jueves. 28.03.2024
Cuadro de Egeria

De todos estos nombres, el más usado ha sido el de Egeria, por encontrarse así escrito en el Liber Glossarum, anónimo del año 750, localizado en la Biblioteca de San Marcial de Limoges (Francia) y en los cantos de San Valerio. Éste es el nombre que se usa en la colección de sellos dedicados a esta mujer

Como hemos visto, se habla de la monja Egeria. Esto es un error de los que han escrito sobre ella, pues en aquella época no había conventos, ni monjes y menos monjas. Empezaba a haber algún tipo de reuniones de hombres que sería el inicio del movimiento monacal. Sin embargo, no se conoce ninguna comunidad cristiana de mujeres a las que se les pueda denominar monjas en el sentido actual de la palabra. Lo que si está claro, es que Egeria era muy religiosa.

En el año 1884, el italiano Gian Francesco Gamurrini descubre en la Biblioteca de la Cofradía de Santa María de Laicos, en la ciudad de Arezzo en la Etruria italiana, el libro “Itinerarium ad Loco Sancta” que era una especie de diario de un viaje. Al principio, fue denominado “Peregrinatio Silviae”, siendo atribuido dicho libro a Santa Silvia.

Sin embargo, Mario Ferrotin, en el año 1903, fue quien atribuyó dicho libro a Egeria y posteriormente Zacarias García Villada lo confirmó y dio como lugar de nacimiento de Egeria las tierras gallegas.

¿Cuál es el origen de Egeria?

San Valerio, en el siglo VII da luz respecto al origen de Egeria. “Egeria, extremo occidui maris Oceani litore exorta, Oriente facta est cognita”, es decir, “Egeria, nacida en el extremo litoral del mar Océano occidental, se dio a conocer al oriente”.

Tanto Idacio en su Chronicon, como Isidorio en su “historia Gothorum, Vandalorum, Suevorum” concluyeron que el nacimiento de Egeria es en la península Ibérica, en un lugar que se situaría en la provincia romana de Gallaecia.

Teodosio el Grande

¿Cómo eran los tiempos en los que vivió Egeria?

Eran tiempos muy difíciles y complicados para el Imperio romano. Sufría desde hacia años con una gran intensidad, la presión de los pueblos germánicos, que eran descritos como “gente que vestía pieles de animales, despreciaba la lengua escrita y veneraba a varios dioses, que habitaban en los bosques negros de Germania”. El propio deterioro del imperio a causa de su parálisis política e institucional, la crisis económica permanente que sufría y la inseguridad complicaba muchísimo la vida en estos tiempos.

Coincide el siglo IV con el descubrimiento de la Cruz de Cristo, que fue desenterrada en el monte Gólgota, en el año 326. Parece ser que quien descubrió la cruz de Cristo fue Santa Helena, que se dedicó en aquella época a la excavación de los Santos Lugares.


El imperio romano en tiempos de Egeria

En aquellos momentos, el cristianismo había pasado a ser la religión oficial del Imperio Romano con el decreto del emperador Constantino en el año 308.

Egeria, según todos los datos disponibles, era de procedencia noble y con abundantes medios económicos. En este sentido, se ha planteado que Egeria fuera pariente de Aelia Flacilla, que fue la primera esposa del emperador Teodosio el Grande, que era de Coca (Segovia), así se explica porque los soldados romanos la protegieron durante gran parte de viaje que realizo. También se dice, que era la hermana de Gala, que fue esposa de Prisciliano (este fue el primer religioso ejecutado, mediante la decapitación por la Iglesia, acusado de herejía).

Egeria era pues una mujer con grandes posibilidades económicas para la época y con una notable cultura (nada habitual en las mujeres), dominaba el griego, tenía amplios conocimientos geográficos y era una gran lectora. Había leído casi todo sobre las descripciones de los Santos Lugares.

Fueron razones puramente religiosas, las que hicieron que Egeria quisiera conocer los Santos Lugares. Deseaba ver y venerar los lugares santificados por Cristo, por los santos del Antiguo Testamento, por los apóstoles y mártires. Decía que su deseo de viajar a Tierra Santa era un don de Dios a su persona “Nuestro Dios Jesús que no abandona a aquellos que esperan de Él, se ha dignado permitirme la realización de este deseo”.

El Itinerarium constituye una pormenorizada descripción del viaje de Egeria a finales del siglo IV (381-384), cuando el Imperio Romano ya estaba dividido, siendo gobernado por el emperador Graciano en Occidente y Teodosio en Oriente.

El Itinerarium ad Loca Sancta está escrito en un latín coloquial y se pueden diferenciar dos partes. Una primera parte que consta de los Misterios e Himnos y se corresponde a un tratado de San Hilario de Poitiers. La segunda parte, es un relato pormenorizado del viaje, donde falta algún capítulo sobre todo al inicio y al final. Es un códice en pergamino de 37 folios, en letra benevetana del siglo XI.

