sábado. 20.04.2024
 

Las utopías son un camelo.
Todavía estoy esperando en el vestíbulo
de una de ellas la excursión por el éter
que me prometieron.

Las utopías son para adultos.
Cuando sea mayor
quiero volver a ser niño.
Un descubridor risueño del dolor, la lluvia y el sexo.
Las utopías son una pedantería enferma.
Te roban el corazón y te lo devuelven
con una alambrada eléctrica.
Cuando sea mayor
quiero volver a ser niño
y probar tu nuevo invento: el de besarte
detrás de los arreboles del cielo.
La mentira estaba en mí
desde mi nacimiento,
sólo tenía que crecer y unirse a las demás
para cruzar el paso de peatones,
maldecir la vida y los signos,
humillar a los sueños,
y ya en la acera, buscar otra vez tu abrazo.
Los místicos se pelean por la vía unitiva
y los miserables que no conocen
el nuevo Padrenuestro electrónico
destilan agua bendita con sus jugos gástricos.
Las utopías son una ruina
porque no hay espacio ni tiempo para crearlas.
Cuando sea mayor
quiero volver a ser niño
y saber que existes desde siempre,
religiosa y reveladora, como impulso y refugio.
Las utopías te destierran al desencanto,
donde la civilización cambia el fuego
por un simple roce,
los hombres con caras de cuadrado
coleccionan levedades
y la tierra enloquecida esconde sus frutos.
Cuando sea mayor
quiero volver a ser niño.
Un descubridor risueño del dolor, la lluvia y el sexo.
Un simpático inexistente
que no sabe pronunciar utópico
porque tú ocupas orgánica su garganta.
Cuando sea mayor
quiero volver a ser niño
sabiendo que soy el hacedor del mundo
y que tú estás conmigo.

El amor