sábado. 20.04.2024
LECTURAS SUMERGIDAS | REVISTA LITERARIA

Gabriele Nissim, la reivindicación de la bondad

Por Emma Rodríguez | Lo que hace Gabriele Nissim, periodista y ensayista italiano, es buscar en el discurrir de la historia reciente a esos hombres y mujeres que se arriesgaron en nombre de una ética personal, de una moral no dictada por leyes, ideologías ni religiones...

Gabriele Nissim © Archivo personal del autor
Gabriele Nissim © Archivo personal del autor

lecturassumergidas.com | @lecturass | Por Emma Rodríguez | Quiero empezar diciendo que el título y la portada en verde, con la imagen de un trozo de bosque, del ensayo del que voy a hablar a continuación llamó mi atención desde el escaparate de la librería La Central (Madrid). Me atrajo poderosamente una palabra, bondad, un término poco habitual en nuestras conversaciones, en las noticias que entran en nuestras casas cada día, en las novelas que leemos. Un término que, en cierto modo rehuimos utilizar porque la contemporaneidad ha impuesto la idea, ya convertida en tópico, de que la maldad resulta mucho más atractiva, de que los héroes de la vida y de la ficción tienen que tener un punto de perversidad para ser interesantes, para despertar nuestro interés.

“La bondad insensata”, con subtítulo “El secreto de los justos”, de Gabriele Nissim, editado por Siruela, me atrajo, sí, porque suponía un contraste, una inesperada novedad, y me invitaba a reivindicar íntimamente un valor despreciado precisamente por su positividad. Curiosa paradoja en una época en la que se nos llena la boca criticando la infamia, la mentira, la falsedad de quienes nos vendieron la idea de un paraíso que resultó ser de cartón piedra. Pensaba en ello sin saber aún de qué trataba el ensayo, antes de leer la contraportada, encabezada con un fragmento del escritor ruso Vasili Grossman. “Yo no creo en el bien, yo creo en la bondad. (…) Es la bondad de un hombre para con otro hombre, una bondad sin testigos, pequeña, sin grandes teorías. La bondad insensata podríamos llamarla. La bondad de los hombres más allá del bien religioso y social”.

Curtido en el mal, en los totalitarismos, autor de novelas tan estremecedoras como “Vida y destino”, Grossman acuñó esa poderosa definición, bondad insensata, para referirse a las acciones valerosas, desinteresadas, que se realizan sin tener en cuenta las consecuencias, porque algún resorte en el fondo de la conciencia nos indica que es lo correcto, lo responsable, aquello con lo que de verdad podemos sentirnos a gusto con nosotros mismos. Todos, en mayor o menor medida, hemos vivido situaciones en las que hemos sido capaces de decir no a hechos que nos han parecido injustos: en la calle, acompañados de miles de manifestantes; en el entorno de trabajo, en la comunidad de vecinos, en el ámbito familiar… Muchas veces hemos experimentado el orgullo de enfrentarnos al poderoso o de defender al amigo, conscientes de que ese gesto no era el más beneficioso para nuestros fines. Pero la mayor parte de los protagonistas de este libro se han tenido que jugar mucho más. Han cultivado esa bondad insensata en situaciones límite, aún a sabiendas de que sus oficios, sus posiciones, sus reputaciones, incluso sus vidas, estaban en peligro.

Lo que hace Gabriele Nissim, periodista y ensayista italiano, es buscar en el discurrir de la historia reciente a esos hombres y mujeres que se arriesgaron en nombre de una ética personal, de una moral no dictada por leyes, ideologías ni religiones. Una moral mucho más honda, incomprensible a veces, acompasada con los pulsos del corazón. Hombres y mujeres que no tuvieron dudas a la hora de tender la mano a las víctimas de su tiempo, que no acallaron el grito ante las injusticias. Personajes poco conocidos, salvo excepciones; seres anónimos sepultados bajo el peso apabullante de las circunstancias temporales; habitantes del trecho del olvido, del ancho río que transcurre en paralelo y que  conforma esa intrahistoria muda, pero increíblemente luminosa cuando es desvelada.

“Los acontecimientos relacionados con los justos con frecuencia resultan invisibles y de escaso interés para los historiadores porque se refieren a comportamientos que dejan pocas huellas y no parecen modificar el curso de los acontecimientos”, señala el autor, dispuesto a combatir el silencio, la desmemoria colectiva. De ahí que la entrega esté llena de nombres propios, de múltiples ejemplos de valentía, de desobediencia civil, de rebeldía. “Esas ocho personas que en 1968, en Moscú, después de la invasión de Checoslovaquia, se manifiestan durante dos minutos en la Plaza Roja, antes de ser llevados en volandas por los agentes de paisano, por ejemplo, nunca serán consideradas decisivas para el final del imperio soviético. Sin embargo, asumen una responsabilidad personal, frente al silencio de una nación aterrorizada y engañada, porque quieren lanzar un mensaje moral de condena”, pone Nissim un ejemplo que, traspasando el túnel del tiempo, nos lleva de inmediato a identificar escenas e imágenes de activistas que hoy luchan por defender los derechos de una gran mayoría sumisa, acomodada, temerosa...

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