La parte que relata el viaje a Tierra Santa fue escrita en el monasterio de Montecassino y posteriormente trasladada por Ambrosio Restellin, que fue abad de dicho monasterio entre 1599-1602, hasta Arezzo cuando también fue nombrado abad de este último convento

En el año 1801, Napoleón Bonaparte clausuró el convento de Arezzo, trasladando todos sus archivos hasta la Cofradía de los Laicos.

La carta de San Valerio al abad Donadeus del año 680 dice “Esta bienaventurada monja Egeria, consumida por la llama del deseo de la gracia divina, con el sustento de la majestad del Señor, emprendió un largo periplo por todo el orbe, con todas sus fuerzas y su corazón intrépido. Así, avanzando poco a poco bajo la égida del Señor, llegó a los sacratísimos y anhelados lugares del nacimiento, pasión y resurrección del Señor y hasta los cuerpos de mártires esparcidos por diversas provincias y ciudades para orar ante ellos y alimentar su devoción”.


Egeria

El viaje comienza el viaje en tierras hispanas siguiendo al ruta de Lugo, el Bierzo leonés, Astorga, León, Palencia, Clunia, Numancia, Tarazona, Zaragoza, Huesca, Lérida y sur de Francia donde coge la vía Domitia que le llevará hasta Roma. Da el salto en barco para llegar a Salónica, Heraclea de Tracia y Constantinopla, ciudad a la que llega en el año 381. De ahí, siguió por la Capadocia y las montañas del Tauro turco hasta llegar a Antioquia. Embarcó nuevamente para llegar a Sycania, que se corresponde con la actual Haifa (Israel), puerta de entrada de Tierra Santa.

Visitó Jerusalén, Belén, Galilea, Jérico, Nazaret, Cafarnaúm y Hebrón. Su descripción del viaje comienza cuando Egeria va a subir el monte Yébel Musa, el monte de Dios o Sinaí, en cuya cumbre hay una pequeña capilla donde se veneraba la zarza ardiente de Moisés. Esta capilla era mantenida por monjes anacoretas y parece ser que fue realizada por Santa Helena.

De ahí se traslada al monte Horeb, y posteriormente regresa a Jerusalén atravesando el país de Gesén. Sigue al monte Nebo y en Harrán, donde la Biblia sitúa a Abraham. Posteriormente, visita Samaria para regresar a Jerusalén y así iniciar su vuelta a Hispania Su viaje tiene un fuerte componente místico, en la Tebaida visitó a los ermitaños ascéticos.

En su regreso a su tierra visita Tarso, de ahí se desvía para visitar Edesa donde habla del rey Abgar y de la correspondencia que tuvo con Jesucristo, visitando también Siria, Mesopotamia, el río Éufrates, regresando nuevamente a Tarso, siguió camino a Bitinia para llegar nuevamente a Constantinopla.

Egeria describe de una forma muy minuciosa y pormenorizada todo lo que contempla y hace comparaciones con lo que ella había leído anteriormente. Aporta descripciones muy detalladas de las infraestructuras de transporte, los ritos y costumbres de las zonas que atraviesa. Por eso, esta guía tiene una gran utilidad, pues nos permite conocer en profundidad la época y los lugares por los que pasa.

Mapa de Gallaecia

Describe con gran cantidad de detalles las vías que usaban las legiones romanas en sus desplazamientos, las casas de postas o mansio donde ella se hospedaba.

La segunda parte de su diario se dedica a describir de forma muy detallada la liturgia tal como se practicaba en Tierra Santa, con los oficios diarios, y las grandes fiestas cristianas de Pascua y Semana Santa. Egeria viaja siempre con la Biblia como libro guía. Describe la liturgia oriental que se daba en aquellos momentos. El culto que se realiza era el griego pero para que el pueblo llano lo entendiera había intérpretes en arameo, que era la lengua hablada en la zona. Este Itinerarium es un libro básico para conocer como se vivía en aquella época en Oriente Medio, en el siglo IV, y como eran los ritos de la iglesia cristiana de Jerusalén

En este recorrido Egeria parece ser que llevaba un salvoconducto imperial que le hacia ir protegida por soldados como vemos: “a partir de este punto despachamos a los soldados que nos habían brindado protección en nombre de la autoridad romana mientras nos estuvimos moviendo por lugares peligrosos. Pero ahora se trataba de la vía pública de Egipto, que atravesaba la ciudad de Arabia, y que va desde la Tebaida hasta Pelusio, por lo que no era necesario ya incomodar a los soldados”.


Ninfeo de Egeria

Egeria regresó a Hispania, pero ya nunca más se supo de ella. Llama la atención su espíritu aventurero y su ansia por ver los Lugares Santos algo sorprendente en aquella época. Juega un papel muy importante para los historiadores por sus descripciones precisas, que nos permite tener una idea muy detallada de la sociedad, así como de las costumbres y usos de la época.

Egeria, la viajera