martes. 16.04.2024

La república popular de la Puerta del Sol de Madrid fundada el 15 M tiene una espectadora de excepción. Se llama Paz Vega y desde el pasado domingo no se pierde ripio de lo que acontece en el centro neurálgico de la capital de su amada patria, aquella que hace más de una década la acogió con los brazos abiertos cuando dejó su Sevilla natal para probar suerte en la televisión. Entonces vino con lo puesto, llena de sueños y ganas de comerse el mundo. Sus prometedores comienzos (musa de los delirios Medemianos, Goya a la mejor actriz revelación, mudanza a Hollywood) presagiaban una carrera brillante. Hoy, el mayor brillo de esta aún promesa del cine emana de su mediterránea mata de pelo bruñida con la inestimable ayuda de mascarillas Loreal. Porque ella lo vale. ¿Y nosotros?


Paz guiando al pueblo

Desde el apabullante cartel promocional de la multinacional francesa colgado de una de las fachadas de la Puerta del Sol, Paz observa a los miles de jóvenes españoles que temporalmente la han relevado en sus funciones: a pesar de ser ella la que ocupa la gran pantalla / lona, hoy son otros los actores de la película. Y muy buenos, además. Tanto que seguro que Paz se identifica con ellos. ¿Acaso no ha tenido la sevillana que resignarse a ver cómo su carrera se diluye en un mar de escasos y mediocres papeles mientras otra mujer, casi idéntica a ella, con más gracia quizás y un inigualable aparato de marketing detrás, ha logrado llegar a la cima más alta del ‘star system’ universal? Penélope Cruz, en Madrid estos días promocionando su último block buster hollywodiense, ha declarado que se le rompe el alma al ver a los jóvenes españoles de la Puerta del Sol. Paz, que los ve día tras día desde su palco VIP, tiene de momento un seno rasgado, aunque es probable que el alma también se le resienta ante el vibrante espectáculo.

Al igual que ella, los jóvenes de Sol también se están quedando atrás a pesar de sus esfuerzos por salir adelante. Y es que lo tienen difícil: la generación anterior se lo montó mejor. Mucho mejor. Eran otros tiempos, el dinero entraba y salía sin parar mientras España se enladrillaba. ¿Quién la desenladrillará? El desenladrillador que la desenladrille buen desenladrillador será. Por suerte para Paz ella al menos cuenta con una bonita melena generadora de dividendos. Melena que se atusa con actitud felina mientras asiste a la película de la semana. ¿O del año?

De lo que no hay duda es de que se trata de una de las buenas. Una mezcla del cine más clásico con el documental más potente. Como buena cinéfila que intuyo que es, apuesto a que la musa de Loreal advierte en este nuevo estreno ecos de títulos pretéritos. Desde La tentación vive arriba ( 1955) de Billy Wilder -libre traducción del título original inglés The seven year itch (el picor del séptimo año)- a Gimme shelter (1970) de los hermanos Maysles pasando por 7 días de mayo (1964) de John Frankheimer. En esta última, thriller político del autor de la excelente El mensajero del miedo, un grupo de altos cargos militares estadounidenses planean derrocar a un presidente más pacifista de la cuenta. En nuestro blockbuster patrio los jóvenes piden durante siete días de mayo (de momento, quién sabe si serán más) que los presidentes, sean del partido que sea, dejen de estafar a sus votantes o cuando menos, salgan de su apatía en aras de una democracia real.

El picor del séptimo año

El clásico de Billy Wilder La tentación vive arriba ilustraba la conocida como ‘crisis o picor del séptimo año’ que tiene lugar a los siete de matrimonio y que pone de manifiesto el desgaste inherente a la vida en pareja. El protagonista, un hombre de mediana edad en plena crisis del séptimo año, sufre solo en casa los rigores del verano neoyorquino mientras su mujer e hijo están de vacaciones. Su nueva  y despampanante vecina, nada más y nada menos que Marilyn Monroe, le rompe todos los esquemas multiplicando sus ya de por sí molestos picores…

Tras unos días de espejismo en los que se plantea incluso dejar a su esposa el protagonista, sin llegar a tener nunca nada con Marilyn, termina por darse cuenta de lo felizmente casado que está y lo maravillosa que es su mujer. A pesar de lo maravillosa que también es su tierna, humana y más inteligente de lo que parece vecina.

