jueves. 28.03.2024

Cuando el médico, sorprendido de que el filósofo Fontenelle cumpliese en plena salud los cien años, le preguntaba qué sentía, el centenario respondió: Rien, rien du tout...seulement une certaine difficulté d’être. Todo acto vital consiste en “difficulté d’être”,dificultad de ser, desde el momento en que tenemos opiniones, pero principios más que tenerlos, lo somos. Es por ello, que toda aspiración autoritaria abunda en la realidad de una sociedad del no-acontecimiento, del no-ser cívico.

El pensador al que esculpió Miguel Ángel bajo la figura de Lorenzo de Médicis, representa el fin de una época. Al comentar esta extraña figura del guerrero que piensa, sosteniendo con una mano su cara cargada de amargura, Giovanni Papini afirma que el joven de la escultura lo que acaba de descubrir no es la eficacia del acto de pensar, sino su inutilidad. Es inútil pensar en aquel tiempo como es inútil actuar. Hoy hablamos también de una época de incertidumbre, del pensamiento único que inutiliza el pensamiento alternativo y la inutilidad de la acción. Un tiempo resignado y amargo donde la pobreza material se difunde junto a la pobreza de las ideas para beneficio de mercaderes y usureros.

La derecha nos habla de la superación de las ideologías, y de la misma política, se obvia torticeramente que el verdadero acto político no es simplemente que cualquier cosa funcione en el contexto de unas relaciones determinadas, sino precisamente aquello que modifica el contexto que condiciona el funcionamiento de las cosas. En este sentido, que las cosas funcionen para la derecha es suprimir las políticas de bienestar social o la construcción de viviendas sociales porque suponen un gasto que no se compadece con su modelo de sociedad clasista e insolidario.

Un modelo  que se fundamenta en el concepto populista donde la participación cívica se limita a la interpretación autoritaria de la realidad que se le ofrece a los ciudadanos. Es lo que Slavoj Zizek llamaba interpasividad y Lacan ejemplarizaba en la función del coro en la tragedia griega: “despreocúpese (el espectador), pues incluso si no siente nada, el coro habrá sentido por usted (...) podrá acabar sintiendo el efecto, aunque casi se le haya escapado esa emoción.” Zizek, por su parte, pone un ejemplo más cercano como las “risas enlatadas.” Cuando la risa está integrada en la banda sonora, de modo que el televisor ríe en mi lugar, es decir, realiza, representa, la experiencia pasiva del telespectador.

Ese es el modelo de la derecha: que las cosas funcionen en contra de la ciudadanía y que la ciudadanía participe de una realidad que niega los valores cívicos de la justicia y la solidaridad. Una reinvención del caciquismo decimonónico para frenar la modernización y el progreso.

Tomás Moulian dixit: “Los momentos reaccionarios de la Historia son aquellos en los cuales los proyectos de historicidad no son plausibles, ni verosímiles, ni aparecen conectados con el sentido común. En que la idea misma de transformación toma la firma de un sueño imposible.” Es un tiempo pedestre de privatización del pensamiento y sociedad distante que se configura en la banalización de la política. Una política sin metafísica que desde el ámbito de la izquierda ni explica el mundo ni lo transforma.

La política ya no es un instrumento de cambio social sino de adaptación, en el cual los dirigentes de izquierda actúan en una realidad que niega la sociedad que dicen postular. La política se ha convertido para las fuerzas de progreso no en una lucha ideológica, sino en la trivialidad de la gestión, no pretende decidir sino gestionar, y vulgariza la acción política reduciéndola a una cuestión de marketing y merchandising. No hay mayor incertidumbre que tener dificultad de ser.

Dificultad de ser