viernes. 29.03.2024
Plantilla-Foto-PS-de-LS----
James Salter. Fotografía por Corina Arranz.

lecturassumergidas.com | @lecturass | Emma Rodríguez | Hay ocasiones en las que apetece entrar en un continente literario nuevo, hacer el equipaje y viajar rumbo a un territorio del que hasta ahora sólo conocíamos las impresiones, las referencias, las imágenes de otros. Hay ocasiones en las que sentimos el inmenso placer de llegar a un país, a una ciudad, a un barrio hasta ese momento inexplorado, sabiendo que podemos quedarnos a vivir ahí una larga temporada. Así, con la curiosidad de quien emprende un viaje, de quien inicia unas ansiadas vacaciones, me he sentido al embarcarme en las páginas de “Todo lo que hay”, la última novela del veterano escritor estadounidense James Salter (Nueva York, 1925), publicada en España por la editorial Salamandra.

Se trata de una obra que el escritor entregó a sus editores tras décadas de silencio y que supuso todo un acontecimiento en los círculos literarios de Estados Unidos. Se trata de una entrega en la que Salter da cabida a muchas de sus obsesiones y que recorre gran parte de la historia del siglo XX, esa historia a la que hemos de volver una y otra vez si queremos entendernos, reconocernos en los fondos turbios de este tiempo convulso.

“Toda la oscura noche, el agua se deslizó veloz…”. Así comienza la novela: en el mar, con “cientos de hombres callados”, “tendidos de seis en seis sobre literas de hierro”, bajo la cubierta de un barco que navegaba hacia Okinawa, cuando ya la guerra tocaba a su fin. Nos trasladamos a 1944: el frente del Pacífico, la derrota japonesa de Saipán… Salter parte de la Historia. Utiliza sus acontecimientos, esos hechos que han de inmortalizarse en los manuales, como telón de fondo donde sus protagonistas han de ponerse a prueba. Ahí, mientras la Historia se desliza abrupta, sin miramientos, va transcurriendo, en paralelo, la intrahistoria, porque al novelista lo que realmente le importa es todo lo que sucede en el interior de los personajes, en la conciencia, en el corazón de los soldados, del soldado que él fue.“Cómo iba a comportarse en combate era algo que su mente calibraba aquella mañana (…) Tu coraje, tu miedo y tu conducta bajo el fuego enemigo no eran asuntos sobre los que se hablara. Confiabas en que, llegado el momento, serías capaz de actuar como se esperaba de ti”, reflexiona el protagonista, Philip Bowman, sabiendo que “el peligro real iba a llegar desde el cielo: los ataques suicidas, los kamikazes…”.

Más adelante el narrador, señala: “Todo estaba sucediendo a dos velocidades, la del estruendo y la desesperada urgencia de la acción, y una de ritmo menor, la del destino, unas motas sombrías que sorteaban los disparos en el cielo”. Se trata de un párrafo que dice mucho de lo que James Salter está buscando todo el tiempo: hablar del destino de los seres humanos, de su suerte, en medio de los movimientos de la Historia. Todo puede suceder, todo puede explotar, vendrán buenas y malas cosas, pero la vida de las gentes proseguirá: Trabajarán, amarán, soñarán, sentirán decepciones, pérdidas y también destellos de luz, de conocimiento, que les ofrecerán consuelo. Tendrán gestos generosos, serán traicionados y llevarán a cabo actos de venganza. Es así, una y otra vez, generación tras generación. Y es precisamente esto, la sensación de río que transcurre, de humanidad que nos trasciende como individuos, lo que consigue reflejar con maestría el escritor.

Y lo hace con aparente ligereza, con un estilo que fluye tranquilo, sin aspavientos, con la capacidad del gran narrador que sabe atrapar, divertir y a la vez conmover. Salter nos envuelve en la atmósfera de un territorio del que no nos queremos marchar, porque allí, de su mano, a través de esa voz poderosa que sabe contar las historias, hemos encontrado algo que no queremos olvidar, que no queremos dejar atrás.

El barco de Philip Bowman arriba a la bahía de Tokio al finalizar la guerra. En ese primer capítulo el escritor ya nos da la pista de lo que de verdad le interesa: el destino de sus personajes, el destino de una sociedad noqueada que se va reconstruyendo sobre las ruinas, a sabiendas de que será imposible volver atrás, recuperar el mundo anterior a la terrible contienda. Ese capítulo se cierra y es a partir de entonces, lejos de los actos heroicos de una situación excepcional, al regresar a lo conocido, a lo ordinario, a lo cotidiano, cuando empieza la gran aventura de la vida.

Más adelante entra en escena la Guerra de Vietnam, conflicto que durante una larga época lo eclipsa todo, con sus interminables listas de muertos”, con su “escandalosa brutalidad”, con “las continuas promesas de victoria que nunca se cumplían” y que “convirtieron aquella guerra en el hijo envilecido, indigno de confianza e irreformable que, sin embargo, debe ser aceptado por la familia”, escuchamos la voz del narrador. Hay otro momento en el que, como una breve pincelada, se introduce la muerte del presidente Kennedy en Dallas, en 1963. Y otro en el que se habla del movimiento feminista, que bullía y que había cambiado la ciudad de Nueva York. En medio de los grandes hechos, repito, la grandiosa aventura de crecer como personas; de encontrar un lugar en el mundo: de hallar ese amor auténtico que al protagonista se le resiste una y otra vez...

Leer la entrevista completa en la revista...


James Salter, la Historia del siglo XX como telón de fondo