jueves. 25.04.2024
NUEVATRIBUNA.ES / ANTONIO SANTO 30.06.10

Del Bosque lo dijo aún antes de empezar el Mundial: la preparación física de sus jugadores estaba pensada para que llegaran al punto de ajuste en cuartos. Ayer la Selección calló bocas y demostró que el salmantino sabía de lo que se hablaba. El equipo español dominó el partido, mareó a los portugueses, provocó numerosas ocasiones y, sobre todo, recuperó las sensaciones positivas que se habían puesto en duda tras la derrota ante Suiza.

La cabeza manda mucho sobre el cuerpo, y más en la alta competición; el tropezón en la primera jornada pesó durante la fase de grupos en las piernas de la escuadra roja, pero las dudas se han disipado. Ayer el dueto Xabi Alonso - Busquets demostró que no es un simple doble pivote defensivo; Iniesta fue entrando en calor y se asoció con Xavi para repartir los pases letales que les caracterizan; Ramos hizo un partido sencillamente sensacional, y qué se puede decir de Villa, que de nuevo tirado a la banda izquierda se convirtió en una pesadilla para Carvalho y la defensa lusa, y además fue el autor del gol de la victoria (que lo coloca pichichi del Mundial, empatado a 4 goles con Higuaín). Sólo Torres evidenció que aún no está fino tras su larga lesión, y aún así va creciendo partido a partido.

Los primeros diez minutos del encuentro fueron una tormenta roja de ocasiones y lanzaron un claro mensaje: este partido no se iba a escapar; la sensación era de tener el partido absolutamente controlado. El gol era cuestión de tiempo. Xavi bajó de la mediapunta y se colocó en su lugar favorito, el del director de orquesta: desde el centro del escenario paró, templó y mandó. Torres obligó al portero Ricardo (que fue, la verdad sea dicha, el mejor de entre los suyos, al evitar una goleada de escándalo) en los primeros segundos a estirarse a la escuadra para sacarle un balón; en los siguientes minutos Villa y de nuevo Torres volvieron a ponerlo en el brete de salvar a su equipo. Así transcurrieron los primeros quince minutos: España bailaba y golpeaba, y Portugal se cubría lo mejor que podía con una defensa experimentada, dura y solvente, a la que el árbitro perdonó durante todo el partido un exceso de dureza hasta que se volvió imposible de disimular (mediada la segunda parte Carvalho acabó expulsado por un gancho de izquierda a Capdevila en una de las pocas jugadas de ataque lusa).

Cristiano se esfumó. Cada vez deja más claro que no es un jugador de equipo: si los demás no juegan para él no sabe bajar, pedirla, mostrarse, convertirse en líder; y cuando las cosas se ponen feas se enfada, protesta, regaña a sus compañeros, hasta que se le cruza el cable y ya no juega más. Así fue el partido del segundo mejor jugador del mundo, que demasiadas veces olvida que el fútbol es un deporte de equipo. Sus casi únicas aportaciones al ataque fueron un demoníaco lanzamiento de falta que Casillas blocó pero no detuvo. El ataque que siguió al rechace fue una clarísima falta sobre el portero que el árbitro decidió no ver. ¿Qué habría pasado si el balón hubiera entrado? La FIFA llega 60 años tarde al debate de la tecnología en el fútbol. Portugal intentó al contragolpe hacer daño; Tiago y Almeida protagonizaron una jugada que, aunque tras rebotar en Puyol salió rozando el palo, sólo dio miedo a los fatalistas: ayer era el día de la victoria. Sergio Ramos hizo un partido absolutamente sensacional tanto en ataque como en defensa; Capdevila no cometió ni un solo error, secó su banda y dobló a Villa para ayudarle en ataque; Puyol y Piqué estuvieron imperiales, una auténtica guardia pretoriana para Casillas.

El partido se iba desarrollando con tranquilidad; se veía que era cuestión de tiempo que el gol llegara, pero no acababa de decantarse. Pases dibujados con tiralíneas en paredes que eran más una lección de geometría que simple fútbol. Al descanso nos fuimos 0-0 y con la sensación de que ya se podría ir ganando por 2 ó 3 goles. Pero ayer no sólo tenían que reivindicarse los jugadores: también el seleccionador iba a mandar un mensaje para los que lo señalaban. Hay que decirlo: ayer el partido lo ganó Del Bosque moviendo el banquillo con atrevimiento. Torres estaba cansado y fallón; el delegado español pidió un cambio al cuarto árbitro. Y para los que pensaban que iba a salir Navas, o Silva, una colleja: Llorente salió al campo por primera vez en un Mundial y su entrada fue exactamente el revulsivo que necesitaba la Roja, justo en el momento preciso en que podían entrar dudas.

No fue sólo que nada más salir obligara de nuevo a Ricardo a una gran parada por un cabezazo en plancha. Llorente fue el 9 puro que necesitaba el partido, capaz de aguantar la pelota y esconderla para dar tiempo a la segunda línea a colocarse, para que Xavi pudiera mirar y pensar. Algunos podían pensar que colocar una torre no era lo más oportuno ante centrales potentes como los portugueses, que no iban a tener que vigilar a una avispa como Torres. Fue al revés: el gigantón de Logroño les obligó a fijar su posición para no dejarle controlar con calma, y eso consiguió los espacios que necesitaban sus compañeros. Y si el partido hasta ese momento estaba siendo bonito y con buen juego de los españoles, justo entonces empezó el verdadero tiqui-taca.

Jugada de poesía. En la frontal del área lusa, aguantando una lluvia de golpes y empujones, Iniesta decidió que era el momento de que el balón cantara por bulerías. El cuero bailó de sus pies a los de Llorente, que la aguantó y la devolvió al de Fuentealbilla; éste la envió con un lacito a Xavi y el mundo se paró para que el maestro de ceremonias diera un pase de tacón de espaldas, sin mirar, como si tuviera una cámara panorámica en vez de ojos como
cualquier otro mortal. Villa estaba ahí esperándolo; golpeó con la izquierda y Ricardo, una vez más, la devolvió. Así que Villa se dijo: si fallo con una pierna, habrá que meterla con la otra. Vencidos el portero y los defensas, en una décima de segundo armó un derechazo que convirtió el rechace en gol. La jugada, una genialidad; el gol, una puñalada de asesino del área.

El resto del partido, salvo el inevitable arreón final de Portugal, fue un monólogo de España en el que Llorente demostró que tiene un sitio en esta selección si Torres no termina de afinarse. El portero le impidió marcar sus primeros goles en competición oficial con la Roja, pero es cuestión de tiempo. En estos minutos el combinado nacional se permitió tocar y tocar, probar, saborear de nuevo el tiqui-taca. Pedro y Marchena tuvieron algunos minutos: era un día para que todos disfrutaran. Nos espera Paraguay, un cruce que debería permitirnos romper por segunda vez la maldición de cuartos y acceder a semifinales (frente a Argentina o Alemania) sin sufrir. Ese partido puede servir para seguir la senda iniciada ayer y llegar a los últimos partidos del Mundial a tope. Ayer la Roja nos insinuó que tal vez la fase de grupos ha sido como ha sido porque estaban guardando energías para lo importante (véase la actuación española en el último europeo de baloncesto). Este Mundial se va tiñendo de rojo.

El tiqui-taca ha vuelto