martes. 19.03.2024

Xurxo Fernándes, transformado en Jako el Muzikante, presenta “Ven al Luna Park”, un libro-disco con el aroma y el sabor de la música sefardí de los café amán de la Salónica de principios del siglo XX. 

En el paraíso terrenal de la Alhambra se firmaron dos edictos el 31 de marzo de 1492 que condenaban a la eternidad errante al pueblo sefardí. Unas leyes de expulsión que permanecieron formalmente vigentes hasta la constitución española de 1869. Los que marcharon, fueron para siempre extranjeros allí donde llegaron y quizá por eso trataron aún con más fuerza de conservar un hilo que los uniera a sus raíces conservando las llaves de sus casas, su lengua y sus tradiciones. Como escribió Manuel Mira en “El olivo que no ardió en Salónica”, la historia del pueblo sefardí tiene mucho que ver con la historia de la eternidad. 

Quinientos años después, el músico gallego Xurxo Fernándes, conocido por proyectos como Radio  Cos, se enfunda en la piel de Jako el Muzicante para presentar “Ven al Luna Park”, un libro-disco en el que reivindica el papel de los sefardíes en la construcción de la cultura musical contemporánea, trasladándose en el tiempo y en el espacio a un café amán de principios del siglo XX en una Salónica que formaba parte entonces del Imperio Otomano. Un mundo en el que Xurxo se sumergió, primero aprendiendo el ladino o judeoespañol y después realizando trabajo de campo en las comunidades sefardíes del Mediterráneo oriental.

¿Por qué vuelve ahora Jako? ¿O es que nunca se fué?

Yo creo que Jako es un continuo, es una historia que empezó hace más de quinientos años. Fue un romance con Safarad, con la actual Península Ibérica, representa una convivencia y un enriquecimiento con esa comunidad multiétnica y multicultura que era el Imperio Otomano. La comunidad Safardí es una de las pocas que consiguió vivir integrada, siempre en minoría y sin perder su identidad, que ya es mucho decir.

¿Cómo era esa Salónica de principios del siglo XX en la que habita Jako? 

Justo en esa época, la propia comunidad Sefardí y la ciudad de Salónica estaba viviendo un gran cambio, como era la europeización de su cultura oriental, con grandes cambios en el aspecto social, en las tradiciones. Cambios que eran criticados y alabados. Una época en la que aún cobra más sentido la idea de qué debemos mantener de nosotros mismos y de nuestra cultura. Qué es lo esencial y qué es lo superficial que podemos dejar correr. Jako el Muzikante encarna ese debate que tenía la comunidad sefardí del momento. 

¿Una cultura en absoluta minoría en el Imperio Otomano?

El entorno político también del Imperio Otomano no tenía un sistema político que buscara la homogenización, tenían otro concepto distinto que no era exactamente el de una Nación, un Estado, una lengua… Hay que verlo desde un punto de vista alejado del romanticismo, también tenía sus luces y sus sombras, pero a mi entender lo que me parece más interesante es esa permeabilidad de la cultura sefardí, lo que le permitió convivir con armenios, con cristianos y con musulmanes, en esas tierras otomanas, bebiendo de esas culturas vecinas y al mismo tiempo manteniendo su identidad. 

De ahí podemos extraer muchas ideas interesantes para la actualidad. A día de hoy, vivimos en una minoría, en una globalización en la que todas las culturas son ya minoritarias. Entonces, es muy interesante traer ese debate a nuestros días, porque cómo podemos mantener nuestra identidad, sin vivir en guetos mentales y permitir esa permeabilidad cultural. El pueblo Sefardí nos puede dar alguna pista sobre todo esto.

¿Cómo eran esos café amán en los que habita Jako?

Los café amán fueron los primeros lugares multiétnicos públicos que permitieron mezclar a sectores de la sociedad que nunca se hubieran mezclado y que nunca hubieran tenido un espacio para convivir estrechamente. En estos lugares se mezclaban diferentes clases sociales, religiones, lenguas y etnias. En estos lugares podría estar un rabino sentado al lado de una prostituta mientras un travesti bailaba entre las mesas. Había una mezcla muy singular conviviendo en un respeto absoluto. Desgraciadamente no hay testimonios gráficos de cómo eran estos lugares tan especiales, pero sí que tenemos muchos testimonios orales de que estaban decorados con grandes pinturas de odaliscas y palmeras recreando oasis, con una luz bastante tenue y con grandes esteras para poder recostarse y sillas bajitas. 

Eran lugares humeantes de los bajos fondos, donde se fumaba hachís y se bebían licores prohibidos, como el café, prohibido en esa época. Un lugar de ambiente pausado, de total relax, donde la música ayudaba a elevar el espíritu donde el tiempo se encerraba en sí mismo. En un café amán el tiempo no caminaba para adelante ni se miraba hacia atrás. Era un tiempo encerrado sobre lo que allí acontecía y que se desaparecia una vez salías por sus puertas. 

¿Cómo surge el proyecto de libro/disco de “Ven al Luna Park”?

Nunca tuve en mente hacer un trabajo discográfico sobre los café amán, sino que me interesé por la lengua y la música sefardí. Fui tirando de los hilos, hasta que descubrí esta realidad de los café amán, que los griegos supieron nacionalizar poniéndole la etiqueta de Rebético y centrándose en los aspectos que los diferenciaban del resto de pueblos. Los armenios y los turcos hicieron lo mismo, pero los sefardíes quedaban fuera de este juego, quizá porque no existe un Sefardistán, con una identidad nacional que los aglutine. Por eso su papel quedó en el olvido. De ahí surge este trabajo, quise poner en valor la participación de los sefarditas en los café amán y abrir las puertas para acceder a esa cultura oriental que siempre imaginamos entre una nebulosa. 

