viernes. 19.04.2024

Como alguien que vivió con Llanos y que tuvo la suerte de ser amigo suyo hasta el final, doy fe de que Llanos supo mantenerse firmemente en los dos polos de la aparente contradicción: por un lado, su fe católica profunda y su lealtad a la justicia, la igualdad y la solidaridad, y a superar los privilegios de los poderosos y las diferencias de clase.

Va a hacer 32 años que falleció José María de Llanos. Un jesuita inquieto, escritor y poeta, y creador de realidades. Hijo de un general franquista, con dos hermanos asesinados por desalmados que operaban en el bando republicano, cuando después de la guerra civil regresa a España y comienza su ejercicio sacerdotal, lo hace entre la flor y nata de la sociedad de los vencedores. Lo hace por ambientación social y por convicción ideológica (en parte por su fe católica adaptada al momento, y parte por su pertenencia social y ambiental).

Es una persona con una gran voluntad, creativa y eminentemente activa. Por lo que inmediatamente destaca en su ambiente con una infinidad de iniciativas: se mueve en el ámbito del llamado Frente de Juventudes (perteneciente al grupo fascista de Falange Española); funda el colegio mayor universitario Santa María; organiza una escuela de preparación militar; milita con activistas de la extrema derecha en su vigilancia a favor de la estricta moral de la época; pastorea la congregación mariana de San Luís Gonzaga (Los Luises); pero también escribe artículos, libros, poemas. Y jamás deja de soñar en qué hacer para cambiar la realidad.

Hijo de un general franquista, con dos hermanos asesinados por desalmados que operaban en el bando republicano, cuando después de la guerra civil regresa a España y comienza su ejercicio sacerdotal

Poco a poco aquella España -la de los vencedores- se le queda pequeña, aburrida, adocenada… Y con un grupo de universitarios adeptos se propone conocer la otra España. Para él la España que trabaja de sol a sol, la que sobrevive día a día a la pobreza y a la miseria. En realidad, la España de los vencidos de la guerra civil, o cuando menos la España víctima de aquella victoria. Y decide buscar un barrio “pobre” para instalarse en él y llevar allí su labor de “apostolado”.

Así llega en 1955 a El Pozo del Tío Raimundo. Un barrio chabolista madrileño, habitado por inmigrantes que llegaron huyendo de la miseria, o de la represión, y en todo caso de la arbitraria explotación de los terratenientes. Un barrio de inconsistentes chabolas, construidas en una noche, y después, poco a poco mejoradas con materiales adquiridos a plazos, pagados en cuotas semanales, semejantes a las cuotas en las que previsoramente van amortizando por adelantado su entierro. Chabolas montadas sobre un campo de tierra arcillosa que, con la lluvia del otoño y del invierno, se convierte en una especie de masa pegajosa intransitable, o lagos de barrizal imposibles de cruzar.

Allí adquiere una chabola en la que instala una capilla: la “capilla vieja”, que se llamaría más tarde, cuando su obra prospera y, con el dinero de ricos madrileños, logra levantar un conjunto de iglesia, escuela, escuela profesional, guardería, residencia de trabajadores, academia nocturna y algunas otras dependencias donde -entre otras actividades- se abre un bar, un taller de ferralla, una tienda de electrodomésticos y una librería.

El jesuita Llanos va descubriendo que existe una política distinta de la oficial que marca la dictadura. Que se necesitan libertades. Y se da de bruces con la represión de la dictadura cuando comienzan a ser detenidos trabajadores de Comisiones Obreras, a los que él, los jueves va a visitar a la cárcel de Carabanchel

Y comienza su labor, en la que dice misa, en la que celebra procesiones, generalmente ante la indiferencia de los vecinos; pero en la que pronto se da cuenta de que a su apostolado se anteponen las necesidades materiales y culturales, y comienza a colaborar para hacer fosas sépticas, lograr de Renfe que aporte camiones con carbonilla, que los vecinos expanden y apisonan sobre el barro de lo que se podían llamar calles; y ante la falta de agua hace construir un aljibe adonde llegan camiones cisterna y desde donde se reparte el líquido vital entre los vecinos. Y como Unión Eléctrica Madrileña no se fiaba de aquellas familias de inmigrantes le fueran a pagar la factura eléctrica, el barrio no tenía luz, y Llanos y su equipo, junto con vecinos del barrio funda en 1958 la Cooperativa Eléctrica de El Pozo, que compra la energía en media tensión, transforma y distribuye entre los vecinos convertidos en cooperativistas.

Y enseguida comienza clases de alfabetización, para pasar después a montar escuelas, con profesores voluntarios, que poco a poco se van consolidando, para terminar en la Escuela Santa María del Pozo, en la Escuela Profesional Primero de Mayo, en la Academia Peñafort, en la Guardería Borja…, y en el Común de Trabajadores: la residencia para inmigrantes jóvenes, que es uno de los primeros símbolos materiales de la solidaridad de un barrio pobre con otros inmigrantes jóvenes que no tienen ni medios para construirse una chabola.

Así es como el jesuita Llanos, que vino a evangelizar, fue metiendo sus pies en el barro de El Pozo, y fue mezclándose con los vecinos del barrio hasta casi convertirse en uno de ellos. Y así fue como un miembro de la Compañía de Jesús, a base de vivir las inquietudes de los vecinos, de vivirlas con ellos, fue integrándose en el barrio y conociendo las reivindicaciones laborales y vitales de los trabajadores. Y así fue como en 1964 terminó conociendo el nacimiento de las Comisiones Obreras, y cediéndoles espacio para sus reuniones y, junto con vecinos del barrio, colaborando a la seguridad de los reunidos, avisándoles cuando llegaba la policía. Porque en la España de Franco que un grupo de más de nueve personas se reunieran estaba prohibido.

