viernes. 29.03.2024
ENRIQUE ESTEVE

Las precuelas son para el verano

Este caluroso agosto el Vaticano, con Benedicto XVI como cabeza de cartel de la precuela más esperada del verano, no ha escatimado recursos para disimular las presumibles flaquezas de su guión, manteniendo eso sí, intacto el espíritu de su franquicia.

Cada verano los cines de medio mundo se pueblan de ‘remakes’, secuelas y precuelas made in Hollywood.

Los estudios de mercado de L.A. estiman que el calor y el relajo propios del periodo estival merman las facultades del público lo suficiente como para que se le cuente por enésima vez la misma historia sin que oponga especial resistencia o manifieste más hastío del estrictamente necesario. De ahí que durante los meses de julio y agosto la cartelera se convierta en un desfile de viejos héroes y villanos empeñados en repetir sus andanzas con un ojo puesto en sus fieles seguidores y otro en potenciales nuevos fieles a los que atraer a sus franquicias. El verano pasado nos revisitaron Freddy Kruegger (Pesadilla en Elm Street. El origen), Hannibal y cia (El Equipo A), el profesor Miyagui (The Karate Kid). Este año, simios asambleados (El origen del planeta de los simios), Conan (Conan el bárbaro) y Benedicto XVI (Jornada Mundial de la Juventud 2011).

El Papa Benedicto XVI

De todas las fórmulas de las que se sirve Hollywood para prolongar hasta la extenuación la vida de sus criaturas, la precuela es quizás la más ingeniosa a la vez que desesperada. Una vez agotado el filón de las secuelas y rodado el enésimo ‘remake’ del titulo fundacional de la franquicia, tan solo queda remitirse al origen de los tiempos. Inventarse las causas, el origen. El por qué. Y explicarlos de modo que los recién llegados puedan ponerse al día y engancharse sin mayor problema a la franquicia de turno, ya sea simiesca, galáctica o pesadillesca. La clave está en hacer del ingreso una experiencia placentera, un bautismo ‘cool’ que deje a los nuevos fieles ávidos de nuevas secuelas, nuevos ‘remakes’ y, pasado un lapso prudencial de tiempo, el justo para lanzar las garras sobre una nueva generación de potenciales adeptos, volver de nuevo al origen, a la eterna causa, con una nueva (y seguramente no la última) precuela.

Deseosa de dar una justificación plausible a las rocambolescas tramas que a lo largo de los años han ido engordando su franquicia, una buena precuela se ve obligada a realizar un despliegue de ingenio para tratar de dar una explicación si no digna, al menos al mismo nivel de exhuberancia narrativa que las tramas de los títulos que la preceden. En caso de no conseguirlo, la precuela deberá ser capaz al menos de conservar el espíritu original de la franquicia, en cuanto a tono, ‘look’, o mediante guiños destinados a sus fieles más incondicionales. Todo ello sin dejar de introducir elementos innovadores, ya sea la superestrella del momento como cabeza de cartel, o los últimos avances en 3D, para disimular el hecho de que, a pesar de todo, los espectadores que acudan en peregrinación a la sala oscura de cine, se acabarán encontrando con la misma historia de siempre.

Será por eso que este caluroso agosto el Vaticano, con Benedicto XVI como cabeza de cartel de la precuela más esperada del verano, no ha escatimado recursos para disimular las presumibles flaquezas de su guión, manteniendo eso sí, intacto el espíritu de su franquicia. Este verano Madrid se llenará de culpa, pero en el parque del Retiro los confesionarios no serán lúgubres celdas de madera bajo húmedos techos abovedados. Serán aerodinámicas estructuras blancas de poliespan con forma de aleta de tiburón a plena luz del sol.

Las precuelas son para el verano