sábado. 20.04.2024
dylan

"Y aúlla justo
por los pasillos machacados
de la América rota
todavía está en ello
Todavía
Dios bendiga su inmenso inmenso corazón". 
Sam Shepard


sheparddylan portadaPelícula documental. Película y documental. ¿Película o documental? He visto Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story, de Martin Scorsese. Y he leído, he acabado poco después de ver el film, Rolling Thunder. Con Bob Dylan en la carretera, de Sam Shepard.

En ambas obras, o tal vez sólo en el libro, veo, leo, los días en los que Dylan (el hombre que “se ha reinventado a sí mismo”) reinventaba la tradición musical norteamericana en una de sus más sonadas y memorables búsquedas del Santo Grial. Si el film lo ha creado, montado, Scorsese en este año 2019 (especialmente con las cintas de película grabadas en aquella gira dylaniana casi circense), el libro de Shepard es del año 1977, muy cercano a los tiempos del recorrido musical de Dylan (al que acompañó en la primera fase del tour precisamente para escribir sobre él y de quien dice que “es el gamberro que cambió por completo el rostro de la conciencia de la juventud norteamericana de un solo golpe”) y aquella banda suya que quiso ser muchas cosas, por ejemplo un remedo rocanrolero de la commedia dell’arte.

Bob Dylan canta 'Hard Rain' (en la película de Scorsese)

RollingThunderRevuePosterSobre el libro y sobre el film tengo algo que contarte. Pero empiezo por contextualizarlo todo.

The Rolling Thunder Revue fue el nombre de una gira de Bob Dylan que incluyó a 18 músicos y que pretendía acercar su música a entornos de público más reducidos para establecer una mayor cercanía entre las canciones y los espectadores. Se pretendía lograr una intimidad mayor que la propia de la que daban los grandes estadios. Mick Ronson, Joan Baez, Roger McGuinn, Joni Mitchell, Ronee Blakely, Ramblin' Jack Elliott, Bob Neuwirth, Scarlet Rivera, Rob Stoner o Howie Wyeth formaban parte del elenco. Estos cuatro últimos pertenecientes a los músicos que tocaron en el disco de estudio de Dylan, el fabuloso Desire, aparecido entre una fase y otra de la gira y cuyas canciones supusieron grandes interpretaciones en los conciertos. Fueron 57 recitales que tuvieron lugar en otoño de 1975 y en la primavera del año siguiente. Buena parte de Estados Unidos y algunas ciudades de Canadá acogieron el tour.

Dejo a Shepard que nos cuente lo que él vio en la gira The Rolling Thunder Revue:

“Una entrega comunal de energías espirituales a través de la música. Nada de grandes timos promocionales. Nada de tensas preparaciones para situar el espectáculo por encima de todo. Sólo una música increíble que reciben públicos increíblemente pequeños pero que la absorben toda”.

Es curioso que, en otro momento de su libro, el escritor estadounidense quiera definir el objeto de la gira y lo que hace, a mi modo de ver, es definir aquello que es la Historia:

“Husmeando en el pasado para buscar pruebas evidentes que puedan conducirnos a una imagen más verdadera del presente. ¿Cómo hemos llegado a donde estamos ahora? ¿Qué series de acontecimientos se han producido realmente para que estemos nosotros en este punto del tiempo? ¿Dónde estamos exactamente?”.

Todo ello lejos de cualquier “apetito de tradición”.

La Rolling Thunder era, fue, el antídoto a la evolución que parecía llevar al rock hasta un estado de culto al héroe:

“La Medicina. Un espectáculo de magia con un Hechicero auténtico, real como la vida misma, que ofrece Medicina del Espíritu auténtica, poderosa de verdad”.

rolling_thunder_revue_a_bob_dylan_story_by_martin_scorseseConviene decir que la película, el film de Scorsese, habla de alguna manera de escuchar música, o quizás sea el libro de Shepard en el que he creído leer eso respecto de aquella gira de músicos dylanitas. Da igual, ahora mismo tengo el libro recién acabado de leer y el documental o lo que sea casi apenas visto hace unas horas, tengo a ambos en algún lugar sentimental, en algún sitio de mi cerebro, adormiladamente atento y quizás todo esto, todo aquello no fuera sino un nuevo capítulo en la vital historia de “escuchar a propósito el contenido interno de la música”. Gracias, Sam.

En el maremágnum que es una ciudad estadounidense, que es Estados Unidos, Dylan encaja “como un supercontraespía. Un ladrón furtivo en medio de la noche. Desvanecerse como el Llanero Solitario. Máscara blanca pintada y una bocanada de corazón”. Shepard lo vio.

¿Qué decir de la obra de Scorsese? Lo digo ya: si no llega a ser por las maravillosas tomas de algunas de las mejores canciones de Dylan (que ni siquiera grabó el director estadounidense, claro está), si no fuera por ellas, lo que vemos es un batiburrillo alocado sobre algo que debió ser eso, un batiburrillo alocado que acompañó a la mayor manifestación artística humana posible: la música en directo interpretada por auténticos músicos. Sólo por eso merece la pena ver la mezcla de ficción y realidad que es este, lo digo ya, documental que se queda a medio camino de la genialidad y la pérdida de tiempo. Pero ya lo sabemos, Dylan puede rescatar de la mediocridad hasta la profesional manera de contarnos el sindios que fue aquella memorable Rolling Thunder Revue.

