sábado. 20.04.2024
Karl Polanyi e Ilona Duczynska. Fuente: Karl Polanyi Institute of Political Economy.

Ahora que el partido mayoritario del gobierno de España, el PSOE, ha reiterado en su reciente 40 Congreso, sus ideales socialdemócratas, puede ser un buen momento para valorar las teorías de uno de los antropólogos más conocidos por sus estudios sobre la socialdemocracia, el mercado y el liberalismo.

Karl Polanyi, nacido en Viena en 1886 de padre húngaro y madre rusa, participó en la Primera Guerra Mundial como oficial de caballería y al terminar la guerra apoyó al gobierno socialdemócrata de Mihály Karolyi que en 1918 lideró la independencia húngara. Estamos por tanto ante un socialdemócrata de primera hora. Tan es así que al año siguiente tuvo que huir de Budapest a Viena porque Bela Kun proclamó la República Soviética de Hungría. Las relaciones entre comunistas y socialdemócratas entonces ya eran malas. A los pocos años en 1933 tuvo que huir de Viena a Londres por el ascenso del fascismo en Austria. Como se puede deducir las relaciones entre los fascistas y los socialdemócratas eran peores.

Desde 1947 fue profesor de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos pero tenía que vivir en Canadá porque a su mujer Ilona Duczynka no la dejaban vivir en el país de la Libertad porque había sido comunista. De nada le valía ser ingeniera, historiadora, periodista y traductora.

Su obra teórica más conocida “La gran transformación Crítica del Liberalismo Económico" fue escrita entre 1940 y 1943 y publicada en 1944 en Estados Unidos, gracias a una beca Rockefeller. La primera edición en castellano tuvo que esperar hasta 1989 publicada por una pequeña editorial española “La piqueta” y ha sido en estos últimos años como consecuencia de la fuerte crisis económica 2007-2015 que ha sido recuperada y alcanzado una cierta audiencia en sus postulados. Algunos expertos economistas como Carlos Manera consideran que Thomas Piketty, especialista en estudios sobre la desigualdad económica​ y la distribución de la renta, bebe en las fuentes de Polanyi.

Si algo caracteriza toda la obra de este autor, es su demoledora crítica de lo que llama “la utopía del libre mercado”. Basado en una batería de estudios antropológicos, sociológicos y económicos de las sociedades humanas parte de la premisa siguiente “Pese a que la institución del mercado fue, desde el final de la Edad de Piedra, un hecho corriente en las sociedades, su papel en la vida económica siempre ha sido secundario”.

Hay que esperar a finales del siglo XVIII y principios del XIX con la abolición de los gremios de oficios y privilegios feudales en la Francia de 1790 y a la desaparición de la Ley de Pobres de Inglaterra en 1834 para que se dieran las condiciones de convertir en mercancía la mano de obra y la tierra, dando paso a un mercado de trabajo libre. Es entonces cuando se cambia de un mercado regulado a los “mercados autorregulados”.

Polanyi escribe después del ascenso de los fascismos en el mundo y en plena Segunda Guerra Mundial. La evolución de la economía mundial entre 1834 y 1933 con la llegada de Hitler al poder en Alemania, y en especial en las últimas décadas le lleva a expresar lo siguiente:

“En todos los países importantes de Europa se redujeron los servicios sociales e intentaron romper la resistencia de los sindicatos mediante el ajuste salarial. Invariablemente la moneda estaba amenazada y se atribuía la responsabilidad de ello a los salarios demasiado elevados y a los presupuestos desequilibrados”.

Algunos malpensados podrían deducir que estas medidas son parecidas a las que se adoptaron a nivel mundial después de la crisis iniciada en 2007 que llevaron al presidente de la patronal española, en aquellas fechas Gerardo Díaz Ferrán, a reclamar un “Paréntesis en la economía de Mercado”

Polanyi se refiere en concreto a las décadas de 1920 y 1930, después de la Primera Guerra Mundial, en vísperas de la expansión nazi y fascista. Considera que el auge del fascismo “es un momento autoritario del capitalismo liberal para llevar a cabo una reforma de la economía de mercado, realizada al precio de la extirpación de todas las instituciones democráticas”.

La continua expansión e imposición de la “utopía del libre mercado” mercantiliza figuras como el trabajo -el esfuerzo de las personas- , la tierra –la naturaleza- y el dinero que no estaba sometida a la ley de la oferta y la demanda e impone como principal misión del Estado mercantilizar al máximo todos los ámbitos de la vida y de la naturaleza. El agua, el aire, la tierra, la luz solar… todo debe ser convertido en mercancía y mercantilizado.

Este sometimiento a la especulación, el lucro y la libre competencia sin reglas lleva en primer lugar a un amplio proceso de destrucción de las comunidades y al final a unas prácticas autoritarias “para poner orden en la economía” mediante “una reeducación destinada a desnaturalizar al individuo y a convertirlo en un ser incapaz de funcionar como un miembro responsable del cuerpo político”.

Las polémicas que mantuvo Polanyi en su juventud vienesa con la Escuela austriaca de economía impulsada por Menger, von Bawerk y von Wieser, sobre el papel del Estado se reproducen en la actualidad en cada debate sobre la regulación de los mercados, la negociación de las condiciones de trabajo y las limitaciones al poder contractual del capital.

El “mercado autorregulado” es totalmente inviable sin una permanente presencia de las Instituciones Democráticas, sin la intervención decidida de los Estados en el impulso de la ciencia, la investigación, el comercio y unas relaciones internacionales pacíficas que jamás las empresas por si solas podrían llevar a cabo.

Partiendo de la base que el Estado "interventor" es necesario y parece existir un consenso generalizado que lo avala, es fundamental tener claro para un partido que se precie de "socialdemócrata" a favor de quien se gobierna y se "interviene".

Crítica del liberalismo económico