jueves. 28.03.2024
34 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA

Jonás Trueba y su Anna Karina

El cine español tuvo su debut ayer en la Competencia Internacional del trigésimo cuarto festival de Cine de Mar del Plata con la proyección de “La virgen de agosto”, largometraje dirigido por Jonás Trueba y protagonizado por Itsaso Arana

El film ya obtuvo el reconocimiento de la Federación Internacional de Críticos de Cine (Fipresci) en el reciente festival Karlovy Vary, en la República Checa.

Jonás Trueba ya había competido en este mismo certamen con “La reconquista”, en 2017; película cuyo escenario también había sido Madrid, y en la cual Itsaso Arana, en el rol de Manuela, había compartido protagonismo con Francesco Carril. En “La virgen de agosto” Arana es Eva, una mujer de treinta y tres años que decide pasar agosto en la calurosa capital española para descubrir, entre fiestas y verbenas, que el verano es un tiempo de oportunidades.  Pero Itsaso Arana no sólo se enfrentó al desafío de ser la primera actriz en interpretar un protagónico en la filmografía de Jonás Trueba, porque además coescribió el guión junto al director madrileño.   

Luego del pase oficial de la película, Jonás e Itsaso dialogaron con Nuevatribuna

En “La Reconquista” optaste por Itsaso. Ahora nuevamente recurres a ella, pero esta vez con la responsabilidad de un rol protagónico… ¿Acaso encontraste tu propia Anna Karina?

J.T. Pues sí, claro. Yo creo que sí. A mí me interesa poder elegir a los actores y a las personas a las que te apetece filmar, a las que deseas retratar. Quizás ese es el deseo fundamental, lo que motiva el motor de cualquier película que yo hago. Y en este caso creo que es muy evidente que después de “La Reconquista” quería más Itsaso. Entonces, pues lo he llenado todo de ella. Y sí, muchos de los cineastas que admiro han hecho sus mejores películas cuando han estado en cierta manera enamorados de sus actores o actrices. Y digo enamorado en todos los sentidos.

Itsaso, ¿Cómo se construyó Eva detrás y delante de cámara? ¿Cómo conjugaste guión y actuación, teniendo en cuenta que tu mirada femenina iba a ser fundamental?

I.A. Para mí fue tratar de retratar un momento con toda la honestidad y sencillez, sin eludir las grandes cuestiones, pero de una forma ligera. Entonces era como una mezcla de fuerzas que yo ya veía previamente en las películas de Jonás. En este caso, evidentemente, al estar yo desde el principio del proyecto, pues era un lugar privilegiado para mi, para después actuar. Porque sabía que era una super responsabilidad, ya que era la primera película que protagonizaba una mujer en la filmografía de Jonás. Pero al haberla escrito y haber asistido al nacimiento de la película desde el principio, para mí el trabajo de creación fue mucho más sencillo, porque velaba por la película de otra manera. Y con mi trabajo de interpretación yo no estaba intentando defenderme a mí, sino de defender a la película, con lo cual la mirada era un poco más amplia y generosa.

¿Habías pasado previamente algún agosto en Madrid?

I.A. Si, y a mí me encanta Madrid en verano. Lejos de pensar que es una desgracia quedarse, a mi me parece que todo depende de la actitud, pero a mí me encanta. De hecho yo había coincidido ya con Jonás en verano en Madrid. Y además yo siempre digo que tuve mi propio verano de “virgen de agosto” dos veranos antes, en donde paré un poco y quise cambiar algunas cosas. Y había tenido esa misma vivencia psicofísica del calor, y también de querer cambiar, ser un poco mejor de lo que era hasta entonces.

J.T. Yo siempre pienso que si por mi fuera me quedaría siempre en ese agosto. Si no fuera porque hace mucho calor y hay muchos sitios cerrados, y pierdes esos colores y calidades hermosos del otoño, de la primavera, los colores del invierno. Pero sin duda para mi, agosto es el mejor momento, en el que me siento más libre, más tranquilo. De alguna manera esta película es un homenaje a esos días que para mí son especialmente importantes.

Tus películas, tal como dijiste durante una entrevista, dialogan con realizaciones de directores como Rhomer, Truffaut y Rossellini. ¿Con qué directores del cine español dialogarían tus películas?

