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Álvaro Gonda Romano | @AlvaroGonda1
Dirigida por Yorgos Lanthimos, comedia negra en tres actos. Teoría unificante acerca del poder, el abuso y la dominación implicadas en relaciones amorosas de grado y tinte diverso.
Jesse Plemos, Emma Stone, Willem Dafoe, Margaret Qualley y Hong Chau son protagonistas de tres historias vinculadas, donde el común denominador es la complacencia y el abuso a extremos que combinan el delirio con la manipulación y el éxtasis místico en la pureza de los elegidos.
La primera incursión sostiene el lujo de un empleado de clase media controlado por un jefe que lo incita a la complacencia a cambio de seguridades y beneficios. Raymond gobierna la vida de un obsecuente “súbdito” a tiempo completo. Robert Fletcher expresará sus límites al negarse a embestir un auto, el riesgo de vida es más fuerte, la decisión traerá consecuencias.
En la segunda historia, David es un policía cuya esposa desaparece en una expedición marítima. Al retornar, la paranoia captura al marido, quien desconfía de su esposa, no la reconoce como la misma persona. Sus pedidos pondrán a prueba la vida de Liz.
En el tercer “capítulo”, una pareja de adeptos a una secta está buscando a una persona especial capaz de resucitar muertos en la morgue. La peripecia los sitúa en la necesidad de sostener la pureza exigida por los líderes religiosos; Omi y Aka serán intransigentes.
Teoría unificante acerca del poder, el abuso y la dominación implicadas en relaciones amorosas de grado y tinte diverso
Lanthimos y la polémica; la cinta sostiene la envidiable constante de un tratamiento temático a la altura de una filmografía profunda y consistente, aunque algunos opinen lo contrario.
La visión se sitúa en la pericia necesaria a la regulación de circunstancias antepuestas a la postulación de diferencias. La degradación humana es ineludible resultado de la complementariedad afincada en necesidades afectivas de seguridad. El éxito material es subsumido en la potencia de urgencias que otorgan sentido al presente. Las relaciones de dependencia son moneda corriente; el poder obedece a arbitrarias concepciones que expanden, comprimen o fragmentan posibilidades. El fenómeno es universal, Robert no es el único que experimenta un “amor” extorsivo, las relaciones amorosas confinan un estado condicionado. Raymond es algo así como el “deber por amor”, suerte de extrapolación de condiciones de vida extendidas a la relación de pareja. Todo en el agradecimiento que el miedo otorga al poder. El temor se nutre de fallas atinentes al vivir; esquemas que se aferran a la complacencia de quien nos “quiere” y da seguridad, sea un jefe abusivo, un marido paranoico o los líderes de una secta. La apuesta es la búsqueda de seguridad en el afecto; el complemento contempla relaciones humanas, la sumisión es regla voluntaria abstraída de fenómenos injustos. Los animales son ejemplo, conducen autos, se relacionan mejor que los humanos.
Los roles varían ex profeso. Los protagonistas experimentan diferentes estados. La asociación al poder oficia de patrón sumergido en relaciones sostenidas por disimulados desamparos. Todos temen la ajenidad al control, nadie quiere ser ignorado, la dominación se expande, la construcción de identidad otorga sentido. Emily descubre la aceptación no exenta de intereses; aunque los desarrollos explorarán la dependencia en el ejercicio de diversas clases de poder relacional. Los “tipos de gentileza” soportan la variedad en la multiplicidad de contactos cotidianos, adelanto impreso en el gráfico de presentación.
Un tanto excedida en el metraje, quizá en su tercera parte, Kind of Kindness transita el humor negro con intimidante pesadez narrativa, no exenta de elegancia. Lanthimos peca de adherencia a un desarrollo donde las ideas circulan con naturalidad, y los deseos se entrecruzan impregnados de omisiones alusivas a lo oculto. El silencio es elocuente, las poses de Liz interponen la amargura, el callejón sin salida es el absurdo, la locura que interviene el poder a manera de flagrante manipulación enquistada en el ejercicio de la ley. Facetas del autoritarismo a gusto del consumidor. Mientras, Raymond hace gala de un esquema más directo, lógica impuesta desde un amor posesivo condicionado en la permanencia del éxito material.
