jueves. 25.04.2024
NUEVATRIBUNA.ES | ANTONIO SANTO 07.07.10

Estamos en la final del Mundial. Estamos en la final del Mundial. DéJenme decirlo una vez más, a ver si así termino de creérmelo: estamos en la final del Mundial. Hemos llegado a la semifinal tras perder el primer partido, tras tener que aguantar las críticas desaforadas y catastrofistas de los que afirmaban que la Roja había perdido el juego, que Del Bosque no sabía dirigir este equipo, que estábamos condenados al fracaso. Y los chicos no se agobiaron, salieron al campo a ganar como siempre aunque no se jugara como nunca. Por primera vez nuestro equipo mostró, como los grandes, que sabe competir; España está haciendo el Mundial como las hacen las grandes. Ganando, ganando, ganando contra viento y marea y mostrando un enorme respeto por el fútbol y el espectáculo. Porque, como dice Terry Pratchett, lo importante del fútbol es que no se trata sólo de fútbol.

Y al igual que hacen las grandes, cuando llegó la hora de la verdad la escuadra española no sólo cumplió, sino que mostró galones y dio un puñetazo en la mesa. Si decíamos en la previa del partido que la principal arma de nuestra selección para vencer al gran momento de forma de los germanos era la experiencia y la calidad, en este partido se notó que la Roja viene de ganar finales. Además Del Bosque calló bocas de nuevo y demostró definitivamente que es un entrenador que gana partidos desde el banquillo: sacó de inicio a Pedro por Torres, y el canario fue uno de los mejores jugadores del partido. Desquició a Lahm en la banda derecha, pero no se limitó a atacarle y obligarle así a no subir: bailó de un lado a otro del campo y volvió loca a toda la línea defensiva, creando espacios por los que Iniesta, Villa y Xavi pasearon el cuero.

El equipo que Xavi dirige como un Barenboim del balón no se ha olvidado de que hace dos años arrolló a Alemania en la Eurocopa... Y tampoco la Mannschaft, que salió al campo mostrando mucho respeto, echada atrás y tratando de cubrir huecos en espera de un contragolpe o un balón parado que pudiera agujerear la malla defendida por Casillas. Pero los primeros veinte minutos de juego deshicieron todos los nervios de estos días: la Roja mareó sin piedad a los alemanes y obligó a Schwensteiger, Özil y Khedira a correr detrás de la pelota. Si el equipo teutón había mostrado como mejor arma la forma de dirigir el juego de su línea media, con estos tres jugadores anulados haciendo lo imposible por intervenir en el juego muy poco miedo podían dar en ataque. Aún así, el gol no llegaba: lo único que sgue sufriendo esta Selección es la dificultad para definir el último tiro. Si los nuestros se hubieran atrevido más a tirar y hubieran estado finos, podrían haberse ido al descanso con dos o tres goles a favor. Los alemanes no optaron por el pelotazo, sino que intentaron dominar el juego, pero Xavi volvió a ser el de los pies sabios y, resguardado por los impecables Busquets y Alonso (que secaron al contrario y mantuvieron el equipo unido y firme en el centro), puso a bailar a los alemanes. En las bandas, Capdevila repitió uno de sus partidos serios y sin un error y Ramos volvió a estar en el altísimo nivel que ha mostrado el campeonato, dejando a Podolski completamente indefenso. Puyol y Piqué siguieron siendo la defensa firme y segura que han sido en todo el campeonato. De los alemanes, sin que brillara ninguno especialmente, hay que decir dos cosas: la primera, no se vinieron abajo en ningún momento y se mantuvieron de cara al partido; y la segunda, mostraron un exquisito juego limpio y nunca apostaron por dar patadas y empujones. Bravo por Joaquim Löw y sus jugadores, y un aviso: esta selección alemana tiene un gran futuro por delante.

Y el resucitado Casillas fue, una vez más, la última muralla, la frontera inexpugnable para el balón que ha sido durante toda su carrera el arquero de Móstoles. Tras una primera media hora española fabulosa, con una posesión de escándalo, Trochowski golpeó con toda su alma el balón al filo del área y lo mandó pegado al palo: sólo la mano salvadora del Santo nos salvó de tener que buscar la remontada. Los alemanes tuvieron dos o tres ocasiones a lo largo del partido, y siempre Casillas salvó sin la más mínima duda. Como decíamos, al descanso la Roja se fue 0-0, pero el partido estaba ya decantado: una Alemania cada vez más cansada iba dejando huecos más amplios y permitiendo cada vez mayor número de ocasiones del equipo de Del Bosque. Lo intentaron Puyol en jugada ensayada, Xavi Alonso de lejos, Pedro, Villa. El Guaje tuvo una maravillosa, con pase de Pedro, pero no consiguió clavarla... Y en ésas llegó Puyol.

Ya decíamos: lo importante del fútbol es que no es sólo fútbol. Las selecciones grandes tienen un sello de carácter diferente, lo que se suele decir "el peso de la camiseta": sus jugadores parecen convertirse en otra cosa cuando se enfundan la elástica con sus colores. Brasil y el jôgo bonito, aunque hayan pasado décadas desde que la canarinha dejó de jugar así; Argentina y el gambeteo potrero, la picardía, la velocidad; la potencia y energía alemanas, la verticalidad inglesa, la técnica de Holanda... España había sido durante demasiado tiempo la Furia; y hace falta sangre caliente para ganar partidos, pero no basta sólo con eso. Así que España se inventó para sí eso que se ha dado en llamar tiqui-taca, pero lo hizo sin olvidar la raíz, la furia, la energía quijotesca contra cualquier dificultad, sea gigante o molino. Y cuando el tiqui-taca no acertaba a marcar gol, en un córner sacado en corto de Xavi a Iniesta la furia se coló dentro de Puyol que, corriendo desde la segunda línea, saltó por encima de los alemanes, del miedo al fracaso, del peso de la historia y hasta de su compañero Piqué y con un soberbio cabezazo en plancha envió un pase perfecto del genio Iniesta a la escuadra derecha. El portero Neuer no pudo hacer nada por evitar el gol. Y la explosión de alegría nos volvió a todos del revés.

¿El resto del partido? Qué quieren que les diga: ya todo me daba igual. Alemania quiso ser torero y fue toro, y a partir del gol de Puyol fue como el astado que ya ha recibido la estocada, y está muerto pero no lo sabe. La Mannschaft tiró de casta y se lanzó a un ataque desesperado que contagió a los de Del Bosque y aceleró el ritmo en un correcalles que no nos convenía, pero no había caso: el golpe para la moral había sido demasiado, y los alemanes no tuvieron sangre fría para intentar bajar la pelota. Balones arriba, intentos con más fe que puntería, alguna que otra mano del Santo Casillas y una ocasión de Pedro que, si hubiera visto a Torres absolutamente solo con la puerta vacía delante, habría sido el 2-0, la puntilla. No hacía falta: los minutos fueron pasando y todos los miedos se convirtieron en alegría. En la final estará Holanda, con una delantera letal... y poco más. Será un partido muy difícil, aún así: una final conlleva muchos nervios, y los holandeses tienen ya dos en sus espaldas (el peso de la camiseta una vez más). Robben puede hacer mucho daño en la banda de Capdevila, que no suele cometer errores pero no es ni de lejos tan rápido como el extremo oranje. Pero a estos jugadores ya no les vale nada que no sea levantar la Copa del Mundo. Gracias, chicos.

Gracias, chicos