viernes. 29.03.2024
LECTURAS SUMERGIDAS | REVISTA LITERARIA

El efecto Chéjov (Diálogo a siete voces)

Por Emma Rodríguez | La sombra de Chéjov es alargada y de su alcance, de su influencia, hablan a continuación siete escritores incondicionales de quien fue llamado a poner palabras imperecederas al extraño...

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Antón Chéjov

lecturassumergidas.com | @lecturass | Un reportaje de Emma Rodríguez | Puede que sea un tópico referirse a la eternidad al hablar de los clásicos, pero ante el primer tomo de los “Cuentos completos” de Antón Chéjov, que Páginas de Espuma acaba de poner en las librerías, resulta imposible no pensar en ello, no recurrir a esa idea de la permanencia, del milagro de la literatura que sobrevive, se expande y se convierte en fértil nutriente generación tras generación. La sombra de Chéjov es alargada y de su alcance, de su influencia, hablan a continuación siete escritores incondicionales de quien fue llamado a poner palabras imperecederas al extraño y siempre renovado prodigio de la existencia. Desde Paul Viejo, que se ha encargado de preparar la edición citada, al veterano Juan Eduardo Zúñiga, pasando por Luis Mateo Díez, José María Merino, Clara Obligado, Miguel Ángel Muñoz y Sergi Bellver, todos se declaran chejovianos convencidos, miembros de un club selecto, pero no secreto, que sigue ganando adeptos.

¿Alguna vez se propuso el autor ruso, como Ovidio, que el fruto de su escritura habría de resistir “al tiempo, al hierro y al fuego”? ¿Divagaba sobre ello, en su día a día, este hombre prolífico que escribió cientos de cuentos extraordinarios y obras de teatro que siguen representándose en escenarios de todo el mundo más de un siglo después de su temprana muerte, cuando apenas contaba 44 años de edad? Quién sabe. Puede que encontrara momentos para dar vueltas al asunto. O tal vez no le importara en absoluto, tan atento como estaba a la observación de esos pequeños detalles del comportamiento, de esos leves, extraños acontecimientos, capaces de dar una vuelta de tuerca definitiva al transcurrir de las vidas.

Sea como fuere, de lo que no cabe la menor duda es de que perduró, de que ha llegado hasta aquí sin arrugarse apenas. Capaz de provocar emociones y estremecimientos, tanto a los lectores de su época como a los de hoy, Chéjov, siempre Chéjov, sigue abriendo la puerta a esos pequeños atisbos de verdad y de belleza a los que se refiere el crítico Harold Bloom, quien lo define como “el más sutil psicólogo dramático que ha existido desde Shakespeare” y señala: “Aun sus cuentos más tempranos pueden tener la delicadeza formal y el clima sombríamente reflexivo que lo convierten en el artista indispensable de la vida no vivida y en la mayor influencia para todos los cuentistas que vinieron después de él”.

Si sus relatos, si sus piezas cortas de diversa índole y registro, caben en cuatro volúmenes y ocupan cerca de 5.000 páginas [la aventura de Páginas de Espuma no ha hecho más que empezar y promete a los lectores tres entregas más, tres años de una travesía llena de hallazgos y de sorpresas, incluida la publicación de un buen ramillete de textos inéditos] lo que resulta imposible, inabarcable, es apresar los múltiples “Chéjov” esparcidos por el ancho mundo, esos “Chéjov” que habitan en cada uno de sus lectores.

“Harold Bloom lo define como “el más sutil psicólogo dramático que ha existido desde Shakespeare” y señala: “Aun sus cuentos más tempranos pueden tener la delicadeza formal y el clima sombríamente reflexivo que lo convierten en el artista indispensable de la vida no vivida y en la mayor influencia para todos los cuentistas que vinieron después de él”.

Aquí se trata de desplegar un diálogo plural que pretende animar a emprender un viaje apasionante, un viaje que comienza justo donde debe iniciarse todo trayecto: en el nacimiento, en el despertar de un escritor que habría de convertirse en uno de los grandes; de ahí que resulte fascinante el primer tomo de sus Cuentos Completos, que cubre de 1880 a 1885, ya sea para los iniciados como para los que aún no le hayan disfrutado. Adentrémonos en su geografía, avancemos a través de sus vastos dominios hasta llegar a su centro a partir de siete voces, de siete miradas, de siete experiencias, de siete relaciones de amistad cómplice que irán emergiendo en distintas escenas.


Antón Chéjov y Máximo Gorki en Yalta - 1900

I. JÓVENES Y DEVOTOS

El telón se abre y vemos al fondo a un jovencísimo Juan Eduardo Zúñiga acercándose a los relatos de un autor al que ya conocía por su teatro. “Desde muy pronto me habían seducido esos personajes vacilantes y a la vez decididos, como son los protagonistas de “Las tres hermanas”, señala. Devoto de los autores rusos, Zúñiga, indiscutible maestro de la distancia corta en nuestra lengua, dedica un capítulo de su libro “Desde los bosques nevados” a nuestro protagonista. Abrimos sus páginas y leemos: Cuando Chéjov comenzó a escribir “La gaviota”, en 1895, era ya un autor de relatos conocido, atesoraba una experiencia de muchos años de trabajo y tenacidad, desde ser un hijo de modestos tenderos hasta llegar a ser médico en Moscú. Un duro trayecto que agudizó su sensibilidad ante los que sufrían injusticias así como su comprensión ante los que hacían sufrir por torpeza o cobardía. Todas las vidas que él conoció en el entorno de la inmensa Rusia tenían la marca dolorosa de las ilusiones frustradas, sueños imposibles, y él trasladó esta frustración general a sus cuentos, no con el propósito caritativo de la literatura social de su siglo sino con el claro entendimiento de sus causas profundas”.

Muy cerca de él, José María Merino, autor de cuentos breves y brevísimos, ganador del último Premio Nacional de Narrativa con “El río del edén”, asegura que también llegó a los paisajes de Chéjov muy tempranamente y decidió quedarse en ellos, convertirse en un fiel lector a lo largo de los años. “Siendo muy joven descubrí sus cuentos humorísticos, y luego, seguí con otros aspectos de su obra, incluido el teatro. Siempre me deslumbró su capacidad para decir tanto con tan pocas palabras y, además, para tener la sabiduría de no expresarlo todo, sino únicamente lo fundamental”, explica, alegrándose de que por fin se acometa en España la publicación de sus cuentos completos.

La luz se desplaza hacia otra esquina del escenario y bajo el foco Clara Obligado toma la palabra: “Hace muchísimos años, casi en otra vida, yo vivía en Buenos Aires y empezaba la carrera de Letras. Para una asignatura en la que se daba un repaso a la literatura universal había que elegir un texto y profundizar en él. Yo elegí “Tristeza”, de Chéjov, un cuento que casi me sé de memoria”, mira de frente a los espectadores...

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El efecto Chéjov (Diálogo a siete voces)