jueves. 25.04.2024
CINEPLEX
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Cristina Rosales García |

En diciembre de 2012, Maureen Kearney, sindicalista del gigante nuclear Areva, fue atacada brutalmente en su propia casa después de haber estado recibiendo amenazas contra su vida. Maniatada, amordazada, con una “A” grabada en la barriga y el mango de un cuchillo introducido en su sexo, pasó horas en el sótano de su casa hasta que la asistenta la encontró. Así comienza Un blanco fácil, un thriller político dirigido por el francés Jean-Paul Salomé que adapta el libro La Syndicaliste (título homónimo en su idioma original) de la periodista Caroline Michel-Aguirre, inspirada en el caso real de Kearney —interpretada por la siempre maravillosa Isabelle Huppert, con quien Salomé ya había trabajado en su largometraje anterior La Daronne—. La película se estrenó en el programa Orizzonti de la última edición del Festival Internacional de Cine de Venecia y llega a nuestras salas el próximo 9 de junio.

Tras la secuencia inicial en la que el espectador realmente no ve lo que ha sucedido, sino que es conocedor de los hechos a través del testimonio telefónico de la asistenta a la policía, la historia retrocede unos cuantos meses atrás. En este nuevo escenario, Maureen lucha por desmantelar un contrato secreto entre su empresa, un conglomerado multinacional muy importante en el sector de la energía nuclear, y China, que hace peligrar el puesto de trabajo de gran parte de la plantilla. En su intento por evitar que el acuerdo se firme y los trabajadores se vayan a la calle, se gana algunos enemigos que harán lo que haga falta para quitarla de en medio, desde políticos hasta empresarios. La prensa se hace eco del escándalo y es ahí cuando empiezan las reuniones ministeriales, el espionaje industrial y el secretismo en la sala de juntas. Maureen recibe las primeras amenazas anónimas, primero en forma de llamadas en oculto, pero al hacerles caso omiso terminan agrediéndola brutalmente en su casa. 

“Un blanco fácil” se erige como uno de los thrillers políticos y psicológicos más interesantes de los últimos años

La policía inicia una investigación que, sin embargo, al poco tiempo se vuelve contra ella y de la noche a la mañana pasa de ser víctima a principal y única sospechosa. Su afición por la novela negra, su historial médico y psicológico —donde se señala y destaca un problema con el alcohol en el pasado y una agresión sexual sufrida a los 20 años mientras hacía autostop— y las entrevistas con algunos ejecutivos de la misma empresa que quiere despedirla son motivo de sobra, según los agentes, para desestimar su testimonio. Ahora está acusada de haberse inventado el asalto y de haberse violado a sí misma con el mango del cuchillo… todo esto después de haberse maniatado a una silla ella solita, con una rotura en el hombro derecho, amordazado y puesto un pasamontañas en el rostro. Sin poder confiar realmente en nadie, asustada de que puedan hacerle daño a su familia y sometida a una gran presión por los medios y el propio cuerpo de policía, Maureen confiesa que es culpable, aunque a la hora de la verdad antes de firmar la declaración se retracta nuevamente. Como consecuencia, los tribunales franceses, después de humillarla por no ser “una buena víctima”, la condenan a una pena condicional y una considerable multa. 

Un auténtico ejercicio de reflexión mental que desde el primer minuto entra de lleno en esta impactante historia basada en hechos reales

 ¿Y qué es ser “una buena víctima” a ojos de la justicia, de la sociedad? ¿Cómo se supone que tiene que comportarse la víctima de una agresión sexual o de una violación? ¿Cuál es el patrón que todas ellas deben seguir para demostrar su inocencia, para ser creíbles? A lo largo del metraje, Maureen es constante y duramente cuestionada: el médico que, después de examinarla, le lanza miradas desaprobatorias al ver cómo se pinta los labios; el abogado que cuestiona la veracidad de su primera violación; el agente que pregunta por qué simplemente no forcejeó más, no gritó más, no se resistió más, por qué no más; o la jueza que insinúa que es imposible que sufriera una agresión sexual porque su sexo no expulsó el cuchillo durante el tiempo que estuvo atada en el sótano. Por desgracia, esta es una de esas situaciones en las que la ficción imita a la realidad, y qué realidad.

Gracias a un magnífico guion, escrito a cuatro manos entre Fadete Drouard y el propio Salomé, el público conecta con Maureen, no solo con la Maureen víctima y sufridora. Por eso se muestra a la protagonista en su día a día, en la cotidianidad del hogar, relacionándose con su círculo familiar y compartiendo momentos de intimidad con sus amistades, que conforman una red en la que poder apoyarse siempre. Drouard y Salomé dibujan a Maureen alejada de esa imagen de mártir deshumanizada en la que muchos directores suelen caer cuando abordan estos temas. El objetivo de ambos habría sido imposible sin las habilidades interpretativas de Huppert, que sabe llevar al espectador justo donde quiere con apenas pestañear.

Con un ritmo pausado pero manteniendo siempre la tensión narrativa, Un blanco fácil se erige como uno de los thrillers políticos y psicológicos más interesantes de los últimos años. Jean-Paul Salomé plantea un auténtico ejercicio de reflexión mental a su público que desde el primer minuto entra de lleno en esta impactante historia basada en hechos reales. 

'Un blanco fácil': cuando la víctima se convierte en sospechosa a ojos de la justicia