miércoles. 24.04.2024
guerrillas

La guerrilla fue un fenómeno asociado a la derrota del ejército regular español frente a las tropas francesas de Napoleón, comenzando a surgir con fuerza en el invierno de 1808-1809. En distintos lugares de la geografía peninsular surgió una nueva forma de combatir a uno de los ejércitos más poderosos de la Historia y el más importante del momento. Civiles pero también militares adoptaron la forma de la guerrilla. Siempre se ha hablado de que esta táctica nació en la Guerra de la Independencia pero hay muchos precedentes desde la Edad Antigua en la propia península Ibérica. Pensemos en la forma de combatir de algunos pueblos Íberos y celtíberos contra Roma, o en muchos de los combates entre andalusíes y cristianos, en las concomitancias con las formas de actuar de los bandoleros o, ya más cerca en el tiempo, con algunas formas de luchar en la Guerra de Sucesión española a principios del siglo XVIII. Pero lo que está claro es que el fenómeno de la guerrilla alcanzó una dimensión mucho mayor en la Guerra de la Independencia, y se convirtió en un factor fundamental de la derrota francesa. Esa importancia ha hecho tener un evidente protagonismo hispano en el origen del concepto de guerrilla.

Para que surgiera la guerrilla se tenían que dar una serie de condiciones. En primer lugar, la derrota mencionada del ejército regular, aunque había conseguido antes la victoria de Bailén, pero ante la llegada de Napoleón ya no se podía plantear una fuerza capaz de contener la potencia francesa. La segunda condición debe pasar por el apoyo casi masivo de la población a los guerrilleros facilitando información, avituallamiento y asistencia médica. Estas dos premisas han terminado por ser casi universales en todos los casos en los que se ha producido este fenómeno militar a partir de entonces.

Una de las principales consecuencias de la táctica de la guerrilla es la represalia del ocupante, del ejército regular, generando una espiral creciente de odio. En este sentido, la guerrilla necesita un evidente alimento ideológico que en la Guerra de la Independencia fue suministrado por el clero, que planteó todos los supuestos vicios que suponía la presencia del francés y el establecimiento del gobierno afrancesado, y que no solamente tenían que ver con la ocupación en sí, sino sobre todo por las derivaciones políticas, sociales y, sobre todo, ideológicas que suponía la importación más o menos de un modelo revolucionario francés aunque fuera en su versión más moderada.

La guerrilla no pretende la derrota frontal del enemigo ni la ocupación de posiciones estratégicas y territorios como ocurre en el enfrentamiento entre dos ejércitos regulares. Pretende, en primer lugar, mantener la capacidad y el espíritu de combatir a un enemigo que es el invasor, aunque sí busca controlar las zonas que no pueden ocupar el enemigo. Se persigue la muerte y la destrucción del enemigo, tanto de las personas como de sus equipos. Después del encuentro los guerrilleros deben huir y esconderse, ayudados por el conocimiento del terreno y el mencionado apoyo popular. Tiene, pues, un marcado carácter de desgaste, de desmoralización del enemigo. Aquí se aplicaría lo que se conoce como la teoría del desistimiento, que explica que el enemigo ocupante abrumado y desmoralizado ante ataques por sorpresa en cualquier momento o descuido, con un goteo constante de pérdidas de efectivos humanos, de equipos y avituallamientos, y sin poder enfrentarse directamente contra un enemigo regular, acabará por desistir o por perder capacidad de combate.

La guerrilla española terminó por paralizar a gran parte del ejército francés, que tuvo que dedicarse a dejar grandes guarniciones en muchos lugares para intentar controlar el territorio, ejerciendo tareas de policía. Eso hizo que cuando se reorganizó el ejército regular español y se unió al británico, los franceses no pudieran disponer de superioridad numérica y mayor potencia militar en batallas decisivas, como aconteció en Talavera o en Arapiles, por ejemplo. Así pues, los guerrilleros fueron fundamentales para la derrota francesa, pero ellos solos no derrotaron a los mariscales franceses. La Guerra de la Independencia ha suscitado en la historiografía y en el imaginario popular muchos mitos y la guerrilla no se ha mantenido al margen. Fue una forma de combatir a gran escala porque afectó a casi todo el territorio y que surgió ante la necesidad, siendo muy efectiva, pero fueron necesarios los ejércitos regulares para que las tropas francesas tuvieran que retirarse al otro lado de los Pirineos.

Las autoridades españolas de la resistencia se preocuparon por las guerrillas, intentando controlarlas y regularlas. Ya a finales de diciembre de 1808 la Junta Central aprobó un Reglamento de Partidas y Cuadrillas, como eran conocidas las agrupaciones de guerrilleros. La Junta Central no quería que se llenasen de desertores porque eso minaba el número y la moral del ejército regular, ya bastante maltrecho, aunque animaba a elementos que bordeaban la legalidad cuando no la trasgredían claramente, como los abundantes bandoleros y contrabandistas, a unirse a esas partidas de guerrilleros. También habría que citar el Reglamento de febrero de 1809 de la Junta Superior de Cataluña, y la Instrucción sobre el Corso Terrestre de la Junta Central de abril de ese mismo año, que equiparaba las tradicionales patentes de corso marítimas con la guerrilla terrestre en una forma de intentar crear una especie de derecho de guerra, pero los franceses nunca aceptaron esta asimilación porque les impediría tomar durísimas represalias. Por fin, habría que citar el Reglamento de Guerrillas de 1812.

La Guerrilla: el pueblo en armas