jueves. 28.03.2024
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Fotos: José An. Montero

Las aguas volverán a sitio. Al final siempre vuelven. Entonces el tiempo nos dirá si lo de Rosalía fue para tanto, que lo será. Por el momento lo que sí sabemos es que hacía tiempo que no vivíamos un terremoto musical de esta dimensión. ‘El mal querer’ nos ha dejado a unos de pie, a otros sentados y a todos fuera de sitio. Los críticos que se rompieron la camisa porque Rosalía no es La Niña de Los Peines, ahora no saben si mostrar su fervor a pecho descubierto o esconderse en la cueva de las esencias.

Si miramos apenas un par de años atrás, La Mar de Músicas nos preparó un programa doble inaudito para una tarde de julio. Ese día en El Batel de Cartagena presentaba un cartel encabezado por el cantautor chileno Manuel García y por Tita Parra con un programa bajo el título de “Homenaje a Violeta Parra en el centenario de su nacimiento”.  Como telonera, a las siete de la tarde, Rosalía junto con Raül Refree presentaban en La Mar de Músicas su disco ‘Los Ángeles’. No tiene suerte Manuel García por estas tierras. Las crónicas chilenas nos hablaban de que su “calidez musical sobresale en vivo, siendo capaz de conducir y emocionar a un estadio con sólo su voz y una guitarra o estremecer el suelo con una banda de cinco músicos de gran calidad” pero el día que no lo engulle la Orquesta Sinfónica de Murcia, la telonera le deja al público noqueado.

Todo jugaba en contra de Rosalía aquella tarde. Sol y calor de julio en el exterior. Un escenario inmensamente desnudo para una puesta en escena tan minimalista. Apenas dos sillas de enea y amplificador minúsculo. Un público prestado, que había acudido a escuchar los clásicos de Violeta Parra.

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Aquella tarde del 17 de julio de 2017 el Batel todavía no andaba lleno, porque los hubo que pensaron que podían saltarse el aperitivo. Aunque en el horizonte parecía verse venir una gran ola, todavía no éramos capaces de vislumbrar el tamaño del tsunami. ‘Los Ángeles’ ya había empezado a circular de boca en boca y, aunque algunos ya acudieron sabiendo dónde iban, los más estaban esperando ‘Volver a los 17’ aquella tarde.  

Rosalía apareció en la oscuridad del escenario con un mono blanco y se clavó en la silla de enea. Ni un hola dijo. Venía a matar, no a hacer amigos. Cantes antiguos que sonaron aquella tarde como si estuvieran recién escritos. El traje de comunión de ‘La Hija de Juan Simón’ fue tiñéndose de sangre y la muerte cantada se asomó al escenario a ver quien la invocaba. Los allí presentes, silenciosos como sepulcros vacíos, todavía andamos con el escalofrío en los huesos. Ni un murmullo, ni una tos, ni una palabra. ‘Nos quedamos solitos’ como reza la desgarradora malagueña del Mellizo.

Cuando Rosalía se marchó del escenario, sin apenas decir dos palabras, por fin pudimos respirar. Como no teníamos por allí a Jam Albarracín para que le pusiera palabras a nuestro sentimiento, tuvimos que escuchar la voz de Violeta Parra en la garganta de Tita Parra para que nos lo explicara: “Volver a ser de repente / Tan frágil como un segundo / Volver a sentir profundo / Como un niño frente a Dios / Eso es lo que siento yo / En este instante fecundo”.

Hay crónicas que sólo pueden escribirse dos años después. Porque sólo mucho tiempo después empezamos a comprender el sentido del programa que nos había preparado el genial Paco Martín para aquella tarde. Jaque Mate maestro. Como siempre.

Cuando Rosalía no era Rosalía y nos lo explicó Violeta Parra