viernes. 29.03.2024
carcel-segovia-encendida
La antigua prisión provincial de Segovia, situada en el nuevo centro de la ciudad.

José Benito Batres*

Hace 45 años, un tres de diciembre de 1975, en una noche fría y lluviosa, salí del Penal de Segovia. Acababa de cumplir veinticuatro años. Franco había fallecido unos días antes, el día 20 de noviembre. La muerte del dictador no me produjo ni  alegría ni tristeza. No había sido juzgado y había muerto rodeado de los suyos. Otros muchos que habían sido fusilados o fallecidos en prisión no habían tenido esa suerte. Aquel dictador de voz aflautada, de maneras ridículas y retórica hueca y vacía de contenido había perseguido con saña a la disidencia política, sobre todo a los comunistas. No habíamos conseguido terminar con aquel régimen fascista, asesino y criminal, pero ellos tampoco habían conseguido exterminarnos Su intento fue vano, seguíamos resistiendo. Centenares de miles de muertos, encarcelados, torturados y exiliados son parte de su herencia, pero no la única. Allí estábamos, a pesar de su encarnizamiento, unas decenas de miles de resistentes habíamos sobrevivido en el interior de España. Aquella trituradora de mentes había conseguido atemorizar de tal forma a la sociedad española que su legado se prolongaría hasta el día de hoy. El General Juan Chicharro, Presidente de la Fundación Francisco Franco, lo expresó con absoluta claridad: la diferencia entre Hitler y Franco es que éste último ganó la guerra. Los militares son así, se remiten a lo sustantivo, a lo sustancial, sin circunloquios.

Por eso Franco no se complicó la vida, decidió exterminar cualquier tipo de oposición a su dictadura, pero centrando su enemigo principal en el comunismo. Sabía que si se trataba de asesinar o encarcelar comunistas, aunque todos no lo fueran, los “democráticos” gobiernos occidentales no se opondrían. Total, una  cosa era enjuiciar al nazismo por el genocidio de los judíos y otra cosa muy diferente era hacer lo mismo con el genocidio de Franco a los “comunistas”. El doctor Antonio Vallejo Nájera Lobón, que por algo había estudiado e investigado en la Alemania nazi, se dedicó a descubrir el “gen rojo”, que teníamos los republicanos españoles y heredaban sus hijos. En los sótanos del Archivo Histórico Nacional de la Guerra Civil en Salamanca hay cerca de un millón de fichas de “rojos”, algunos recién nacidos, y que fueron consultados por la Dirección General de Seguridad hasta finales de los años sesenta. Sin duda para la dictadura era fundamental controlar ese “gen rojo”, para eso había que fichar a los recién nacidos.  

A veces las ideas simples son las que mejor funcionan y eso le pasó a Franco. Su escudo siempre fue que él luchaba solamente contra el comunismo. Otros se lo creían o les interesaba creérselo. Bajo ese manto, la dictadura cometió impunemente la mayoría de sus execrables crímenes.   

El trabajo de exterminio fue persistente y concienzudo. No consiguió exterminar a los comunistas, pero los convirtió en el enemigo público número uno de toda la sociedad. A lo largo de esos cuarenta años y a base de fusilamientos, torturas y encarcelamientos consiguió doblegar a la mayoría de la población en España que no se había exiliado. A los que le rendían pleitesía les favoreció con privilegios y prebendas. Decidió eso sí, que el enemigo siempre viniese de fuera, del extranjero. No podían ser españoles aquellos que disentían de su persona  y de su corrupto régimen.

¿Después de Franco, ¿qué? Se preguntaba Santiago Carrillo en la cabecera de su famoso libro Hoy la respuesta es muy sencilla: el franquismo, con un ropaje democrático adecuado a los nuevos tiempos; eso sí, manteniendo los mismos privilegios y corrupción de aquellos años grises de la dictadura. ¿Alguien puede pensar que aquellos que habían salvaguardado su poder durante cuarenta años iban a renunciar sin más y aceptar pertenecer a un país perfectamente homologable con las democracias europeas?

Los que han elogiado la transición  en España como un modelo bucólico e idílico del paso de una dictadura a una democracia o no la sufrieron o forman parte de los que más se han beneficiado de ese engaño. Hoy los que más claman de ser demócratas son los que nos torturaron y nos encarcelaron a mi padre, a mi hermano y a mí (todos teníamos el gen rojo) y también los que quieren ocultar esa parte de nuestra historia, de su historia, y también los equidistantes entre la víctima y el verdugo. 