La asociación al poder oficia de patrón sumergido en relaciones sostenidas por disimulados desamparos
El tratamiento implanta razones desde el campo afectivo; el amor es control por beneficio, medida extensiva que subsume aspiraciones vitales en chantajes emocionales.
Omi y Aka serán los líderes espirituales que introducen la sexualidad en términos de intimidad exclusiva; jueces, de apariencia benévola y comprensiva, inculcan una visión de sometimiento por exclusión y renuncia a los habituales cánones de la vida.
La rutina establece referencias de control. Lo conocido proporciona la identidad de lo que respeta la prescripción, o se aloja en el lugar esperable, acoplado a sensaciones de seguridad que refuerzan el sentimiento de control. El acto de comer chocolate irrumpe en la diferenciación de pautas, genera extrañeza. Las experiencias transforman para los dos lados; tanto el cambio, como la permanencia, organizan esquemas de acción en defensa de las propias necesidades.
Algunos travellings conllevan la impronta; lentitud esencial al enigma; el poco a poco resarce, legitima el ritmo pausado, la paciencia recrea la posibilidad como emergencia. Estamos frente un recurso que acerca sin emitir suspenso, se queda en la osadía cotidiana del devenir; fomenta el absurdo señalizado en la circunspección del cómplice, un guiño al espectador en su butaca.
Las formas de relacionarse con la dependencia despuntan en el resarcimiento consumado, la complacencia y el resarcimiento fallido en la muerte como acto limitante.
En el episodio primero, y permítaseme designarlo de este modo, ya que existe una continuidad en la historia, Robert claudica en la compensación. La rebelión se estrella contra realidades que lo confinan a la pérdida, más de posesiones, que de posiciones. Termina en la complacencia plena ante la autoridad “benévola” que lo “forjó”. La dominación opera como control en el reclamo de amor.
Tres diferentes formas de inmolarse. La dominación es forma voluntaria de sometimiento al poder no autoritario
El segundo es la complacencia del otro en el acto límite, la muerte es el sacrificio de entrega; otra vez un alguien dictamina desde el afecto presente. David es el enfermo que reclama obediencia, la manipulación por un estado. La enfermedad mental se instala a manera de escudo siniestro que regula los antojos. La dominación se expresa en la compasión patológica que trae el auto exterminio.
La tercera narración refuerza el tema del resarcimiento en lo fallido, un acto que ocasiona el deceso inesperado. Es la dominación como aprovechamiento de la necesidad de aprobación.
Tres diferentes formas de inmolarse. La dominación es forma voluntaria de sometimiento al poder no autoritario, aunque sí manipulador de necesidades afectivas.
Quien sostenga que la cinta no ofrece suficiente tela para cortar, tal vez pretenda un exceso de obviedad no característico en el autor. Las obras de Lanthimos no suelen ofrecer excesivas dificultades a la interpretación, se caracterizan por una profundidad meridiana que escarba en la esencia del comportamiento humano para hacer énfasis en las miserias más recónditas.
Las obras de Lanthimos no suelen ofrecer excesivas dificultades a la interpretación, se caracterizan por una profundidad meridiana que escarba en la esencia del comportamiento humano
Una disección solvente; los temas se extienden en planteos alternativos acerca del mismo punto: el ejercicio del poder sobre los demás. Una mirada abarcativa, sintética, sistémica, aunque un tanto incompleta. Los mecanismos de poder a pequeña escala, las relaciones humanas cotidianas hacen carne en la manipulación nuestra de cada día. Quizá molesta porque habla de nosotros mismos. El lenguaje cínico estampa, en lo absurdo de la naturaleza humana, entresijos de beneficios reñidos con la moral. Ecuaciones arraigadas en grotescos estereotipos, matizados en incursiones que alegan distorsión; requisito imprescindible a la expresión de un humor negro de carcajada transitoria. La tensión por el absurdo inclina la balanza hacia el terreno acerca de lo que podría llegar a suceder.
El amor como precondición de dominación; esquema reiterado en tres episodios, patrón de carácter general que oficia de inapelable constante en el impulso que repite la idea en diferentes estrategias. El policía domina desde la “enfermedad mental”, el patrón por el dinero, el líder espiritual lo hace recostado en la fragilidad emocional de sus fieles.
Una vez más, Yorgos Lanthimos sorprende sin renunciar a un estilo.