Bob Dylan canta 'One More Cup Of Coffee' (en la película de Scorsese)

Como escribiera Shepard, que por supuesto interviene en el film (como también lo hace, por ejemplo, el rescatado boxeador Hurricane Carter, el protagonista de la perfecta Hurricane, en lo mejor del documental si exceptuamos las canciones en vivo, quien asimismo también tiene una intervención estelar en la más larga entrada del diario de Shepard):

“Todo esto está más allá de la música pop. Esto es un ritual antiguo. La danza de la serpiente de los indios hopi tenía la idea de que los danzantes eran mensajeros de este mundo enviados a buscar ayuda a los espíritus de otro mundo. Un mundo por debajo de la tierra habitado por serpientes. El médium era el tacón del bailarín con el que aporreaba con ritmo constante y enviaba sus vibraciones a los de abajo. Si oían sus taconazos, entonces la plegaria tendría respuesta, generalmente en forma de tormenta. Ese trueno que retumba está haciendo ese sonido”.

Todo esto va de Dylan, de la grandeza fotografiada en unos meses de frenético recorrido hacia algún sitio, en esa gira interminable que es la vida actuante de alguien genial que no quiere creerse que lo es ni le importa serlo. Dylan en el comienzo del tour, según Shepard:

“Dylan sube al estrado y se sitúa ante el viejo piano vertical, un trasto que durante años sólo se ha utilizado para interpretar idioteces de clase media con sonido de las grandes orquestas de los años 30 y 40. Se sienta, planta sus dedos huesudos sobre el marfil y empieza a aporrear una versión de Simple Twist of Fate. Aquí está el. El maestro incendiario. En cinco minutos aquel lugar echa humo. Las señoras saltan y se remueven a fondo en sus corsés. El piano entero tiembla y parece a punto de salirse de la tarima de madrea con esos saltos. El tacón de la bota vaquera de Dylan abre un agujero en el suelo. Aparece Roger McGuinn con su guitarra, Neuwirth, toda la banda se une a ellos hasta que revientan todas las moléculas de aire del local. Esta es la verdadera magia de Dylan. Dejando a un lado por un segundo su genio lírico, hay que contemplar la transformación de energía que lleva dentro. Hace sólo unos minutos este lugar tenía una atmósfera mortalmente espesa de tensión y de incomodidad y ahora, en un momento, le ha quitado el tapón, Ha inyectado en la sala una emoción vivificante de gran fuerza. No es el tipo de energía que aparta a la gente de las profundidades, sino de la que aporta coraje y esperanza y sobre todo trae al primer plano la vida que late. Si es capaz de hacer esto aquí, en el puro invierno, en un hotel de la costa fuera de temporada y repleto de menopausia no es ninguna sorpresa que pueda conmover a toda la nación”.

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Ante el público, en un concierto, sabemos por Shepard que “Dylan dice que es el único momento en que se siente solo. Cuando está allá arriba. Cuando es libre de emplear su magia. Nadie puede tocarle […]. ¿Quién es él entonces? ¿De dónde brota su fuerza? […] El público se ha quedado de una pieza […]. Aquí está el mago Ante sus ojos. Pero ahora no son sus ojos los que lo ven. Es el corazón. Un relámpago de cromo entre los dientes”.

¿Es Dylan un poeta? Scorsese nos lo muestra en carne viva, sobre un escenario, y Shepard reflexiona en su libro al respecto. Nos dice que Dylan es sin duda alguien que, al cantar, hace surgir imágenes. Es “un cineasta del instante”. En cualquier caso, “es un milagro” esa conversión en imágenes de sus palabras.

[Y fin uno. También sale en Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story Allen Ginsberg, que formaba parte de los girantes dylanistas. Pero eso es otro cantar. Pues el escritor hace un encendido elogio de la poesía que parece eclipsar la verdadera importancia de lo que vemos en el documental: la supremacía instantánea de la música sobre cualquier manifestación artística. Ginsberg sí, es para darle de comer aparte, pues al mismo tiempo nos da a entender que como dijera Bowie en Feliz Navidad Mr. Lawrence: “¡ojalá supiera cantar!”.]

[Y fin dos. Renaldo y Clara se estrenó en 1978: de aquella pretendida película rodada durante la gira del Rolling Thunder, y dirigida por Dylan, son algunas de las escenas usadas por Scorsese en el fallido documental casi mágico. Shepard y Ginsberg se supone que formaban parte de la gira para ser sus guionistas. El libro de Shepard aclara algunas cosas al respecto: pocas.]

“El pasado es este momento que huye”. Y Shepard y Scorsese han querido oficiar como los magos que nos quieren devolver aquello que fue una sola vez como si pudiéramos evitar su huida, su desaparición. Y la evitamos para grabarla en donde podamos saber de la belleza cada vez que la necesitemos.

Isis (Live at Boston Music Hall, Boston, MA – 21 de noviembre de 1975   [Audio])

Dylan salva a Scorsese y Shepard nos ilumina a Dylan