viernes. 19.04.2024
mujeres chilenas

El grito de las mujeres chilenas “El violador eres tú” está dando la vuelta al mundo como un símbolo sonoro y sororo del hartazgo de las mujeres ante las violencias y las barbaridades que soportamos sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras mentes. Es un grito acusador que pulveriza el patriarcado. Es un grito que desestabiliza y resquebraja hasta los anillos de Saturno.

En España tenemos sobradas razones para cantar esa canción de guerra a voz en cuello en cualquier calle, en cualquier plaza, en cualquier ciudad.

Falta poco para que finalice 2019, que está siendo un año trágico, cruel, extremadamente cruel con nosotras las mujeres.

Se contabilizan 99 mujeres asesinadas en casos de feminicidio, mujeres con nombres y apellidos, seres humanos que han dejado de existir por el hecho de ser mujeres. Para seguir sumando oprobio machista, en nuestro país se produce una media de cuatro violaciones diarias –una cada cinco horas, se dice pronto- y han aumentado las violaciones en manada, si en 2016 se produjeron 42, en 2019 ya van 63 agresiones múltiples.

¿Qué significa esto? ¿Hasta dónde vamos a soportar las mujeres?

El machismo y la violencia que genera mata y viola a las mujeres. Para erradicar esa violencia hay que hacer un profundo trabajo de educación social en igualdad a largo plazo.

Es imprescindible modificar la legislación actual y que en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y en la judicatura sea obligatoria la formación con perspectiva de género

A corto plazo es imprescindible modificar la legislación actual y que en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y en la judicatura sea obligatoria la formación con perspectiva de género para policías, jueces y fiscales, para que nunca más quede registrado por escrito en una sentencia judicial que una violación en grupo se produjo en un ambiente de “jolgorio y regocijo”. O para que nunca más tengamos que escuchar, por boca de un juez, que hay hombres que van a prisión por un “empujón”.

Según el Código Penal español, si a una mujer la drogan y la violan, se considera abuso, y no violación, porque ella no ofreció resistencia. Se entiende que la mujer se ha dejado hacer, y el Código no contempla en ningún caso el grado de extrema vulnerabilidad de una mujer drogada o en estado de embriaguez como agravante. Incomprensiblemente está considerado un atenuante. En las violaciones en manada es habitual que se drogue a la víctima, porque bajo los efectos de un hipnótico no puede oponer resistencia. Es un cuerpo a merced, un objeto para cumplir con la satisfacción y los deseos de hombres sin escrúpulos a los que la Ley protege.

Esto fue lo que sucedió en el juicio de la manada, en el que de manera incomprensible se despachó como abuso un siniestro, escandaloso y cruel caso de violación en grupo a una mujer muy joven, que sentimos todas la mujeres de España en carne propia. Esta sentencia significó un antes y un después. Algo se nos rompió muy dentro a muchas de nosotras.

Lo mismo sucede en múltiples casos de violación, en los que si una mujer se queda simplemente paralizada por el terror físico que produce contemplar la cercanía de la muerte en los ojos del agresor, que es lo más habitual, se considera abuso y no violación. Si una mujer logra defenderse, y tiene la suerte de alcanzar un objeto contundente y malherir o matar al agresor, será juzgada por asesinato si el muere. Caerá todo el peso de la Ley sobre ella, porque usar un objeto para defenderse está catalogado en el Código como arma y conlleva agravante. Así es que las posibilidades de las mujeres ante la Ley son muy reducidas, con las propias manos desnudas es muy difícil que una mujer se zafe de un violador, y no digamos de cuatro o cinco.

Además de esta desigualdad ante la Ley, y del trato “amable” que proporciona a los varones, en ocasiones hay que escuchar que salgan por la boca de algún juez palabras que degradan a las mujeres, al poner en cuestión las denuncias que se realizan, y que justifican discursos de odio hacia las mujeres feministas de sectores fascistas verde estridente que naturalizan el machismo y la desigualdad, como la forma de relación más natural entre los hombres y las mujeres.

juezLos “empujones” del juez Diego Gómez-Reino

Una penosa muestra de ello se produjo hace un par de semanas. El Ayuntamiento de Palma celebró unas jornadas sobre violencia machista en las que se invitó al Presidente de la Audiencia Provincial, Diego Gómez-Reino, que es la máxima autoridad en la isla sobre los casos de asesinatos y violencia contra las mujeres. Se despachó a gusto el señor juez. Cargó contra las feministas y la izquierda, hablando de denuncias falsas y justificando los “empujones” inherentes, según dijo, a las rupturas sentimentales (noticia aparecida en El Plural el 4 de diciembre de 2019). Este señor acusó al movimiento feminista de atacar a los jueces para conseguir sentencias más duras contra los agresores, además de asegurar que el Código Penal no requiere ninguna modificación y de afirmar que en su carrera ha comprobado como en dos ocasiones dos mujeres violadas enviaron a prisión a dos hombres inocentes. En la sala estaba presente la Concejala de Justicia Social, Feminismo y LGTBI del Ayuntamiento de Palma, Sonia Vivas, que había invitado al juez a las jornadas, y le reconvino. Aseguró ante el auditorio que es necesaria la formación de jueces y policías además de la reforma del código penal, entre otras cosas para evitar escuchar de la boca de un juez que se envía a prisión a hombres por un “empujón”.

Este tipo de afirmaciones en la persona de un juez blanquean el discurso de formaciones fascistas de color verde estridente que están en las instituciones y que naturalizan el machismo, queriendo darle para atrás a la moviola. Desde formaciones políticas de este tipo, y lamentablemente, desde algún juez que no mide su discurso público se justifica el machismo y se proporciona alas a los agresores y violadores, a hombres que se consideran superiores a las mujeres y que las ven como objetos a su servicio sobre los que pueden ejercer la fuerza para doblegar a su voluntad. Total, son unos “empujones”.

Basta recordar, que según los datos del Consejo General del Poder Judicial, desde 2009 hasta hoy, se han producido un 0,01% de denuncias falsas. Solo un 0,01% de 1.222.172. Un dato demoledor que este señor juez y cualquier otro debe recordar antes de empezar a hablar.

Los “empujones” matan a las mujeres y las violan, señor juez. Las mujeres denuncian -si sobreviven- porque son las víctimas. Y la Ley, los jueces y fiscales y los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado están para proteger a las víctimas, no para juzgarlas.

Mientras esto no se remedie las mujeres seguirán gritando, seguiremos gritando muy alto, hasta romper con nuestros gritos los anillos de Saturno.

Las calles gritan, repletas de mujeres, siguen gritando y continuarán gritando sin descanso y a voz en cuello, el grito de guerra y hartazgo supremo que un 25 de noviembre de 2019 lanzaron al mundo las mujeres chilenas: “El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer, y nuestro castigo, es la violencia que ya ves/ Feminicidio, impunidad para el asesino, es la desaparición, es la violación/Y la culpa no era mía, ni como andaba, no como vestía/ El violador eres tú/ El violador eres tú/ Son los bancos/Son los jueces/ El Estado/ El Estado opresor es un macho violador/El violador eres tú….”.

Carmen Barrios Corredera. Escritora y fotoperiodista.

'Un violador en tu camino', el himno global feminista que nació en Chile

“Empujones” que matan