viernes. 29.03.2024
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@Montagut5 | Hemos afirmado en alguna ocasión que la Masonería era y es una escuela cívica, una escuela de formación de ciudadanos con sus ritos y rituales, bien marcados, repetidos y reinterpretados a lo largo del tiempo y, aunque, puedan parecer anquilosados para las mentalidades actuales y más en nuestro país tan poco dado a los protocolos y procedimientos, pueden aportar, en primer lugar, serenidad y un cierto orden donde es tan difícil el respeto a los demás.

La Masonería ha sido y es una organización jerárquica, con planteamientos muy marcados sobre cómo deben desenvolverse los masones en el lugar donde trabajan, es decir, los templos. Pero también es cierto que es una institución democrática donde se vota. Precisamente, sobre este particular nos ha parecido interesante compartir con los lectores las enseñanzas de un destacado masón español de los primeros decenios del pasado siglo, Luis Massip, que publicó un artículo en el Boletín del Grande Oriente Español en febrero de 1933.

Las logias tendrían una urna de balotaje, y que se empleaba para votar en las afiliaciones de hermanos o iniciación de profanos, así como para elegir a los dignatarios de las logias cuando se abre el año masónico.

Al parecer, estaba prescrito que el balotaje de los candidatos que pretenden afiliarse a una logia (es decir, que ya son masones, pero de otra logia) o de profanos (recordemos que la Masonería es una institución iniciática), debía procederse de forma estrictamente secreta.

Existirían distintos modos de votar, aunque los más empleados eran el de las bolas blancas y negras, el de las papeletas y, por fin, del de “por el signo”. El primero se emplearía sobre afiliaciones e iniciaciones, el segundo para elegir los dignatarios de la logia (Venerable Maestro y Colegio de oficiales).

Según Massip había sido Cicerón el que afirmó que el balotaje era una garantía de la libertad por ser un sistema secreto de votación.

Por otro lado, se podría ver un origen heleno en el sistema de balotaje masónico. Como es sabido, los griegos pronunciaban sus fallos haciendo una marca en una concha o depositando una bola o piedra blanca o negra, según el fallo, siendo el blanco el color en caso de ser favorable el fallo, y el negro para un voto adverso. De ahí, que una piedra blanca sería indicio de una buena fortuna. Además, en la votación sobre el ostracismo los atenienses votaban de forma secreta poniendo el nombre de la persona que se debía condenar a esta pena o declarar inocente en una concha, de ahí su nombre. Pero, Massip pensaba que la forma masónica de emitir sus sufragios tenía más que ver con la costumbre que se desarrolló en Roma desde la Ley Gabinia.

El motivo de echar secretamente las bolas blancas o negras para admitir candidatos era una garantía en Masonería para poder votar libre e independientemente, un derecho de cada masón y que ofrecía garantía de seguridad para la logia.

El segundo procedimiento de votar sería por papeletas. Cada votante escribiría los nombres de las personas que desea elegir para el desempeño de determinados cargos, depositándolas después en la urna de balotaje. Al igual que en el mundo profano un voto sería expresión de la voluntad o preferencia del votante. El voto en blanco no contendría expresión de la voluntad o del deseo del que votaba por lo que debía ser considerado como ausente.

El voto por el signo sería el voto de mano alzada, y que se emplearía para aprobar asuntos de trámite, administrativos, diríamos, aunque, al parecer en 1717 al organizarse la Gran Logia de Inglaterra se votó de ese modo para elegir al Gran Maestre. En realidad, el voto por el signo, levantando la mano, sería el único no secreto, aunque si Massip se refería a que quedaba dentro de la logia también lo sería.

En todo caso, Massip consideraba que el escrutinio secreto era un agente poderoso y efectivo de la institución masónica.

El ejercicio democrático en Masonería en los años treinta