J.T. Yo creo que los cineastas españoles en general, y los artistas españoles, tienen como una relación un poco compleja con el diálogo y la tradición de nuestro propio país.  Y además es un problema tener que plantearlo como una cuestión patriótica, porque el diálogo que uno establece, desde la creación, no entiende de países y tal vez uno se puede sentir más afín a un escritor italiano, por ejemplo, a un escritor español. Lo mismo pasa con el cine. Yo he tenido especial amor por el cine checo de los 60, por el cine canadiense, por el francés, por cierto cine italiano, norteamericano y argentino. Pero por supuesto que en España diría que me siento particularmente orgulloso de estar haciendo cine en un momento en el que puedo compartir mi cine con otros cineastas que me gustan mucho.

Gente de mi generación que quizás hacen películas muy distintas a las mías, como pueden ser Isaki Lacuesta, Andrés Duque, Elias Siminiani, Carla Simón; o como antes fue Basilio Martín Patino, un cineasta al que le tengo un especial cariño porque fue un muy buen retratista de Madrid y para mi es probablemente uno de los grandes cineastas madrileños. Admiro a Fernando Fernán Gómez; luego a Azcona y a Berlanga, por supuesto; pero quizás es Patino el cineasta con el que me siento más cerca. O un cineasta muy poco conocido que se llama Salvador García Ruiz, o Ángel Santos, que es un cineasta contemporáneo… y me estoy dejando a muchos, pero quiero decir que hay un momento en el cine español, que a lo mejor no son los cineastas más evidentes o más conocidos; va más allá de Almodóvar. En nuestra generación hay mucha apertura a muchos tipos de cine distintos

Te he escuchado decir que plateas tus películas como una forma de hacer filosofía. ¿Puedes desarrollar esa idea un poco más?

J.T Sin que suene grandilocuente o pretencioso, es así; aunque la palabra filosofía a veces suena como que es demasiado grande. Pero para mí la filosofía tiene que ver con las cuestiones básicas de la vida, de estar en el mundo, en fin, con las preguntas que todos nos hacemos. Y en el fondo el cine es profundamente filosófico por naturaleza; trata de la existencia, trata de cómo vivimos, de cómo nos comportamos.. y al final eso es puramente filosófico.  Incluso llegando al punto de corroborarlo con otra gente que ha sabido verlo así al salir del cine. Es un arte que tiene que ver con el comportamiento. Esto es algo que Rohmer sabía muy bien y lo filmó. Es decir que el cine, más que ningún otro arte, puede mostrar el comportamiento, cosa que no puede hacer de la misma forma la pintura, ni la música ni la literatura. Porque al final el cine trabaja con la imagen, con los rostros, con los gestos, con los movimientos. Entonces yo creo que el cine quizás puede hacer filosofía más que la propia filosofía.

Las comparaciones son odiosas pero muchas veces han comparado tu cine con el de tu padre o con el de tu tío. ¿De cuál de los Trueba tiene más influencias tu cine?

J.T. Yo creo que de los dos. Son dos personas muy importantes en mi vida, de las más inteligentes, de las más generosas. O sea que son dos personas que yo admiro mucho. Y de hecho, con respecto a mi padre y a David me siento claramente menor, no solo porque lo soy, sino porque ellos tienen una sabiduría existencial y una cultura muy espectaculares y yo en ese sentido me siento muy pequeñito, en comparación a ellos. Es verdad que yo he ido encontrando mi manera de hacer cine, que puede resultar distinta a la suya, pero eso se debe seguramente porque me ha tocado hacer cine en una época muy distinta a la suya.

No es lo mismo mi padre, que empezó a hacer cine justo después del fin de la dictadura en España, en un momento de apertura, de necesidad de hacer otro cine en el que yo aún hoy me reconozco. Cuando yo veo la primera película de mi padre, “Opera Prima”, puedo sentirme fácilmente hermanado a esa forma de hacer cine. Y luego a David le tocó hacer cine en los ’90, que es un momento muy distinto, de aparente bonanza, y él también hace allí una película muy bella que es “La buena vida” con la cual me siento muy identificado porque retrata un personaje adolescente en el momento en el que yo era adolescente; yo pude estar presente en ese rodaje, ver a David leer el guión, dirigir, hablar con los actores. Luego a mi me toca hacer cine ya en el siglo XXI, en plena crisis de España. Y mi manera de trabajar es otra, las circunstancias son otras, mis medios son diferentes y entonces por naturaleza el cine que hago es distinto al de ellos, pero no dejan de ser una gran influencia.    

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