El hecho de que los sefardíes hablen ladino, una lengua tan próxima al castellano, nos permite una gran puerta de entrada hacia esa cultura oriental, permitiéndonos entrar en ella y entender su realidad y su riqueza. 

¿De dónde proceden las canciones que presentas en Ven al Luna Park?

Cuando estuve en Estambul mi primer contacto fue con una residencia de ancianos a los que fui entrevistando, conociendo a sus familias y entrando en las casas. Allí pude escuchar aquellas historias fantásticas que me transportaban al café amán. Gente que no había acudido a uno de ellos, pero que sí habían escuchado sus padres o sus abuelos contar las anécdotas que se vivían allí y recordaban parte del repertorio. He recogido música de los bajos fondos, con letras que hoy no podrían hacerse, música que hablan de desgracias y las cantan sin tapujos. Muestran una realidad que existía y que no había salido antes a luz porque los grandes recopiladores y estudiosos de la época tenían sus convicciones morales y ciertas letras ya las apartaban a primera vista, no les daban una segunda oportunidad. 

Es un tipo de trabajo que ya había hecho desde mi adolescencia en Galicia donde empecé a grabar canciones antiguas. Primero de mis abuelos, después de los vecinos de mis abuelos, luego empecé a hacer trabajo de campo para recuperar ese último eslabón de la cadena de transmisión oral. Grababa por las aldeas de Galicia esas melodías que se estaban perdiendo, acompañadas de esas percusiones de manos o pandereta. Esa experiencia me permitió afrontar esa realidad sefardí oriental de otra manera, digamos que ya tenía una puerta abierta para hacer ese trabajo de campo. 

Personajes ilustres del Rebético como Roza Eskenazi, que conecta estos bares de la península griega con los clubs de New York y con la música del siglo XX norteamericana. 

Ahí hay una época, cuando se empieza a desmembrar el Imperio Otomano, en la que hubo una fuerte inmigración para Estados Unidos. En New York se asentaron diferentes comunidades que procedentes de esta zona, griegos, turcos, armenios o sefardíes. Allí tuvieron la oportunidad de actualizar ese café amán y empezaron a tener una estructura que les permitía grabar discos. Tuvieron también apoyos de grandes artistas y hubo como un gran resurgimiento muy interesante de esta música. La emigración les dotó de medios que les permitieron mantener su identidad cultural. 

¿Hay ciertas similitudes en lo que cuentas de la cultura sefardí de entonces y la cultura rural actual? 

Yo te puedo hablar de la realidad gallega, que es la que más próxima tengo y más conozco, pero supongo que no muy diferente a otras realidades rurales. Por un lado, hay una falta de autoestima en el rural, y por otro lado hay un exceso de romanticismo de la gente que se acerca al rural, del concepto y de la idea de rural. Eso tampoco ayuda a buscar una vía de salida para el rural, porque si tendemos a romantizarlo, construimos una dualidad mental que enfrenta a lo urbano y a lo rural, cuando, a lo mejor, no hay necesidad de ese enfrentamiento.

Para todos los que trabajáis con la tradición oral, ¿están siendo meses especialmente duros por la pérdida de tantos mayores? 

Yo tengo otra manera de verlo, prefiero ver el regalo que nos han legado. Para mí es un regalo haber tenido esa curiosidad de escucharles y que quedara aún vivo el último eslabón de esa cadena de transmisión oral pendiente. Tener la oportunidad  de entrevistar a toda esa gente mayor, con esa riqueza musical impresionante, y poder establecer vínculos y relaciones de una manera totalmente diferente a los vínculos y relaciones sociales que tenemos ahora. Poder escuchar como se forjaban las relaciones sociales hace 100 años, es un regalo. Yo prefiero verlo así, que instalarme en la nostalgia de que se nos van yendo, porque eso es ley de vida. Se van yendo unos y vienen otros, pues hay que despedir a los que se van y abrazar a los que vienen.  

¿Radio Cos es un proyecto cerrado?

Pues quien sabe. El proyecto de Radio Cos está en stand-by porque todos los que conformamos Radio Cos estamos en varios proyectos y decidimos darle un tiempo de descanso, pero nunca un adiós. La verdad es que ahora estamos en un parón, pero soy muy malo vaticinando mi futuro. Si me hubieras dichos hace unos años que iba a estar embarcado en este proyecto de música sefardí te diría que no. Lo que está claro es que me formé como músico y cantante en la música de tradición oral gallega y que la tengo muy interiorizada. Es imposible que la abandone nunca. De alguna manera la música sefardí ya la tengo también como propia, así que, siempre va a haber música gallega y música sefardí entorno a mí. 

¿Ahora mismo la música tradicional, en todas sus acepciones y en todas sus vertientes, está probablemente más viva que nunca?

La música tradicional es la que, bajo mi entender, tiene muchas ventajas sobre otro tipo de música. Por un lado, pasó muchos filtros hasta llegar a nosotros. El hecho de pasar por tantos filtros quiere decir que hay una esencia que funciona en esa música. Por otro lado, es una música que te ata a la tierra y, aunque podamos viajar por todo el mundo e instalarte en las antípodas de donde naciste,  la unión con la tierra es inevitable. La música tradicional tiene esta capacidad de unirte con la tierra, entendiendo tierra como la comunidad que te rodea. Otra ventaja de la música tradicional es que todo está por construirse alrededor de ella, aunque es un camino no exento de dificultades. La primera de ellas es zafarse de los puristas, porque esa carga es un corsé que no quieren abrir. Hay que soltarle un poco el cordón porque la música tradicional, por su esencia popular, es indomable y sigue sus caminos. Ésta es una buena época. Creo que sí. 

Jako el Muzikante, el eterno sefardita errante