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nuevatribuna.es | 14.02.2011

El pasado jueves tuvo lugar asamblea de la Asociación de Gestores Culturales de la Comunidad de Madrid (Agetec). Como casi todos los encuentros parecidos o similares, hubo de todo como en botica. Pero en líneas generales todo fue bastante cordial. Se trata de una profesión que existe pero que no está regulada por el Ministerio de Trabajo y quizás por ello ha sido un cajón de sastre, que han aprovechado un buen número de mandatarios políticos para introducir cargos de confianza, en el mejor de los casos y/o amigos sin más, en el peor.

Si esto tenía su explicación hace treinta años con la llegada de los primeros ayuntamientos democráticos, cuando la Ley de Régimen Local no reconocía a las corporaciones locales competencias culturales, en la actualidad la labor de los técnicos culturales de las instituciones debería estar reconocida y regulada por profesionales en esta campo, y que los técnicos de confianza fueran de libre designación, sin más.

Urge ya delimitar los ámbitos de cada uno, para diluir dudas de unos trabajadores culturales que pueden tener cierto limbo jurídico sin regulación común y que siempre generarán dudas. Noticas como la publicada en la sexta o en el mundo ayudan poco a la profesión.

Tampoco ayuda la opacidad en las contrataciones de los diferentes técnicos culturales en algunas instituciones. Sin dudar de su capacidad, las contrataciones deberían realizarse con procedimientos transparentes y requisitos democráticos. Seguramente a una buena parte de trabajadores de nuestro colectivo les gustaría tener alguna opción para dirigir o simplemente trabajar como técnico en el Circo Price, el Matadero, Media Lab, Veranos de la Villa, Teatros del Canal, Festival de Otoño… o en alguno de los diversos equipamientos pequeños y medianos existentes en cualquier municipio. Pero eso casi nunca ocurre, porque se desconoce los requisitos, convocatorias y perfiles necesarios para este tipo de trabajos.

Aunque no es mayoritario, nadie puede dudar que muchos de los grandes empleos y concesiones culturales hayan sido recompensas políticas, y evidentemente económicas. Esto además de poner en entredicho la profesión ha forjado un discurso casi único de entender la cultura como beneficio, como industria, abandonando la misma como un derecho reconocido constitucionalmente.

Este modelo industrial importado, totalmente ajeno a Madrid, ha traído consigo la cultura fashion, de escaparate, del consumo fácil, estandarizado. Mucha imagen y poco más. La Noche en Blanco es un ejemplo de ello. Una noche al año se inunda la ciudad de actividades, intentando mostrar una ciudad culturalmente activa, eso sí sin poder desplazarse en metro ya que el horario del mismo es el de cualquier otra noche, lo que evidencia el interés real de las instituciones por la ciudadanía. El resto del año represión a los locales de música en directo, a las actividades de calle, miles de impedimentos a las asociaciones culturales, prohibición de interpretar música por los artistas callejeros durante el día. A las pequeñas empresas que sacan adelante las propuestas de barrios y distritos las ahogan retrasando pagos que se pueden demorar más de un año, igual ocurre con los pequeños agentes independientes. Si cualquiera de éstas deja de programar por falta de liquidez, por los impagos municipales, se les amenaza con retirarles la adjudicación y el pago de las cantidades pendientes. Noche en blanco. Los promotores musicales deben hacerse empresa para que sus artistas puedan actuar en Los Veranos de la Villa y en otros encuentros, generando importantes pérdidas en muchas ocasiones, sin tener ningún apoyo real institucional. En la adjudicación de la organización de determinados festivales no es pública la manera de acceder a las mismas. La falta de transparencia llega también a las subvenciones donde se producen tristes paradojas que instituciones como el Ateneo o el Círculo de Bellas Artes tengan menos ayudas que algunas entidades totalmente privadas.

En paralelo surgen iniciativas muy diversas, plurales y variopintas que vuelven a manifestar la realidad cultural de una ciudad, cuya parte más dinámica y creativa está fuera de las instituciones. Quizás estemos en un buen momento para abrir un debate sobre la cultura en Madrid desde la gestión, el emprendimiento y la dinamización.

Rubén Caravaca | Blog

Cultura en Madrid