jueves. 25.04.2024
Me han hecho reparar en una especie de revista o blog que se llama Disidentia. Lo considero un homenaje a mi querido maestro Javier Muguerza, que nos habla del imperativo de la disidencia, intentando poner al día las formulaciones del imperativo categórico kantiano, con la modesta pretensión de no secundar algo que nos parezca injusto.
Algunos interlocutores muy autorizados intentaron hacerle ver en su día que bajo ese rótulo podían caber cosas muy heterogéneas. Y desde luego la citada publicación que porta ese rótulo demuestra un posible uso anfibológico del término en cuestión.

Alguien podría considerar como disidentes a Pinochet o Franco, por discrepar con los ordenes democráticos que les habían puesto al frente de sus respectivas Fuerzas Armadas. O a Hitler por hacer otro tanto con la República de Weimar. E incluso a esos golpistas de pacotilla que bromean con fusilar a media España para depurarla.

Pero el buen disenso, el muguerziano para entendernos, no aspira jamás a imponerse por la fuerza, la de las armas o simplemente a través del nudo argumento de autoridad. Quien disiente con arreglo al imperativo de Muguerza lo hace simplemente para manifestar su parecer e intentar que pueda ser tenido en cuenta por otros actores en liza, estando bien dispuesto además a cargar con las consecuencias de un Disenso que puede verse penalizado de una u otra forma. Se trata de avivar el diálogo y la deliberación para poder ir ampliando entre todos el ámbito de los derechos humanos.

Disentir estando en posesión de la verdad, como pueden hacer aquellos que han militado en organizaciones políticas o religiosas bastante sectarias, ha solido llamarse desde la noche de los tiempos predicar, al margen del púlpito que se utilice y que ahora suele adoptar un formato cibernético. En este caso no se trata tanto de plantear alternativas, cuanto de impartir doctrina y salvar de su perdición a los que no comparten su indiscutible credo.

Pueden revestirlo de nadar a contracorriente, heterodoxia o políticamente incorrecto, porque son hábiles comunicólogos y dominan el arte de lanzar sensacionalistas eslóganes que van directos a las emociones. Pero resulta curioso que tales portavoces precisen revestirse con las prendas del adversario, en lugar de mantener un torneo dialéctico con sus propios estandartes, como si les diese vergüenza ostentarlos. Alguna nobleza tendrán los blasones del enemigo cuando les va bien instrumentalizarlos.

Por eso me parece todo un homenaje al buen Disenso, que se lo utilice para caminar en sentido contrario al de su espíritu, por mucho que aprovechen la letra. Normalmente acostumbro a criticar los avatares políticos con que simpatizo más, porque creo que igual en un descuido alguno puede considerar atinada una u otra reflexión. Me consta que tal cosa no sucederá con quienes frecuentan Disidentia. Se diría que añoran aquella España que iba tan bien y en la que al mismo tiempo todo valía, mejor imposible para sus beneficiarios. Tendrán sus razones. A la mayoría les han costado muy caro esos desenfrenos y la sistemática privatización del sector público.

Savater lo ha explicado muy bien. Si quitamos una pata del trípode que componen capitalismo, socialdemocracia y libertad, todo se tambalea, comenzando por el equilibro entre justicia y libertad. Necesitamos ejercitar el pluralismo y rehuir los tiránicos monismos. Para combatir este tipo de monopolios ideológicos contamos con el Disenso planteado por Muguerza. No vale disfrazarse de disidente para ser tal. En este caso ese hábito no hace al monje.

Hay que cumplir una serie de requisitos. Como por ejemplo respetar cuanto no sea intolerante o disentir con el ánimo de renovar consensos y no de dinamitarlos. Tengo para mi que Franco, Hitler o Pinochet no ejercieron un Disenso que merezca tal nombre. Tan sólo eran reaccionarios que impusieron su ideario y triunfaron durante cierto tiempo gracias al imperio de la fuerza. Obviamente no intento establecer ninguna comparación odiosa y me limito a ilustrar con un ejemplo histórico lo que no considero una muestra de sana disidencia.

Bienvenido sea en cualquier caso ese homenaje inverso que desde luego revaloriza el buen Disenso. Algo valioso tendrá cuando se recurre a él, aunque sea para desnaturalizarlo. Agradezco por tanto la iniciativa, que por cierto no parece tener filiación, aunque sí mecenazgo.

Un homenaje indirecto al buen Disenso