viernes. 19.04.2024
capitan-lagarta

Al igual que hay personas que temen, odian y repudian a las arañas -aracnofobia-, hay gente a la que esto les sucede con el pueblo -demofobia- . En la “Historia del Mundo sin los trozos aburridos”, Fernando Garcés Blázquez cuenta que Virginia Wolf (1882-1941) escribió: “Vulgar... obrero autoeducado... muchacho desplumado de una escuela de suburbio... gente que apesta... parásitos ¿De dónde sale el dinero para alimentar a estas babosas blancas?”. Recoge también otro parágrafo de D. H. Lawrence (1885-1930), el autor de “El amante de lady Chatterley”: “Si me dejaran hacer, construiría una cámara letal tan grande como Cristal Palace, con una banda militar interpretando suavemente, y un cinematógrafo funcionando; después me adentraría por las callejuelas y avenidas, y recogería a todos los enfermos, a los lisiados e imposibilitados; los conduciría con delicadeza a una cámara letal, y ellos me darían las gracias sonrientes”Antoni Domènech en el capítulo 1 de su obra “El Eclipse de la Fraternidad”,  trae la descripción que Agustín de Foxá hace de los manifestantes que celebraban el triunfo del Frente Popular en Madrid el 14 de febrero de 1936:  “Pasaban las masas ya revueltas; mujerzuelas feas, jorobadas, con lazos rojos en las greñas, niños anémicos y sucios, gitanos, cojos, negros de cabarets, rizosos estudiantes mal alimentados, obreros de mirada estúpida, poceros, maestritos amargados y biliosos. Toda la hez de los fracasados. Los torpes, los enfermos, los feos; el mundo inferior y terrible, removido por aquellas banderas siniestras”.  Cita Domènech también a Alphonse Daudet, que en 1871 escribió sobre los communards insurrectos de París: “Cabezas piojosas, cuellos grasientos, pelo embetunado, los chiflados, los domadores de caracoles, los sabiondos del pueblo, todos los descontentos, los desclasados, los retrasados, los incapaces”. Ken Follet en “El hombre de San Petersburgo” pone en boca de uno de los personajes de la novela, una refinada duquesa (es seguro qué él no piensa así): “la clase baja es perezosa... porque, ¿cómo se entiende que hoy en día cada obrero tenga que llevar a su lado a un aprendiz para que cargue con sus herramientas, cuando eso puede hacerlo muy bien solo... el gobierno no debe ocuparse de la beneficencia, del seguro de enfermedad ni de las pensiones. La pobreza debe estimular la sobriedad en las clases inferiores, que al fin y al cabo es una virtud”.  Es probable que el miedo y el desprecio a quienes se ganan la vida con sus manos, por parte de la oligarquía dominante, no haya muerto y tenga algún que otro lapsus altisonante: “que se jodan” (Andrea Fabra), “se acuerdan solo de sus padres cuando hay subvenciones” (Rafael Hernando) o “no he visto gente más fea que en las manifestaciones” (Arturo Fernández, “el chatín”) y toda una batería de medidas instrumentales: el asedio a los derechos sociales (sanidad y educación), el zarpazo al principio de justicia universal, ley de seguridad ciudadana. ¿Por qué teméis tanto a quien os mantiene? ¿por qué dejáis que les corten la luz y el agua? ¿por qué permitís que los echen de casa? ¿por qué consentís que les roben los ahorros? ¿por qué sentáis a la justicia en los banquillos?. Como dijo el obispo salvadoreño Oscar Romero: “la justicia es igual a las serpientes, solo muerden a quienes están descalzos” o como escribió Márquez, que en gloria esté,  en “El otoño del patriarca”: “El día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo”. El capitán, que poco más ha hecho hoy que citar,  desea terminar en la misma línea, prescribiendo ahora como psicoterapia para la demofobia el poema de León Felipe titulado Revolución: “Siempre habrá nieve altanera que vista el monte de armiño, y agua humilde que trabaje en la presa del molino. Y siempre habrá un sol también  -un sol verdugo y amigo- que trueque en llanto la nieve y en nube el agua del río”.

Demofobia