En nuestra ‘spanish version’ la Gran Manzana deja paso al Kilómetro 0 como escenario de otra crisis del séptimo año: la existente en el seno del matrimonio formado por Zapatero y aquel electorado joven que le otorgó su confianza en las urnas encumbrándole hacia el poder hace ya (cómo pasa el tiempo) siete años. El presidente se ha encontrado desde entonces con retos de una envergadura abrumadora que le han sobrepasado y los jóvenes que hace casi una década le dieron su voto indignados por la gestión del gobierno anterior están decepcionados y se plantean hacia quien volver la vista en la nueva cita electoral del domingo. Por desgracia, al menos en Madrid,  la alternativa, a pesar de ser también rubia y prometer Esperanza, no tiene de lejos (muy, muy lejos) el encanto de Marilyn. Siempre nos quedará Paz.

Mientras visitaba el otro día la República Independiente de la Puerta del Sol, el que esto escribe se quedó hipnotizado unos segundos por una gran pompa de jabón flotando en el aire. La pompa, salida de un juguete para niños,  planeó por encima de nuestras cabezas durante unos segundos ante la mirada atenta de Paz hasta explotar discretamente en silencio, sin dejar rastro. Pensé en Gimme Shelter, el documental de los hermanos Maysles sobre el concierto de Altamont de los Rolling Stones en 1970 al norte de California durante el cual tuvieron lugar un homicidio y tres muertes accidentales. La película , que en principio iba a limitarse a documentar el concierto, terminó convirtiéndose en documento excepcional del fin de una era y el comienzo de otra. El desenfreno, la euforia y el ansia de libertad hijas de los 60 tenían un precio. Y había que pagarlo para ingresar en los 70. El 6 de diciembre de 1969 Altamont se convirtió en peaje y los hermanos Maysles, como si lo supieran, dirigieron su mirada con sabiduría y sensibilidad excepcionales para dejar constancia de ello. Mientras filmaban el concierto divisaron una gran pompa de jabón planeando por encima de los miles de personas congregadas frente al escenario. Lejos de pasarla por alto, decidieron filmarla en su periplo mientras la gente hacía amago de tocarla simulando pasársela unos a otros como si fuera un balón de playa. Al cabo de unos segundos robados al tiempo la pompa terminó por explotar. Al poco se sucedieron los altercados y las muertes que hicieron de Altamont un triste recuerdo. Adiós a los 60. Bienvenidos a los 70.


"Gimme shelter"

Al contemplar la pompa en la República de Sol planeando por encima de las improvisadas carpas, de los corros de jóvenes constituidos en comités y asambleas, de los simpatizantes y de los simples curiosos, no pude evitar pensar en la República de Sol como otra burbuja y, con los ojos cerrados me dije para mis adentros: “que no explote, que no explote…”. O si lo hace, que lo haga para dar paso a algo mejor. Los miles de jóvenes ejemplo de civismo y ciudadanía, organizados de manera intachable, que tan bien se expresan en público, que son capaces de articular discursos coherentes, que no quieren hacer ruido por el mero placer de hacer ruido, esos jóvenes tan diferentes a los que se ven día a día en los realities y concursos de las cadenas generalistas, esos jóvenes hartos de ser mercancías de banqueros, políticos, del Plan Bolonia y el Master Coca Cola (o Loreal) ellos, todos nosotros, no nos merecemos otra cosa. Porque nosotros lo valemos.


Nosotros al Sol

Haya Paz. Porque nosotros lo valemos. 15-M: La película