viernes. 29.03.2024
Foto Federico

¡También se muere el mar!


Mi resurrección olerá a rosas y espliego y ocupará todo el cielo. Será de puertas abiertas al alba y la lírica. Será fluvial, con guijarros y rumores y proyectará un brillo añejo buscando el amor sobre los ataúdes. Tendrá un sol nadador y musculoso y una luna lúbrica me ofrecerá los glúteos de la noche y el tacto azul que te adormila. Veré cómo el mar se pone de pie y de un salto atrapa al aire y se lo lleva al agua para que sea agua y leyenda. El agua va al agua. El principio huye hacia el principio. Agua más agua bajo una carpa de pájaros y suspiros. La piel azul me amará y me dará cuerpos vibrantes. Susurros y sosiegos. Y todos los veranos cálidos en un otoño eterno de alas y estremecimientos. El mar es un símbolo. El agua, su inmensidad, es una visión a destiempo. Los ahogados también. El mar es un símbolo. Todo es un símbolo. Todo es una mentira certera en pos de la belleza, necesaria, fisiológica, insustituible. Esa esquizofrenia que alivia el dolor. Todo es un símbolo. El mar. Impreso. El viento impreso. La sangre impresa, nimbada de mariposas y brisas remotas. La arena impresa. Las sirenas de Homero impresas. El rostro querido, impreso. La congoja y el relámpago impresos. Yo mismo tendido en altar mar impreso y encuadernado. Todo impreso y dando vueltas como una bola independiente con ganas planetarias y pálpitos de cosmogonía. Sólo quiero crear un espacio sin cartografía y un tiempo sin relojes. Lo de menos es qué ser, lo más, adentrarse asombrado en la hondura de ese espacio y ese tiempo. Tengo un sueño lapislázuli parado en la tez y por los ojos un desfile de langostas bíblicas. Tengo un océano en miniatura escondido en el vientre a punto de hablar olas y seres. Tengo un azul persa de color y etimología en el riego de las ideas y una muerte chillona enterrada en la vida para no morir jamás. La muerte, tú y yo nos traspasamos la voz en un ritual de reproches y deseos. No hay gramática sin palabras. No hay fuego sin calor. No hay sustento sin un cuerpo. Hay criaturas que crecen a oscuras como hay agua que vive clandestina a la espera de nuestra sed. Hay tubérculos que quisieran ser corazones incomestibles. Hay venas que escalan inocentes hasta las nubes. Dame tu mano por tierra, mar y aire. He borrado todos mis números. Sólo tú eres táctil. Ya estoy despojado y arrojado por voluntad propia. Estoy fuera del círculo. Amante, muerto, resucitado: el amor es un exilio contemplativo que rompe los espejos y la vida es su dulce condena. Te traigo una lágrima que pesa como el mar de los tristes. Te traigo una lágrima con el tamaño del mundo y con los rizos de un niño, que creció sola en el desván donde la tierra genera su aliento. No hay más. El resto es literatura.

Federico