jueves. 25.04.2024

Dos formas de acercarse al horror

SUSANA IVÁN
Hace unas semanas un grupo de periodistas, junto con el Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia, comenzaban un estudio sobre cómo se informa en España de la violencia contra la mujer en el ámbito de la pareja. El objetivo, elaborar una serie de recomendaciones que sirvan para mejorar el trabajo periodístico actual...
NUEVATRIBUNA.ES - 26.10.2009

...en todos los medios, amén de los estudiantes de Periodismo y, en general, de cualquiera relacionado con este grave problema que sigue lastrando nuestra sociedad. Un asunto que este fin de semana también ha estado presente en nuestra vida cultural, con desiguales resultados.

Por un lado el viernes se estrenaba la adaptación cinematográfica de la segunda parte de la saga Millenium, “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina”. Una vez más el cine nos trasladaba a las helades calles de Suecia para contarnos una historia de abusos y crímenes, de violencia, pero también de esperanza y humanidad. O eso debería haber sido. Por desgracia, la cinta se deja en el tintero algunos de los mejores momentos, y detalles, de la novela de Stieg Larsson. En el largometraje, el personaje que sustenta la trilogía, y sobre el que pivota el resto de personajes, Lisbeth Salander, no deja de ser una chica algo extraña, profundamente dañada por los hombres y con un comportamiento ciertamente sociopático. Y sin embargo, la heroína de Larsson era eso y mucho más. Debajo de esa capa de dolor había un ser humano que deseaba amar y que le amaran, que deseaba luchar, que quería curar las cicatrices. Una chispa de humanidad que a la Salander interpretada por Noomi Rapace. Y no sólo es eso, es que además la película sólo toca de pasada el tema de la prostitución y sus redes, dejando de lado esa otra violencia contra la mujer. Condenándola a un espacio marginal, al equivalente a un recuadro en página par en cualquier diario tradicional. Larsson quiso hablar de ello, dar voz a las que nunca son escuchadas, y la película las ha acallado de nuevo.

Con mucha mejor fortuna, y un talento envidiable, Elia Barceló introduce el tema de la violencia contra la mujer en su nueva novela, “Las largas sombras”, sacándolo a la luz, denunciándolo, convirtiéndolo en mucho más que una mera anécdota biográfica. La escritora, que no ha escrito una novela negra sino un retrato generacional y de nuestro país cuando el sol comenzaba a salir de nuevo, cuenta la historia de 7 mujeres y su reencuentro 33 años después de verse por última vez. La muerte inesperada de una de ellas desata todo un aluvión de emociones, recuerdos y acciones en las que las supervivientes observan sus viejas cicatrices a una nueva luz, para descubrir que tenía razón aquel que dijo que los viejos pecados proyectan largas sombras. Un crimen, una investigación y el redescubrimiento de quiénes fuimos y dónde se quedaron nuestros sueños son los ejes sobre los que gira esta magnífica novela, más que recomendable, que, siguiendo con lo que nos trajo aquí, trata el horror con la crudeza y el respeto necesarios para que seamos conscientes de que eso que vemos en la tele, al otro lado de la pantalla, es algo terrible con consecuencias que difícilmente podemos imaginar.

Dos formas de acercarse al horror