miércoles. 24.04.2024

‘El lento adiós de los tranvías’ de Manuel Rico, nos trae la memoria de una época de grises contornos, pero repleta de luz en sus personajes. Editada por primera vez en 1992, sale de nuevo publicada 28 años después en una cuidada edición de Editorial Huso. Desde la primera hasta la última página, con inesperados giros argumentales repletos de intriga, atrapa al lector en el disfrute de una profunda y elegante prosa en el escenario de un Madrid de finales de los años sesenta deseoso de despertar de su larga pesadilla totalitaria.


Nuevatribuna.es | ¿Qué significado tiene para ti reeditar este libro ahora, casi tres décadas después de que viera la luz por primera vez? ¿Cómo lo viviste en aquel entonces y cómo la sientes ahora?

davManuel Rico | Entonces lo viví como se vive una de las primeras novelas. Fue la tercera, tras Mar de octubre (1989) y Los filos de la noche (1990), y apareció en una Mondadori casi recién aterrizada en España, lo que para mí constituía todo un acontecimiento. Entonces, en 1992, tenía conciencia de contribuir a la recuperación de una memoria colectiva que la euforia de aquel año, con la Expo de Sevilla y los Juegos de Barcelona, también la capitalidad europea de la Cultura de Madrid, enterraba artificialmente. Era importante entonces, por supuesto. Pero ahora lo es quizá más: ahí tenemos a la extrema derecha trivializando el tiempo de la dictadura, a la propia dictadura, y eso es letal para los jóvenes de hoy. Me parece esencial subrayar que es imprescindible mantener esa memoria. Hace unos días leí una declaración de Paul Preston diciendo que en Alemania es inconcebible una Fundación Adolf Hitler. Miremos a España y comparemos. La deducción es fácil. Mi novela es una ayuda para la recuperación de esa memoria.

Madrid en 1966. Año del referéndum franquista. La búsqueda de un desaparecido en la posguerra. Una historia de ‘memoria’ que se funde con la propia memoria personal del protagonista. Otros personajes de mucho peso. Intriga, aventuras, amor… La foto urbana y el recurrente tranvía. ‘El lento adiós de los tranvías’… ¿Por qué este título? 

cubierta-EL LENTO ADIÓS DE LOS TRANVÍAS.El Madrid de tranvías y con algunas líneas de trolebuses, incluso de autobuses de dos pisos, está muy vinculado a mi infancia y a mi adolescencia. Yo vivía cerca de la Ciudad Lineal y Arturo Soria era entonces una mezcla de campo y ciudad con una arteria extensísima que era la línea 70 del tranvía. Los cambios que viví a principios de los 70 aparecen en mi memoria vinculados al levantamiento de las líneas de tranvías por el alcalde Arias Navarro, inventor del funesto 'scalextric' de Atocha.... La desaparición de aquellos cacharros suponía un cambio urbano muy importante como veríamos después. Y para mí, un cambio emocional. El paso de la adolescencia a la juventud. Y el de la constatación de que, en aquellos años, tras una normalidad aparente, la población vivía marcada por el miedo, por la falta de libertades...

(Como anécdota, recuerdo que una vez me contaste que los primeros 80 folios de esta novela te los robó un taxista ‘pirata’ y que tuviste que reescribirlos). ¿Qué fue lo que te inspiró? ¿Cuál fue el germen de esta historia?

Esta novela, con Los días de Eisenhower, reconstruye una realidad desaparecida. En ambas hay un caserón abandonado y en ambas una trama cuasi policial. Yo siempre he vivido obsesionado por los viejos palacetes, casi todos hoy desaparecidos, de Arturo Soria, por la utopía de su diseño urbano. Desde muy niño pensaba que en esos edificios abandonados en medio de jardines casi salvajes podrían albergarse historias de toda índole. El lento adiós nace así en mis apuntes iniciales: con un joven colándose en uno de ellos lleno de curiosidad... Y junto a ello, la conciencia de los muchos desaparecidos tras la posguerra, algo que se contaba en mi casa en voz muy baja... 

