sábado. 20.04.2024
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Portada y solapa del libro de Luis Sepúlveda Historias marginales (foto: Iñaki Chaves)

Nuestras vidas están llenas de historias. A veces, esas historias salen de las páginas de los libros que nos han acompañado en nuestro deambular por la existencia. Uno de ellos narraba, bajo el título de Historias marginales, los relatos que buscan sacar del olvido las memorias de los otros.

Contar las historias de muchas víctimas. Esa era la finalidad de esos relatos y a eso dedicó Luis Sepúlveda muchísimas páginas de su gran obra literaria. Narrativa para la resistencia, narraciones para la memoria, historias para contar del mundo y de las vidas de sus otros habitantes, los que no estarán en las “historias oficiales”.

A partir de una frase en una piedra del campo de concentración de Bergen Belsen (Alemania), de unas palabras estremecedoras que solamente sintió frente a “El grito” de E. Munch o ante las esculturas de Ibarrola, donde encontró la pasión y la ternura en un lenguaje que no alcanzaron los más de mil libros leídos, construye, o más bien compone, como en una partitura musical en la que los signos que forman las palabras sustituyen las notas sobre el pentagrama, una suerte de historias de vida, sencillas, de gentes comunes, que son parte de esas que la Historia ha marginado.

Vlaska, rusa; Fredrich Niemand, alemán; Lucas, argentino; Gálvez, chileno; Vidal, ecuatoriano; Camila, uruguaya; Giuseppe, italiano; Simpah, bengalí, y Fredy Taberna, su amigo de Atacama. Las vidas, mínimas, en apenas cuatro o cinco páginas, de esos nombres son, junto a otras veinticinco, las que constituyen los relatos incluidos por Sepúlveda en ese libro que nos cuenta de personas soñadoras, jodidas, forasteras, luchadoras contra corriente, piratas honrados, activistas y resistentes cuya vida nunca saldrá en los noticieros porque no son relevantes, porque “no tienen biografías, sino un olvidadizo pasar por las calles de la vida”. No dieron espectáculo en vida y no fue una tragedia su muerte; sin embargo, leerlas nos edifica como seres humanos.

El virus se ha llevado por delante a Luis Sepúlveda, ha fallecido en un hospital de Oviedo (España) y sí ha sido noticia en los medios. La frase de aquella piedra decía “Yo estuve aquí y nadie contará mi historia”. Ahora, es el momento de repasar su obra para que sepan que él nos contó muchas historias y para evitar que mañana le cubra el polvo del olvido.

Marginales historias del mundo