jueves. 28.03.2024
abrazo
Monumento en Madrid por las víctimas de Atocha, de la obra 'El Abrazo' de Juan Genovés.

¡Basta ya de Guerra Civil, basta ya de división de España en rojos y azules!
(Irene Falcón)


A finales de junio de 1956, al acercarse el XX aniversario del comienzo de la Guerra Civil, el Comité Central del PCE transmitió por Radio España Independiente una declaración titulada “Por la reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español”. Esta declaración marcaría su línea política durante el resto del periodo franquista, guiaría su acción entre los trabajadores, los intelectuales y estudiantes y en el diálogo con los católicos y con otros grupos.

No logró su propósito de desgajar de la dictadura a segmentos de la alta burguesía, de los obispos o del Ejército y estos bastiones de la sublevación de 1936 se mantuvieron leales al Régimen (del que fueron sus principales beneficiarios), salvo contadas excepciones, hasta el final. Tampoco hizo de entrada mucha mella entre las fuerzas de oposición exiliadas ni entre los escasos liberales y monárquicos del interior pero más adelante si consiguió gradualmente una convergencia entre grupos de la oposición moderada y el Partido Comunista.  

Ese nuevo espíritu contrastaba con el discurso guerracivilista que mantenía la Falange, y ayudó al PCE a sentar las bases de una organización cada vez más implantada; más allá de su trabajo entre la clase obrera iría penetrando en círculos de las clases medias. Dio pasos adelante en el frente laboral, en las universidades y en círculos culturales pese a fracasos sonados como las Jornadas de movilización de mayo de 1958 y de junio de 1959. A principios de los años sesenta el PCE era ya el Partido, a secas.

mundo obrero 250Con motivo de la entrada de España en la ONU en 1955 (sostenida por EEUU pero con el voto también de la URSS) hubo una controversia en la dirección del PCE que marcaría la nueva política, y de paso el ascenso de facto a la secretaría general de Santiago Carrillo, formalizado en 1960.

En Bucarest, una parte del Buró Político, incluyendo a la secretaria general Dolores Ibarruri, emitió un comunicado condenando la decisión de la ONU. Mientras tanto en París, Carrillo, Claudín y otros dirigentes no aceptaron esa postura y en su lugar publicaron un artículo de Carrillo en sentido contrario:

…se trata de un hecho positivo para la paz y la coexistencia, que va a obligar a abrir España hacia el exterior, lo que no será favorable al franquismo. Ha llegado la hora de hacer un importante cambio de política, de comprender que ya no conduce a nada la defensa de la “legitimidad republicana”, ni esperar a que las potencias resuelvan el problema español, y que la solución tenemos que encontrarla entre los españoles.

Finalmente, todo el Buró adoptó la posición del “grupo de París” y la posterior “política de reconciliación nacional”. Al fin y al cabo la propia Dolores ya en 1942 había escrito un artículo titulado “Por la reconciliación de los españoles”. Esta nueva política, con algunas actualizaciones como la propuesta de Pacto por la Libertad en los años setenta, explica muchas de las decisiones principales del PCE, como la condena de la invasión de Checoslovaquia en 1968, la aceptación de la monarquía tras el pacto de ruptura democrática de 1977 entre la oposición democrática y los reformistas del Régimen, o el eurocomunismo.

Algunas partes de la Declaración de 1956 es conveniente releerlas en el contexto de crispación política actual y como reflexión ante recientes polémicas sobre la transición política o sobre la amnistía de presos y de despedidos (la amnistía laboral caso único en las transiciones europeas se olvida siempre) del 15 de octubre de 1977:

El Partido Comunista considera que una verdadera amnistía, que permitiera el regreso de los exiliados, sin discriminación ni vejaciones; la liberación de los presos políticos; la reconstrucción de decenas de miles de hogares deshechos y la reparación de las injusticias cometidas, allanaría el camino al entendimiento y crearía el terreno apropiado a la convivencia nacional, dando a los españoles las posibilidades de vivir libres del temor a la persecución y a la venganza. El Partido Comunista considera que sobre esta base puede cancelarse el pasado. Ello significa que el Partido Comunista desea que se inicie una nueva etapa en la historia de nuestro país, donde no se persiga a los hombres por lo que fueron ayer”.

El de 1956 no era el primer giro que había dado el PCE, pues ya en 1948 se produjo el llamado “cambio táctico” a raíz de una entrevista en agosto de ese año de la dirección del PCE con José Stalin en Moscú, quien les había alentado a reconvertir la lucha guerrillera en lucha de masas, incluyendo el trabajo en los sindicatos oficiales, siguiendo el ejemplo de los bolcheviques durante el zarismo. Las conclusiones no fueron tan esquemáticas ni pudieron plasmarse durante años pues no era fácil desmontar las guerrillas de golpe ni había condiciones para participar ampliamente en las elecciones de enlaces sindicales sin quemar a los candidatos fueran militantes o simpatizantes comunistas. 

