jueves. 28.03.2024
LECTURAS SUMERGIDAS | REVISTA LITERARIA

La lección de vida de Henry David Thoreau

Por Emma Rodríguez | Henry David Thoreau (Concord, Massachusetts, 1817-1862) lleva tiempo siendo uno de mis mejores compañeros de viaje. Leí una versión reducida de “Walden. La vida en los bosques” de adolescente...

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Henry David Thoreau. Retrato realizado por Benjamin D. Maxham (daguerrotipo) en Junio de 1856.

lecturassumergidas.com |  @lecturass | Por Emma Rodríguez | Henry David Thoreau (Concord, Massachusetts, 1817-1862) lleva tiempo siendo uno de mis mejores compañeros de viaje. Leí una versión reducida de “Walden. La vida en los bosques” de adolescente y me pareció tan reveladora, tan a contracorriente, tan pegada a lo que yo, aún calladamente, pensaba de la realidad, del mundo, de la sociedad -cuyas falsedades e imposturas ya empezaba a atisbar- que, desde entonces, no sólo ha sido una presencia, más o menos constante, en mi trayecto, sino una influencia decisiva, muy intensa, muy interiorizada, en mi manera de mirar, pero también de soñar, de anhelar, de relacionarme con los demás.

Siempre ha estado ahí, pero en los últimos años he regresado a él de una manera más consciente. El azar volvió a ponerme en el camino “Walden” y a partir de ese momento, de su relectura, me he interesado por sus otros escritos, entre los que hoy adquiere especial significado “Desobediencia civil”, el más conocido de sus ensayos reivindicativos, pero no el único en esa dirección. Me alegra profundamente encontrar a Thoreau en las librerías. Me alegra que se siga editando, que siga llegando a nuevas generaciones de lectores, que siga asombrándonos a través de la publicación de textos aun por descubrir. Thoreau escribió mucho -sus “Diarios”, que vieron la luz en 1906, ya póstumamente, ocupaban 16 volúmenes- y me llena de felicidad saber que todavía podré seguir escalando sus montañas; apasionándome por las causas que defendió, tan semejantes a las que ahora yo y tantos otros defendemos; aprendiendo de su mano a cultivar el pensamiento propio, incontaminado…

Leer “Cartas a un buscador de sí mismo”, un volumen publicado por errata naturae, una interesantísima editorial -de las pequeñas, de las valientes- ha sido para mí un auténtico regalo. La correspondencia que cruzó Thoreau con su amigo Harrison G. O. Blake, un aprendiz de la autenticidad, fue una verdadera lección de vida para éste y continúa siéndolo para todos aquellos que no se conformen, que quieran ir más allá de los convencionalismos, que deseen crecer por sí mismos. Pensamientos, reflexiones, consejos, aire fresco, mucho aire fresco, hay en este libro tan iluminador, tan lúcido, tan sabio, que me hace reírme de todos esos manuales de autoayuda que en la mayoría de los casos no son más que construcciones hechas a la medida del sistema, que enseñan a sobrevivir en él sin apenas cuestionarlo.

¿Cuántos Thoreau harían falta hoy? ¿Cuántos filósofos, creadores, hombres y mujeres tan libres como Thoreau, necesitaríamos ahora para contagiar las ideas de cambio hacia un mundo mejor, para seguir avanzando sin miedo?, me he preguntado a raíz de unas recientes encuestas en las que se pone de manifiesto que, pese a la desafección de los ciudadanos por una Europa más preocupada por el mantenimiento de la moneda única que por el bienestar -la felicidad-  de los pueblos, existe el temor a que fuera de las fronteras comunes no haya salidas posibles. Afortunadamente -¡qué consuelo!- nos quedan sus libros, me digo. ¿Qué mejor guía que su obra? Thoreau puede multiplicarse por tantos lectores como le sigan, le descubran y estén dispuestos a avanzar por sus originales, heroicos, senderos del pensamiento…

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