viernes. 29.03.2024
caballo

Así empezó todo, con ese latinajo. Con ese latinajo que es una broma. Una broma descacharrante. Al menos para mí. Lo era y lo sigue siendo. Equus donatus non periscopi incisivi.

Se dice fácil. Quiero decir, que comenzar a contar esta historia diciendo que todo proviene de una frase en falso latín que sirvió para vacilar de mala manera a la hermana de mi amigo Quique es un poco arriesgado. Porque sí, Equus donatus non periscopi incisivi es la frase con la que reté a la hermana de mi amigo Quique a que nos mostrara a los que ya habíamos estudiado latín, con poco aprovechamiento, todo hay que decirlo, cuánto había aprendido ella en sus clases de ese su segundo año de BUP. BUP, toma ya. Así se llamaba con sus siglas y tal al Bachillerato de aquellos días de pelo largo, Bachillerato Unificado Polivalente. BUP. Ahí es nada.

Ni que decir tiene que la hermana de mi amigo Quique no supo traducir mi frase, sin duda atrapada en el laberinto de sentirse rodeada por los amigos mayores de su hermano mayor, convencida de que ella no podía estar a la altura de semejantes tarambanas.

Pero no me guardó rencor por ello. De hecho esa misma tarde, o eso dice el cuento, la hermana de mi amigo Quique me presentó a Marisol, que iba a ser mi novia los próximos ocho años de mi vida.

La hermana de mi amigo Quique se llama Isabel. La llamamos, la seguimos llamando, Miss. Pero por qué la llamamos así es ya otra historia.

Y Equus donatus non periscopi incisivi quiere decir “A caballo regalado no le mires el diente” (traducción del autor).

Equus donatus non periscopi incisivi