos medios algunas confesiones de su editor en Lumen que nos hablan del feliz acontecimiento de su edición y publicación para el próximo mes de septiembre. ­­Andreu Jaume, su editor, nos cuenta, en el diario El País, que, con ayuda de la memoria súbita de Marsé, que recordó el título con que el autor de Ronda de Guinardó quiso inicialmente publicar en Ruedo Ibérico el libro, Andalucía, perdido amor, consiguió localizar el manuscrito en el Instituto de Historia Social de Ámsterdam, “donde dormía desde hacía casi sesenta años, bajo el seudónimo de Manolo Reyes, el verdadero nombre del Pijoaparte”. El autor barcelonés pudo, de ese modo, recobrar de manera íntegra un manuscrito en el en el que había trabajado a la vez que avanzaba en la escritura de la novela que lo proyectaría a la historia de la literatura en castellano del siglo XX: Últimas tardes con Teresa.

Una historia rota hace mucho tiempo, que por fortuna ha sido reconstruida para encontrar un final feliz. Para Juan Marsé y su obra. Y, por supuesto, para sus devotos y lectores.

El libro perdido y hallado en Holanda de Juan Marsé: su viaje al sur en 1962