"Para mí no hay literatura sin memoria"

¿A qué tipo de lector crees está dirigido este libro? O mejor, ¿qué tipo de lector te gustaría que lo leyese?

En primer lugar, a todo aquel a quien le guste la literatura. No el simple hecho de leer historias, sino de leerlas para meditar acerca de ellas. Es una novela para cualquier tipo de público. Pero me gustaría que la leyeran, de manera muy especial, los jóvenes de hoy, quienes han nacido y crecido en democracia, aquellos que tienen que construir el futuro: sin memoria es imposible avanzar un paso. Y son ellos los que lo tendrán que hacer. El lento adiós..., aunque sea de manera muy modesta, puede ayudar a ello. 

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Manuel Rico. Fotos: Nuevatribuna.es

El protagonista, Mario Ojeda, es un personaje de ficción, entiendo. Pero, ¿sientes algún vínculo con él?

Todo personaje central en la obra de un escritor tiene algo de él mismo. Es inevitable. En Mario Ojeda hay rasgos de un alter ego. Es periodista y no ejerce, subsiste con el sueldo de administrativo en la oficina de un almacén de cartonajees y escribe. En mi vida profesional y creativa he vivido una experiencia parecida durante mucho tiempo. Y su personalidad también tiene algunas deudas con la mía.

En todas mis novelas (y en gran parte de mi obra poética) la memoria del franquismo está presente de modo más o menos acusado

En tiempos de conatos totalitarios como los que estamos viviendo hoy en día, esta novela adquiere una relevancia especial. “El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. ¿Cuál has pretendido que sea tu aportación en este sentido?

En todas mis novelas (y en gran parte de mi obra poética) la memoria del franquismo está presente de modo más o menos acusado. Creo que para un escritor es moralmente obligado no cerrar los ojos ante ella. Obviamente, es una opción voluntaria. Pero en un país que ha vivido cuarenta años bajo un régimen dictatorial es básico. Y para mí no hay literatura sin memoria. La existencia de Vox, o de Salvini, muestran con claridad el peligro que apuntas en tu pregunta: repetir la historia. No podemos permitirlo. 

En el prólogo del libro, José María Merino destaca las distintas facetas de género con las que abordas esta obra. ¿Es un libro de novela histórica?, ¿de compromiso político?, ¿qué destacarías al respecto?

Es una novela. Literatura en toda la extensión y profundidad del término. En ella hay intriga, hay referencias históricas reconocibles y hay una actitud empática con el compromiso con la libertad de la mayoría de sus personajes. Merino la califica de novela multifacética. Creo que es una buena definición.

Una de mis novelas ha sido guionizada y su conversión en película está pendiente de las gestiones de una productora

En tu larga trayectoria como poeta y escritor, ¿cómo definirías tu estilo?

Hace muchísimos años, cuando apareció Mar de octubre mi primera novela, ante una pregunta de un periodista sobre mi estilo, o mi opción literaria, le hablé de realismo meditativo con una especial atención al lenguaje y a su capacidad de sorprendernos. Creo que esa definición sigue siendo válida. 

¿Cuáles son tus proyectos cara al futuro? ¿Quizá llevar a la gran pantalla una de tus novelas? ¿Por ejemplo esta?

Una de mis novelas ha sido guionizada y su conversión en película está pendiente de las gestiones de una productora. No es El lento adiós de los tranvías aunque no pocos amigos escritores o solo lectores me han dicho que tiene mucho de cinematográfica. Es otra. No doy más detalles. Pero mis dos proyectos de cara al futuro son un libro de viajes que tengo iniciado y una novela de la que tengo escritos, y en "stand by", unos 40 folios. 

El lento adiós de los tranvías, editada por Huso Editorial

“En todas mis novelas la memoria del franquismo está presente"