miércoles. 24.04.2024
NUEVATRIBUNA.ES / ANTONIO SANTO 07.06.10

El festival Rock in Río Madrid ha empezado con un importante éxito de público y nos ha dejado una sorpresa: quienes fueron a ver a Hannah Montana se encontraron, en su lugar, con una muy crecidita Miley Cyrus. Enfundada en un corpiño negro ajustadísimo que dejaba bien poco a la imaginación, los padres que fueron con sus hijos pequeños se llevarían una gran sorpresa (no sé si positiva o negativa, aunque apostaría que más de un adolescente - y algún que otro padre - se alegró de que la imagen ñoña quedara enterrada). La cantante y actriz, que está intentando a toda costa quitarse de encima el sambenito de su personaje para la factoría Disney, quizá se haya pasado de frenada con el cambio de imagen; no porque me parezca mal que una cantante enseñe carne (aunque ésta, no lo olvidemos, aún es menor de edad), sino porque su público está formado básicamente por niños y preadolescentes, y quizá no sea la estética más adecuada en la opinión de sus padres (que son, a la postre, los que pagan las entradas de los conciertos). Si quiere ganarse a un público más adulto, quizá debería empezar por cambiar su música, un detalle bastante más importante que la ropa que uno se pone (o, como en este caso, que se deja de poner). De todas formas, dentro de los parámetros de lo que uno espera de un concierto así hay que reconocer que Cyrus se defendió bastante bien: gorgoritos, bailes dignos de una gala MTV, pirotecnia... y muy poca música de verdad.

Pero Miley Cyrus, la sorpresa del fin de semana, fue el último de los conciertos que se pudieron escuchar; quien abrió el festival fue Macaco (banda liderada por el barcelonés Dani Carbonell). Tengo que confesar que sus primeros discos me encantaron y me ilusionaron, porque significaban algo nuevo, una fusión musical que no se oía habitualmente en España... Y lo que ha hecho desde entonces me ha supuesto una enorme desilusión musical. Además de repetir la fórmula (hasta el punto de que los trucos vocales de Macaco, que tenían su gracia, parecen ser ya caricatura de sí mismos), se han vuelto blandos, repetitivos, más poperos que experimentales y sobre todo terriblemente tópicos en sus mensajes. Buenrollismo sin contenido, trilladísimas consignas ecologistas y pacifistas de nulo calado intelectual, más cerca de la parodia de los ecologistas de los Simpson que de un verdadero discurso articulado con un contenido serio e interesante. El rollito social sin mordiente, sin sarcasmo, sin agresividad, que se dedica sólo a recordarnos que todos somos buenos en el fondo y que deberíamos querernos más y abrazar más árboles, cansa y aburre salvo que se reelabore constantemente y apueste un poco más por la lírica y la sugerencia que por el mensaje obvio. No es el caso. Aún y así, si te olvidas de lo que dicen las letras y te dedicas a bailar Macaco en concierto es extraordinario; la banda toca maravillosamente, saben organizar un concierto divertido y movido y conocen los típicos trucos para meterse al público en el bolsillo. Lo cierto es que el espectáculo no defraudó a nadie y dejó contento a todo el mundo.

Rihanna llenó el escenario de pantallas y coreografías de estética militar, futurista y provocadora; la barbadense parecía querer comerse al público con sus ojos verdes y un look provocativo a lo Madonna, sujetador cónico incluido. Estrenó corte de pelo para su primer concierto en España (rapada hasta la mitad de la cabeza), y dio el concierto que se esperaba de ella: bailes sensuales recorriéndose el cuerpo con las manos, bailarines disfrazados de demonios zancudos... Hizo muchos guiños al público de Madrid, y sobre todo a las mujeres, y no le faltó ni uno de sus temas más conocidos (aunque tampoco es que tenga un repertorio mucho más amplio).

Shakira es otra cosa. Tengo que confesar que siento una debilidad especial por la colombiana, provocada más por sus dos primeros discos (que me siguen pareciendo muy buenos y prometedores) que por sus caderas. Su deriva hacia el pop latino más bailable y su olvido total de las raíces rockeras con que se inició me provocan cierto estupor y bastante lástima; la miro y pienso que se ha dejado llevar por el Lado Oscuro. Quizá cuando pasen los años y ya no esté para tanto baile vuelva a la senda de temazos como Inolvidable. En cualquier caso, Shakira sabe montar un espectáculo; sobre la escena es un torbellino que no para de saltar y bailar. Su banda es buena, ella tiene una voz reconocible y versátil, los arreglos son cañeros, las letras se dejan oír y de su forma de bailar no puedo decir nada que no se haya dicho ya. Shakira se prepara ahora para enamorar al mundo entero en la inauguración del Mundial de Sudáfrica, pero no se puede decir que no tuviera la cabeza puesta al cien por cien en el escenario madrileño; la de Barranquillas está bastante unida a Madrid, ciudad que aparece en varias de sus canciones, más o menos directamente. El concierto se abrió con Ojos así y siguió con Te dejo Madrid; a partir de ahí todo fueron saltos y gritos del público; Shakira se entregó y se exprimió, y salió del escenario por la puerta grande.

Bon Jovi también estuvo a una buena altura, a gusto; se le notaba en una enorme sonrisa, los brazos abiertos al público y alguna que otra broma poco esperable, como un intento de imitación del baile de caderas de Shakira. El ex-heavy (los tiempos de melenas cardadas de los 80 quedan muy, muy lejos), que no tocaba en España desde 2008, dio un concierto muy digno; pero los años no perdonan. Aquellos agudos tremendos han ido bajando de tono para adaptarse al cambio en el rango vocal del cantante. Quizá por eso, conscientes de lo que su público quería oír, el grupo se hizo un gran autohomenaje nostálgico recorriendo todos sus grandes éxitos, desde los más rockeros a las baladas más romanticonas, guardando para el final como un tiro de gracia el mítico Livin´ on a prayer. El resto: potencia guitarrística, la batería metiendo caña y el recuerdo de tiempos mejores en las gargantas del público. Muy dignos, rayando en buena altura; está claro que no sorprenden, pero los grandes supervivientes del rock de otras décadas tienen crédito suficiente para no tener que buscar la sorpresa continua. Ellos ya lo hicieron hace muchos años, y se han ganado a pulso el respeto suficiente para no tener que sacrificar un sonido tan personal y reconocible bajo ningún concepto.

Estos fueron los conciertos más destacados del fin de semana. Tampoco podemos olvidar el rock en directo de Pereza, banda que conoce el oficio, sabe sacarle partido a un rock sencillo, pegadizo y sin complicaciones. Su público disfrutó y más de una adolescente estará intentando todavía recuperar el aliento. Mago de Öz mostraron temas de su nuevo disco, recuperaron sus clásicos y se gustaron volviendo a tocar con un antiguo miembro de la banda que voló en solitario. Destacable fue también la intervención de José González, aunque el pobre no pegaba ni con cola ni en el festival ni en el escenario en el que lo encasquetaron. También andaron por ahí Albertucho, El Sueño de Morfeo, Amy Mc Donalds y otros muchos músicos que en ningún momento se vieron solos en sus respectivos escenarios. Y esto no ha hecho más que empezar.



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