jueves. 28.03.2024
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Uno de los gobiernos más importantes en la historia del Estado del Bienestar es, sin lugar a dudas, el dirigido por Clement Attlee entre 1945 y 1951, en el Reino Unido. En este artículo haremos un breve repaso a su especial contribución a la construcción de este modelo social triunfante hasta la crisis de los años setenta del siglo pasado, así como a sus fundamentos ideológicos.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el electorado británico realizó una decidida apuesta por el cambio político. El exultante premier Churchill, héroe indiscutido de la victoria y personaje que supo hacer frente a la terrible situación de soledad internacional de Gran Bretaña en mayo de 1940 frente a una arrolladora Alemania nazi, fue derrotado en las elecciones de 1945 por los laboristas, liderados por Clement Attlee. Se pueden hacer varias conjeturas sobre este vuelco pero seguramente tiene mucho que ver con el deseo de los británicos de pasar el testigo hacia los que consideraban podían gestionar mejor la reconstrucción del país en un sentido eminentemente social. Churchill era una personalidad arrolladora, muy excéntrica, y que había demostrado una fortaleza y genialidad poco comunes para levantar a un país atemorizado, pero ese mismo país no le veía como capacitado para construir un modelo social más justo que aminorara las diferencias sociales y superase las penalidades del pasado.

No era la primera vez que los laboristas accedían al poder pero sí la primera que lo hacían gracias a una mayoría parlamentaria. Attlee nacionalizó las minas, los ferrocarriles y el tráfico aéreo, el gas, la energía eléctrica y las minas, la industria siderúrgica y el Banco de emisión. Estas nacionalizaciones pretendían cumplir el primer objetivo laborista: el pleno empleo. El segundo objetivo del gobierno  fue abordar la seguridad de todos los británicos, no sólo de los que trabajaban, en relación con los diversos riesgos de la vida: enfermedad, accidente, invalidez, maternidad, paro y fallecimiento. El ministro Aneurin Bevan estableció el Servicio Nacional de Salud, al que todos los ciudadanos y ciudadanas podían acceder. Por fin, para poder financiar el Estado del Bienestar se planteó una importante reforma fiscal, el tercer objetivo laborista, en un sentido eminentemente progresivo.

Las tres grandes políticas laboristas se basaban en los principios recogidos en los dos Informes Beveridge, los pilares del Welfare State y de la política del pleno empleo. El primer Informe nació por el deseo del  ministro de Trabajo, el laborista Ernest Bevin del gobierno de concentración nacional formado por Churchill en 1940, de plantear una seguridad social coherente. Para ello,  encargó la elaboración de unas recomendaciones al reformador, político y economista William Beveridge. El Informe vio la luz en 1942. En él se abordaba la necesidad de que los gobiernos y poderes públicos considerasen como cuestión de estado el bienestar de la sociedad. No se trataría de arbitrar políticas de caridad o de ayuda para colectivos desfavorecidos permanentemente o por los vaivenes de los ciclos económicos, como se había hecho en el pasado, sino de establecer la seguridad social como un derecho de todos los ciudadanos y ciudadanos. Los beneficios que generaba la economía no podían ser solamente disfrutados por una parte de la sociedad. Es importante destacar que estas concepciones nacían en la patria del liberalismo económico, completamente contrario a la intervención del Estado en la economía.

El segundo Informe (1944) llevaba el título en castellano de “Trabajo para todos en una sociedad libre”. Un sistema de protección social exigía una decidida política de pleno empleo, convergiendo en este caso con algunas de las ideas de Keynes.

El gobierno laborista de Clement Attlee y el Estado del Bienestar