Algunos han exagerado la importancia de aquella “orden” de Stalin hasta el absurdo de atribuirle el nacimiento de CCOO, pese a que está muy documentado el surgimiento gradual y multifocal del movimiento de Comisiones Obreras en los años sesenta.

pceLa persistente actividad orgánica del PCE en el interior del país pese a la dureza aún terrible de la represión en esos años permitió a la dirección comunista asumir antes que el resto de las fuerzas republicanas la realidad de la consolidación del régimen franquista y descartar la eventualidad de una acción exterior, cuasi quimérica después de la alianza militar de España con los EEUU firmada el 23 de septiembre de 1953 y del ingreso en la ONU el 14 de diciembre de 1955.

Se ha criticado esta Declaración por la Reconciliación Nacional por prematura y triunfalista ya que presentaba al Régimen como decadente, descompuesto políticamente y sin salida económica. Es cierto que el largo texto contiene expresiones exageradamente optimistas y sobre todo un estilo propagandístico destinado a mantener la moral de los militantes clandestinos que era el habitual de Mundo Obrero y de la radio “Pirenaica”.

En febrero de 1956 se produjeron incidentes en la universidad de Madrid cuando los estudiantes se manifestaron contra el sindicato falangista universitario SEU sufriendo agresiones. Hubo muchos detenidos y siete de ellos fueron procesados. Se significaron personas de diversas ideologías; una habían estado vinculadas al Régimen o venían de familias del mismo como Dionisio Ridruejo, Gabriel Elorriaga o Miguel Sánchez-Mazas; monárquicos como Ruiz Gallardón; comunistas como Enrique Mújica, Javier Pradera o Ramón Tamames:

…junto a los estudiantes hacía acto de presencia públicamente una oposición liberal burguesa. La aparición de estas fuerzas políticas antifranquistas de nuevo cuño, dentro de España, era un hecho de importancia, un cambio sustancial en toda la situación (IBARRURI, Dolores: Historia del Partido Comunista en España, 1960).

Dimitió el rector Laín Entralgo y el ministro de educación Ruiz-Giménez fue cesado y pasaría a liderar un grupo democristiano de oposición. Esta primera revuelta estudiantil animó a la dirección comunista a seguir golpeando a la dictadura desde sus propias tripas, atrayendo a los hijos de los vencedores y eso se recoge en la Declaración de 1956: “Crece en España una nueva generación que no vivió la guerra civil, que no comparte los odios y las pasiones de quienes en ella participamos”.

En lo esencial se estaba proponiendo la reconciliación de los dos bandos con la “¡única!” condición de la supresión de la dictadura. Eliminando la línea divisoria entre «nacionales» y «rojos» o entre «vencedores» y «vencidos” el Partido Comunista pensaba que se podría acabar con la dictadura sin pasar por una nueva guerra civil que no deseaba y que tampoco hubiera podido desencadenar aunque quisiera.

Borrón y cuenta nueva en definitiva; algo que sin duda costó asumir a la militancia y que no entenderán los que en estos últimos años piden una revisión de la guerra, de la posguerra y de la Transición cuestionando el “pactismo” de las fuerzas de izquierda y por ende el mal llamado “Régimen del 78” (el cambio fue en el 77). Actitud legítima pero contradictoria con los argumentos que entonces movieron al PCE a enterrar la guerra solo 17 años después de su final:

«El Partido Comunista representa sin duda a la parte del pueblo que más ha sufrido en estos veinte años…Si de hacer el capítulo de agravios y duelos se tratase, nadie lo tendría mayor que el nuestro... Nosotros entendemos que la mejor justicia para todos los que han caído y sufrido por la libertad consiste, precisamente, en que la libertad se establezca en España... La idea de que cualquier cambio podría acarrear la repetición por parte de las fuerzas democráticas, contra sus adversarios, de las atrocidades que Franco ha cometido contra ellas, es falsa e infundada. Una política de venganza no serviría a España para salir de la situación en que se encuentra. Lo que España necesita es la paz civil, la reconciliación de sus hijos, la libertad».

pasionariaLa Memoria Histórica debe de servir para resaltar la ilicitud del franquismo y de sus actos represivos y para homenajear y rehabilitar a sus víctimas, pero también para poner en valor los resultados de la acción pacifista de las fuerzas de oposición y para celebrar lo conseguido tras tantos años de lucha que no fue poco: regreso de los exiliados, libertad de los presos, legalización de los partidos y de los sindicatos, recuperación de las autonomías, elecciones libres y amnistía general.

El pacto de la Transición incluyó renuncias pero la principal fue para los partidarios del Régimen que se disolvía, de ahí que a la desesperada desataran una espiral de violencia en la llamada “semana trágica” de enero de 1977 en la que, entre otros, mataron a los laboralistas de Atocha. La imagen de Dolores Ibarruri, junto a Rafael Alberti, presidiendo por edad la apertura de las Cortes constituyentes debió de ser un amargo trágala para muchos nuevos demócratas. Pero la inmensa mayoría del pueblo celebró que España pasara a ser un país normal, una democracia. La Declaración de 1956 tuvo mucho que ver.

Juan Moreno | Miembro del Consejo Asesor de la Fundación 1º de Mayo

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