viernes. 29.03.2024
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Jorge Pérez Cebrián

Poesía | JESÚS CÁRDENAS

La alusión o la evocación de otros pasajes es propio de las disciplinas artísticas. Se encarga la poesía de recordarnos otras imágenes, momentos, sensaciones, mediante el empleo de la palabra. Del  mismo modo, podríamos aplicar esta afirmación a nuestra existencia: somos sabiendo lo que fuimos. Ahí mucho detrás de la primera lectura del libro La lumbre del barquero. Su autor, Jorge Pérez Cebrián (Requena, 1996) revela con su palabra el sentido del presente con un anclaje en el pasado. En esta segunda entrega lírica acrisola el pensamiento y el recipiente, la luz y el ritmo de las palabras.

Ya desde su título, el lector se siente atraído por asociaciones reales e imaginarias, que se forman entre lo vivido y lo soñado, como si la verdad fuese un puente entre ambas orillas. Es el amor vivencia y sueño, como lo es su voladura y su ocaso. Esa luz es tan antigua como la palabra. Es en ella donde se sumerge Pérez Cebrián en La lumbre del barquero.

El pensamiento y la oscuridad, el mito y las vivencias, la palabra y su poder evocador; un discurso armónico que alude a una poética reflexiva, a caballo entre nuestro tiempo y el mundo clásico

El libro, publicado por Olé Libros, cuenta con tres partes o secciones más un epílogo. En ellas se percibe una planificación estructural calibrada, tanto es así que se presta a una agrupación en dos bloques de 27 poemas cada uno, así, el primero comprendería las «máscaras» y las «escenas de niños»; y el segundo, «un no lugar» más un después («epílogo»). Este sentido del equilibrio nos evoca el del ser con respecto a nuestro planeta, el número áureo, la Novena Sinfonía de Schubert, El Díscobolo de Mirón, La Primavera de Botticelli o La última cena de Da Vinci.

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La lumbre del barquero cuenta con una proporción que causa asombro y origina belleza en los lectores: el pensamiento y la oscuridad, el mito y las vivencias, la palabra y su poder evocador; un discurso armónico que alude a una poética reflexiva, a caballo entre nuestro tiempo y el mundo clásico, entre el canto y el pensamiento, bisagra de la lírica con la filosofía: la palabra revela la fragilidad de la realidad al contacto con el mito. Ello provoca que «este libro trascienda –en palabras preliminares de José Iniesta– a un lugar poco común donde la vida y el pensamiento, el canto y la filosofía se funden en un noble metal que niega las herrumbres y nos puede dar el sentido».

Para ejemplificar lo dicho citemos una de esas composiciones evocadoras de imágenes, «Después», de la cual espigo unos cuantos de versos: «Y vino el mundo  […] / volvieron, como el rayo al cielo, / las ciudades; / con el íntimo ardor de las saetas, / las palabras». Y más adelante veamos el enigma de vivir en ausencia de un guía, mostrándonos el absoluto desamparo: «Y nadie, nunca, nos había hablado / de los frágiles / y fríos huesos de las aves. / […] tuvimos que aprender a ser humanos». Un camino vertiginoso no exento de ironía, como puede verse representado en «Fábulas».

La búsqueda del centro del ser con respecto al mundo protagoniza la segunda parte en composiciones que remiten a lo arcano, al carácter insondable de la propia poesía, que evocan a Ovidio y a Dylan Thomas, a Hölderlin y a Borges. Como si el futuro se vislumbrara y casi se dejase acariciar, interpretado no como negación sino como punto de partida cognitivo. Así, dirá en «Habla un ángel celoso»: «Nadie conoce el cielo / como aquél que carece / de una palabra que lo arrastre / hasta su boca». Y sugiere su extraño don: «la mano entre tus manos, lo más tuyo, // y el no saber de dónde esta riqueza». Aunque el poeta es sabedor que el lenguaje se ha ido desintegrando como retenemos en la composición «Da capo». Por aquí, la poesía de Pérez Cebrián evoca a la estirpe de la poética del conocimiento, con José Ángel Valente a la cabeza.

Es la tercera parte la más honda de todas. En estos poemas fluyen alusiones o sugerencias que nos conducen a Machado, a la mística, a Pizarnik, a la épica. Uno de esos escritos que nos emocionan porque nos iluminan y nos transportan por la nostalgia al calor de las vivencias con otros libros es, sin duda, el magnífico «Et in patria ego», con sus endecasílabos apoteósicos: «quizás en otra parte –nadie sabe- / nos quede alguna espera para el día: / las más bellas mentiras para el sueño».

En la serie compuesta por «Como un regreso», «Pero no el silencio», «Corredores» y «Terminalias» Pérez Cebrián se muestra habilidoso en la técnica, poniendo a su disposición diferentes recursos, así como su regularidad métrica, que extrapolan estos poemas a distintas canciones. Tras la lectura, las composiciones vuelan y numerosos versos se adentran: «saber lo que ser nada ante el milagro: / el silencio / haciendo de la música algo cierto». Como si el poeta tuviese la intención de que sus poemas fuesen acompañados al compás de unas notas de piano. Como si en el lector latiese un eco, un rumor, un horizonte de lecturas que le obligase a ver, a preguntarse, a reflexionar. Poeta y lectores unidos en La lumbre del barquero por una poesía que se inclina por la evocación, la sugerencia, la alusión.

La lumbre del barquero, de Jorge Pérez Cebrián. Olé Libros, Colección ITES. Valencia, 2021. 76 Páginas. COMPRA ONLINE


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JESÚS CÁRDENAS es poeta, crítico literario y profesor.

La alusión | Sobre "La lumbre del barquero"