Y así es como el jesuita Llanos va descubriendo que existe una política distinta de la oficial que marca la dictadura. Que se necesitan libertades. Y se da de bruces con la represión de la dictadura cuando comienzan a ser detenidos trabajadores de Comisiones Obreras, a los que él, los jueves va a visitar a la cárcel de Carabanchel. Y así es como -al igual que en un principio no tuvo más remedio que hundir sus pies en el barro de las calles del barrio- va sumergiéndose en aquel mundo tan diferente al que él conoció cuando salió por primera vez al mundo a ejercer de jesuita. Un mundo diferente y mayoritario con el que poco a poco se va identificando, al que poco a poco se va sumando, mientras mantiene incólume su fe cristiana y su sentido de pertenencia a la Compañía de Jesús.

Recibe el carnet del Partido Comunista de España, que para personas que por su juventud no lo conocieron, y para personas que habitan en el mundo de la confusión, hay que decir que era un partido abierto, que defendía los derechos sociales e individuales, la igualdad y la justicia

Llanos resumió ese proceso en una sola frase: “vine al Pozo a convertir a los vecinos y fueron ellos quienes me convirtieron a mí”. Hasta el punto de que termina pidiendo ser uno más en Comisiones Obreras, y cuando este sindicato que él había visto y ayudado a crecer comenzó a dar carnets, Llanos recibió el suyo con orgullo, a la vez que mantenía, también con orgullo y lealtad, su fe cristiana y su pertenencia a la Compañía de Jesús. No sin el escándalo de quienes simplifican el mundo a la estructura binaria de ricos y pobres, creyentes y ateos, buenos y malos…

Todo eso no lo hace llanos en plan “llanero solitario”. Se compromete con los vecinos, sabe hacerse a un lado para que vayan surgiendo líderes que dirijan las actuaciones del barrio, mantiene abiertos los caminos de diálogo con todo tipo de personas y de movimientos, a la vez que miembro de Comisiones Obreras es miembro del Movimiento Ciudadanos del Mundo, y apoya los diálogos entre cristianos y marxistas. Y no deja de escribir artículos, tanto en Cuadernos para el Diálogo (uno de los baluartes intelectuales frente a la dictadura) como en el diario Ya, de la Editorial Católica. Y asiste a la transformación del barrio, a las mejoras urbanísticas (alcantarillado, asfaltado de calles, traída del agua a las casas) y al proyecto y desarrollo de la transformación de El Pozo, apoyando en todo momento a quienes impulsaron todas estas acciones.

Como la lucha por las mejoras sociales requieren la implantación de derechos democráticos, Llanos no elude su apoyo a la lucha frente a la dictadura, y termina asumiendo el carnet del Partido Comunista de España. Más allá de los tópicos de “cura rojo” y otras definiciones simplistas, Llanos se compromete políticamente con el partido que durante la dictadura de Franco mantuvo en pie la lucha por la Democracia. Con el partido que ya en 1964 comienza a hablar de “reconciliación nacional”, y que mantiene abierto el diálogo con otros sectores ideológicos (monárquicos, cristianos…) que también abogan por la instauración de un sistema democrático.

Y consciente de que está resolviendo un dilema y asumiendo que la vida es el arte de vivir auténticamente una contradicción, recibe el carnet del Partido Comunista de España, que para personas que por su juventud no lo conocieron, y para personas que habitan en el mundo de la confusión, hay que decir que era un partido abierto, que defendía los derechos sociales e individuales, la igualdad y la justicia, y que no tiene nada que ver con las caricaturas que gentes malintencionadas quieren trazar de él como compendio de todas las maldades.

Como alguien que vivió con Llanos y que tuvo la suerte de ser amigo suyo hasta el final, doy fe de que en todo momento Llanos supo mantenerse firmemente asentado en los dos polos de la aparente contradicción: por un lado, su fe católica profunda y su lealtad a la Compañía de Jesús, y por otro lado su lealtad firme a las convicciones de la necesidad de cambiar el mundo, de implantar la justicia y la igualdad, de mantener la solidaridad, de superar los privilegios de los poderosos y las diferencias de clase. Y ambas convicciones las vivió con plena autenticidad.

Ahora se eta terminando de montar una película documental que se fija precisamente en la figura del cura Llanos, y muy especialmente en esa contradicción resuelta a base de vivir con plena autenticidad. Un hombre sin miedo se titula la película, que -ya montada- necesita aún algunos fondos para tratar con la calidad necesaria la mucha documentación antigua que ilustra la vida de este hombre que se atrevió a afrontar esa tremenda contradicción vital, y que la vivió de forma intensa.

Los autores de la película están pidiendo ayuda económica para poder rematar esa obra, y para presentarnos un personaje que, aunque en el próximo mes de febrero va a hacer 31 años que murió, se mantiene como un testimonio actual, tanto en el terreno intelectual, como en el social, en el político y hasta en el religioso.

Todas las personas que quieran apoyar la aparición de este testimonio que tanto necesitamos en el momento actual, puede aportar su pequeña ayuda a través el acceso.

Os garantizo de que no os sentiréis defraudados. 

Cura Llanos: una película documental sobre un jesuita que resolvió una contradicción...