jueves. 25.04.2024

Una de las peores consecuencias de los confinamientos ciudadanos por la pandemia,es impedir o dificultar el acceso a la vida cultural y artística de nuestro país. Es cierto que en los 25 últimos años hemos asistido a una importante descentralización de museos, auditorios, festivales, exposiciones, etc. Ya no son solo Madrid o Barcelona los epicentros. Bilbao, Valencia, Málaga, Coruña, Asturias, Vitoria, Cuenca, Zaragoza o Valladolid, son, entre otros, lugares de referencia para quienes estamos interesados en la música clásica, la pintura, el jazz, el country o la world music, la ópera, el teatro o el cine.

Aun y así, el cierre de ciudades, las trabas para viajar en transporte público de media o larga distancia, se suman a la tremenda reducción de programación de actividades. En definitiva, el acceso al arte y la cultura, en su sentido más amplio, están sufriendo un deterioro que no sabemos cuánto durará y que consecuencias tendrá, por ejemplo, en la subsistencia de esa magnifica pléyade de orquestas y de grupos de música historicista (barroca y renacentista) que habían ido surgiendo en las últimas décadas por toda nuestra geografía.

Los propios grandes museos y fundaciones no están muy predispuestos a programar grandes eventos, sin tener la seguridad de que podrán ser visitados con una cierta normalidad. Por eso es una satisfacción que en Madrid se haya inaugurado una magna exposición de Fernando Botero, en la Sala “CentroCentro” situada en el Ayuntamiento, en plena plaza de la Cibeles.

Botero, afortunadamente, es un pintor (y escultor) que ha estado presente con frecuencia en museos y galerías de Madrid, aparte de sus esculturas en las calles. En el verano de 1987 hubo una excelente exposición de pintura y escultura en el museo Reina Sofia, que fue su gran aldabonazo de popularidad entre el público español.

La actual exposición consta de 67 grandes cuadros, algo inferior a la de 1987, pero en cualquier caso formidable, con una novedad a destacar. La inmensa mayoría son cuadros de las dos últimas décadas y por tanto menos conocidos; incluso una de las salas está dedicada a preciosas acuarelas realizadas el pasado año 2019.

La obra de Fernando Botero es imposible que deje indiferente al espectador. Podrá gustar mucho, regular o nada, pero resulta difícil de olvidar o dejar de reconocer.

Como es de sobra sabido, este pintor colombiano nacido en Medellín en abril de 1932, recoge y sintetiza en su obra influencias de grandes maestros de la pintura, desde Rubens o Cézanne, hasta Giottoo el “Quatrocentto” italiano y Velázquez, Picasso y Diego Rivera, Bacon y Bonard, Goya y Van Eyck….es hoy uno de los artistas más conocidos y expuestos en todo el mundo, con más premios, pero también objeto de polémicas, con críticas de quienes consideran que su obra es repetitiva y cuestionan su universo de figuras orondas o de su ridiculización de personajes e instituciones (eclesiásticos, militares o políticos).

La exposición en “CentroCentro” se distribuye en siete secciones, muy bien presentadas y explicadas.  La primera “América Latina”, con cuadros muy en su línea tradicional, músicos, familias, mujeres, bailarinas, parejas… La segunda “Versiones”, con recreaciones de grandes clásicos de la pintura, me pareció fascinante. “Naturalezas muertas” básicamente flores y bodegones, que no me emociono. “Religión”, breve pero intenso recorrido por obispos y eclesiásticos. “La corrida” con fuertes reminiscencias de Goya y Picasso. “El circo”, de nuevo con recuerdos de Picasso. Y por fin “Acuarelas sobre lienzo”, también fantástica y de muy difícil realización.

Es cierto que no me gustaron de igual manera las diversas secciones, pero su visión ofrece una visión de conjunto de la obra de Botero y al incluir, como ya he dicho, obras muy recientes, permite vislumbrar por donde puede discurrir la obra futura de un artista que si bien esta ya cercano a los 90 años, parece aun con capacidad y ganas de seguir creando.

La exposición estará abierta hasta el 7 de febrero del próximo año 2021, por lo que esperemos pueda ser visitada por mucha gente de toda España cuando vayamos superando el confinamiento. Cuando yo la visite la verdad es que era muy reducido el público presente, que, si bien es una gran ventaja para disfrutar mejor, también es un terrible síntoma del momento que estamos viviendo.

Un último apunte. La exposición está muy bien presentada, con información general al inicio y en cada sección, clara y concreta, la disposición de los cuadros no produce agobio y ¡milagro! los cartelitos que identifican cada obra, son de un tamaño adecuado y no requieren pegar los ojos para poder leer, como sucede en la inmensa mayoría de los museos y exposiciones.

En definitiva, una total recomendación y una gran oportunidad para disfrutar olvidándonos durante un rato de la pandemia.

Disfrutar con la pintura de Botero