Cuando salí aquel 3 de diciembre de la prisión de Segovia apenas éramos ochenta presos políticos los que estábamos allí. No llegábamos a ser ni mil los presos políticos en todas las cárceles españolas. La dictadura fascista no nos había exterminado pero había cumplido en parte sus objetivos. Había atemorizado y seguía atemorizando a todo un pueblo. Unos exiliados, otros acobardados, otros ignorantes de la realidad, otros preferían conformarse con las migajas que les daban y otros, unos pocos, privilegiados con todos los derechos y con la única obligación de servir fielmente a Franco, aunque fuese a costa de ser participes de los crímenes de la Dictadura. No es raro  que ahora clamen por su libertad en parte perdida, la que perdieron cuando falleció Franco. Ellos podían cometer  toda clase de crímenes con absoluta impunidad.

postal 1
Postal elaborada en el penal de Segovia

Llagaron las primeras elecciones democráticas, bajo amenazas y asesinatos impunes, con las instituciones franquistas intactas y sin que se depurasen responsabilidades por aquel genocidio ideológico.  Absoluta impunidad sobre sus crímenes. Jueces, policías, ejército, funcionarios, jerarcas  del franquismo, Iglesia, todo sin tener que explicar cuál había sido su participación en la dictadura. Algunos pensaban que el pueblo daría alguna opción a los que se habían partido la cara para luchar contra Franco. No fue así. Descalabro, desencanto. Algunos, defraudados, tenían prisa, mucha prisa. El pueblo, sojuzgado durante cuarenta años, no respondía a las expectativas que se había creado en  una parte de la resistencia.  Algunos vieron  su oportunidad y se fueron al PSOE e incluso a UCD. Total ya habían estado en la resistencia contra Franco; habían cumplido y a pesar de ello con su participación apenas habían conseguido un exiguo número de votos.

Algunos de los dirigentes de la extrema, muy extrema izquierda, también se pasaron al PSOE, incluso a la derecha. Aquel individuo con chaqueta de pana, abogado desde hacía 11 años, que no había ejercido su profesión en el TOP defendiendo en Sala a ningún preso político, convenció a la población española de sus bondades. Cuarenta años después decidiría irse a  Venezuela a ejercer su profesión de abogado defensor, lo que no había hecho en su país.  Pero le votaron masivamente por su verbo fácil, por su demagogia barata y porque los comunistas dábamos mucho miedo. Los cuarenta años de propaganda de la dictadura, la virulencia con la que se había tratado a los comunistas era suficiente para que muy pocos diesen su voto al PCE. Al resto de los partidos a la izquierda del PCE les pasó lo mismo y prácticamente desaparecieron, con nulos resultados electorales. 

La sociedad española después de aquella dictadura cruel estaba exhausta y atemorizada por lo que durante aquellos cuarenta años había sufrido. Sus pistoleros seguían asesinando con absoluta impunidad a los militantes de izquierda. La excepcionalidad de la dictadura se había convertido en rutina y por eso matar a un disidente no era un crimen, era un servicio a la patria. Todo ello con el silencio culpable de los gobiernos de las “benditas democracias europeas”.

Seguramente se pudo hacer más para que esta democracia fuese más fuerte, más sólida, más consolidada. No fueron tiempos fáciles y tampoco hay que exagerar sobre las posibilidades de la izquierda. Los más de doscientos muertos por la intervención de la policía y los grupos fascistas son prueba de ello.  Se sabe que las dictaduras crean pereza mental en una gran parte de la población; para qué pensar si hay otros que deciden por uno. La pereza mental si es hereditaria en las sociedades cuando se pasa de una dictadura a una democracia débil, tutelada por el ejército, la policía, la judicatura, la Iglesia Católica y todos aquellos poderes facticos que dieron su apoyo a la dictadura.    

Todavía hoy, algunos jueces de esta democracia aplican condenas a detenidos  de la izquierda, más duras que las que se aplicaban por el Tribunal de Orden Público en la Dictadura. Resulta cuanto menos vergonzoso que algunos de aquellos prohombres de la “izquierda” firmen una carta a favor de Martín Villa exculpándole de cualquier responsabilidad en aquel periodo y le agradezcan los servicios prestados. Se podrían haber callado pero su arrogancia y su necedad es tan grande que han querido manifestar su cariño y admiración por aquel que calló y ocultó a muchos de los responsables directos de aquellos crímenes Ese cariño no lo han mostrado por otras víctimas del franquismo, que dieron su vida por la democracia . Como era de esperar la derecha más rancia y fascista ha elogiado y agradecido su carta. Que nadie espere que se pregunten como el socialdemócrata Augusto Bebel que error han cometido para que la derecha les elogie.

La batalla la han ganado ellos pero algunos, aunque no muchos, seguimos, como siempre, luchando para que se sepa la verdad y para que en España haya una democracia avanzada.


*Fue detenido la primera vez con quince años. De los quince a los veinte años fue detenido en siete ocasiones y procesado cinco veces por el Tribunal de Orden Público con dos condenas de cárcel.  Como  represalia también fueron detenidos su padre y su hermano. Participó en tres huelgas de hambre y cumplió un total de más de cuatro años de cárcel.  


Artículo relacionado: Hace 51 años

Hace 45 años, un tres de diciembre de 1975, en una noche fría y lluviosa, salí del...