jueves. 18.04.2024

Ayer estuve en Belchite y vi la fosa común que han empezado a excavar. 

Vi el mimo y cuidado con el que los pinceles y paletinas quitan la tierra de esos huesos rotos, de esos cráneos agujereados, de esos cuerpos destrozados que fueron tirados, abandonados... 

... En esa fosa, y en otras que todavía hay que exhumar, están los cuerpos de quienes, entre el 19 y el 20 de Julio de 1936, en los primeros momentos del golpe fascista, antes de que empezara la guerra, ya fueron asesinados/as por los sicarios del fascismo.

Cumplían así las recomendaciones del General Mola que, en una de las órdenes de urgencia de los sublevados decía: "En el primer momento, deben consentirse ciertos tumultos, a cargo de civiles armados, para que se eliminen determinadas personalidades, se destruyan centros y organismos revolucionarios". 

El franquismo lo tenía claro: "Tenemos que matar, matar; ¿sabe usted? Son como animales, ¿sabe?, y no cabe esperar que se libren del virus del bolchevismo."

En  Belchite, como en tantos otros lugares, esos "tumultos consentidos" fueron la licencia para asesinar a militantes de organizaciones políticas o sindicales, a quienes fueron simplemente simpatizantes, a quienes habían votado las opciones del Frente Popular. 

Estos días, en muchos cementerios, al igual que en el de Belchite, muchísima gente llevará flores a los lugares donde reposan sus familiares, sus amigos/as, sus compañeros/as.

Estos días habrá decenas de miles de personas que no podrán llevar flores a quienes, como los/as de la fosa de Belchite, fueron asesinados por el odio fascista.

Quienes están en esas fosas no tuvieron una mano cariñosa en el último momento, no vieron el rostro de quienes querían, no sintieron el cariño de nadie, no vieron las lágrimas que les despedían. 

Estaban solos/as, sintiendo el horror de la humillación, sufriendo la tortura de saber que iban a ser asesinados/as. 

Lo último que vieron fue el fusil o la pistola que los mataba, lo último que sintieron fue la bala que les destrozaba el cráneo.

Hoy hay decenas de miles de personas en este país que querrían llevar flores a su gente, pero no saben donde están.

También querrían que, en este país, se hiciera Justicia, se reconociera la verdad, se condenara el franquismo y  se abriera el paso a la Memoria y a la Reparación.

Gracias Adolfo.

Nuestro padre, descansa en paz. 

Flores en los cementerios