sábado. 20.04.2024

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De los grandes escenarios festivaleros a los conciertos con reducción de aforo, apenas media docena de actuaciones han resistido a la pandemia en la agenda del grupo. Estival Cuenca ha sido una de la pocas ocasiones para ver en directo a Derby Motoreta’s Burrito Kachimba en directo este verano. 

El calor traía dibujado su nombre en los grandes carteles que uno a uno la pandemia fue convirtiendo en papel mojado y emborronando su tinta con aplazamientos o suspensiones. De una agenda interminable de grandes escenarios con miles de espectadores, apenas han sobrevivido media docena de ellos, por lo que cualquier concierto de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba es por sí sólo un acontecimiento único. 

Si este año lo previsto era darse codazos botando y bailando en los festivales con la banda liderada por Dandy Piranha, lo imprevisible ha deparado que tengamos que hacerlo en pequeños conciertos, sentados y con la mascarilla puesta. En otra situación, sería imposible mantenerse quietos ante esta sobredosis de adrenalina y efervescencia. En un verano de auditorios sentados, distanciados e inexpresivos, la calidad de las bandas en directo no tiene disimulo posible y DMBK destacan en ese terreno. 

Estival Cuenca era una de las pocas ocasiones que había para verlos en directo. Un escenario muy poco kinki el del Museo de Paleontología, habitado por réplicas de dinosaurios a tamaño real, sofás y mesas con aire chill-out y delicias gastronómicas servidas por la Escuela de Hostelería Natura. Algo parecido al paraíso. A nadie le importaron mucho los problemas técnicos que retrasaron el concierto algo más de una hora y media, pues la generosidad de los Motoretas permitió que el público asistiera desde sus sillones y butacas a la prueba de sonido, en una noche en la que bien podríamos decir que los Motoretas se telonearon a sí mismos, con el interludio de los conquenses Blues Sixty Four, cuarteto que abrió la velada alrededor de las nueve y media con versiones de clásicos del blues que defendieron muy dignamente, pese al hándicap de tocar sin prueba de sonido y con la presión del horario. 

Eran ya pasadas las diez y media cuando regresaron al escenario los Vaporetas con ganas de romperse la camisa desde el minuto cero. Una banda en la que el liderazgo natural de Dandy Piranha se equilibra con el poderío técnico y la simpatía en las guitarras de Bacca y Gringo, la expresividad de Von Máscara en los teclados, el equilibrio de Soni al bajo y la pose macarra de Papi Pachuli a la batería. Bajo la etiqueta de “kinkidelia”, con la que les gusta definirse, o la de herederos de Triana, con la que los marcamos en la primera escucha, fluyen corrientes subterráneas que acaban manando sobre el escenario de una manera u otra y que en un concierto como el de Estival pueden paladearse. 

Influencias con las que juegan, que deconstruyen y mezclan, con el cariño que se tiene a los abuelos, sin el respeto reverencial que convierte a la música en un fósil. Un concierto en el que cogen todos los estilos posibles de música de gasolinera de los setenta, ochenta y noventa, pasados por una mezcladora de esencias en un experimento musical que debería estallar por algún sitio, pero que los DMBK consiguen que funcione de una manera natural, como la de los niños que iban en el asiento de atrás escuchando música a la que no ponían nombre ni estilo, pero que asimilan de manera natural. Todo era música. Flamenco, psicodelia, noise, rumba kinki, metal, rock andaluz, fluyendo sin chocar. Poesía y argot formando parte de un mismo idioma. 

Apenas setenta minutos de concierto trepidante que sirvieron para dar un repaso a su primer disco y para que no faltara la experimental y descarnada “Somnium Igni (Pt. 1)”, una intensa versión de “Viejo Mundo”, que grabaron con Rocío Márquez, una habitual de Estival, “Alas para volar” compuesta junto con Kiko Veneno, premio Estival 2016, y unas versiones de Camarón que a falta de poder botar, te dejan clavado en el asiento, entre ellas la “Nana del Caballo Grande” que rompe el cielo con la navajita kinki. Retruena el eco de la “Cachimba” de Los Chichos en las hoces de Cuenca. Se acaba el sueño de esta noche de verano y cuesta abajo regresamos a la nueva normalidad. “El camino ha sido largo pero he de llegar, vive dios, que en la puerta de la villa me espera mi corazón”.

Fotografías:Marta Feiner

Derby Motoreta’s, quejío eléctrico