viernes. 29.03.2024
relato

Yo no cambio tu ananás por mi limón, cantaba de camino a Cataluña en mi primer viaje sin mis padres, acompañado de los otros alumnos, alumnas más bien, de mi colegio al que llamábamos El Tinte.

Seguía cantando. No sólo en el autocar, en semejante viaje a través de la estepa meseteña en dirección a Zaragoza y su río Ebro, aquellos días tan río, también en el hotel nada más llegar ya de noche, borracho de la libertad extraña y acogedora.

Vainica Doble se empeñaban en administrarme una buena medicina, la de la música que empezaba a descubrir con apetito, qué digo, con hambre, en aquellos días de mis poco más de los 13 años. La medicina que tenía un prospecto donde aprendí a leer bien a las claras Déjame vivir con alegría

Qué alegría.

Ahora que Gloria y Carmen están muertas, ese destino idiota que es la muerte me traslada a una mañana de verano, recién acabadas las clases, en aquellos últimos años de la EGB, en que me despedía de Cuca y de Ricardo, de mis padres, para subirme a un autobús que me llevaba directamente a la luz y al futuro. Al más allá donde cantan para siempre Vainica Doble.



Déjame vivir con alegría