viernes. 19.04.2024
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¿El festín de Babette?

Por Miguel Sánchez | La política cultural en España se ha convertido en una fijación extrema para este Gobierno con un continuo ataque verbal y presupuestario que la dirige hacia la banalización, el entretenimiento y lo superfluo.

Los presupuestos generales del Estado de 2014 para la inversión en Cultura, no nos ha sorprendido. Las últimas consecuencias de los recortes emprendidos se reflejan en las constantes noticias a cada cual más desoladora. Esta misma semana conocíamos el cierre de los cines Renoir, unos de los más emblemáticos de la capital, y pocos días antes se presentaba en el marco del Festival de San Sebastián, la crítica situación de la industria del cine por la Federación de productores (FAPAE). La facturación del cine español en 2012 ha sufrido una caída del 15%, una pérdida de empleo del 12% y una caída del 28,7% de los rodajes emprendidos. La directora del ICAA adelantaba la imposibilidad de hacer frente a las deudas de amortización con las películas estrenadas desde 2012. Susana de la Sierra intentaba paliar esta situación anunciando la propuesta de avanzar en el incentivo fiscal del 18% actual al 25%, aunque matizaba que "solo puede ser presentada si cuenta con el visto bueno del Ministerio que dirige Cristóbal Montoro" lo que hace sospechar que pasará  a formar parte del cajón donde aguarda la revisión del IVA cultural o la ley de mecenazgo.

Esta debacle no es una situación exclusiva del cine. El apagón lo sufren todos los sectores de la cultura, desde las artes escénicas, pasando por la música, o los archivos, museos o bibliotecas. Incluso el Museo del Prado, buque insignia de la cultura española y hasta ahora casi intocable, sufre unas pérdidas que “obedecen fundamentalmente a que las transferencias del Estado fueron minoradas en el 25,24%” en el último año y ya acumula una disminución de las aportaciones públicas de en torno al 50% desde 2009.

Es cierto que estos problemas no afectan solo a España. El modelo británico de financiación -que se nos ha marcado como el mejor camino a seguir y la panacea sostenible- también está sufriendo los efectos devastadores de la crisis. La Asociación de museos Británicos presentaba algunos datos  reveladores de este modelo liberal aplicado: un 37% de reducción de personal, del 28% en las actividades gratuitas y en un 31% de las visitas escolares. Su director, Mark Taylor, ya anunció que “los esfuerzos filantrópicos nunca van a sustituir a la pérdida de financiación pública".

La política cultural en España se ha caracterizado a lo largo del periodo democrático por una ausencia de interés real y una falta de política de Estado, pero ahora se ha convertido en una fijación extrema para este Gobierno con un continuo ataque verbal y presupuestario que la dirige hacia la banalización, el entretenimiento y lo superfluo.

El sector cultural ha intentando defenderse argumentando su supervivencia desde sus dimensiones más visibles: la cultura es un derecho, elemento básico de la sociedad del bienestar y herramienta fundamental para la cohesión social, pero también, por si era más efectivo desde el punto de vista económico, reiterando una y otra vez el manido 4% del PIB y 3% del empleo total. De nada sirven estos argumentos en estos tiempos, y las respuestas siguen siendo las mismas. La cultura es mero entretenimiento y por tanto debe aplicarse austeridad y puritanismo fiscal.

El Forum de Avignon, foro de referencia impulsado desde el ministerio de cultura francés publicaba a principios de año una guía que plantea cuatro grandes líneas de política cultural a desarrollar. Destaca entre estas líneas, la movilización de la sociedad y de sus creadores como inversión colectiva esencial del Estado de bienestar.

La movilización, la visualización y las alianzas de la sociedad civil, comienzan a dar ciertos frutos de manera simbólica, como algunas propuestas que llegan desde el Reino Unido con las artes escénicas o incluso desde Italia donde el Teatro Valle Occupato, el teatro más antiguo de Roma que acaba de recibir el prestigioso ECF Princess Margriet Award, ha sido “ocupado” por un colectivo de creadores, impidiendo así su privatización, y ha conseguido el reconocimiento de “bien común” convirtiéndose en uno de los espacios culturales más importante de la ciudad.

Frente al puritanismo de la austeridad, llega la hora de servir la mesa de Babette! Ciertamente las viandas no llegarán de la filantropía privada, de una tasa sobre las loterías, o de un tratamiento fiscal favorable, pero puede que la movilización directa de creadores con estrategias de visibilidad al servicio de los ciudadanos logre recuperarla como pilar del Estado de Bienestar. O bien, cuando queramos darnos cuenta, nada quedará para salvar.

¿El festín de Babette?