viernes. 19.04.2024
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En estos tiempos de confinamiento regresamos a comienzos del siglo XVIII para conocer las circunstancias históricas que permitieron que la intimidad triunfara entre los grupos privilegiados.

Efectivamente el final del reinado de Luis XIV supuso un cambio fundamental en el ámbito de las relaciones sociales porque apareció un nuevo espíritu que reaccionaba contra el “gran gusto”, contra la grandeza, el aparato y el boato, que habían terminado por asfixiar. Aparecen en ese momento nuevos valores vinculados a la intimidad y la comodidad, como si la nobleza y la alta burguesía buscasen un respiro ante la rigidez protocolaria cortesana que se había desarrollado en Versalles durante el interminable reinado del rey Sol.

Los burgueses deseaban acceder al lujo doméstico, ya que les acercaba a la nobleza y a su modo de vida, haciendo que se diluyesen u olvidasen sus orígenes no privilegiados

El siglo XVIII nacía con la defensa de un nuevo concepto del placer, alejado de la ostentación que la Corona y la Iglesia habían empleado para demostrar sus respectivos poderes. Esto no significaba que desaparecieran los rituales, algo consustancial a la Monarquía absoluta y a la propia Iglesia Católica y, por supuesto, a la sociedad estamental, pero se simplificaron o se quedaron en simulacros sin el aparato y la pompa anteriores. Ahora primaba el placer, el gozo en el ámbito privado del rey y de los poderosos, lo que algunos han interpretado como el triunfo final del abuso de los privilegios, del inicio de la decadencia del Antiguo Régimen, en paralelo a una evidente crítica desde los ámbitos nobiliarios al absolutismo exacerbado que se había vivido anteriormente, aunque sin connotaciones ilustradas o liberales, algo que vendría después, y que terminaría por ser demoledor.

Por su parte, la burguesía enriquecida también se incorporó a esta nueva mentalidad, aunque desde un significado algo distinto. Los burgueses deseaban acceder al lujo doméstico, ya que les acercaba a la nobleza y a su modo de vida, haciendo que se diluyesen u olvidasen sus orígenes no privilegiados.

f2En el ámbito artístico, la Academia de Bellas Artes dejó de ejercer una tutela casi asfixiante, y eso permitió una mayor libertad creadora. Frente al arte cortesano versallesco surge un arte de sociedad. La aristocracia y la burguesía rivalizarán en su papel de mecenas. El arte se vincula, pues, a un intenso mundo social en el ámbito urbano frente al mundo rural donde la pequeña nobleza quedó aislada, porque no se ha enriquecido con el auge del capitalismo comercial, cuando no se estaba empobreciendo claramente.

En el arte de comienzos del siglo XVIII prima la decoración con el triunfo del rococó. En este sentido, son significativos los profundos cambios que se producen en el propio Versalles. Frente a los grandes salones de Luis XIV se acondicionan los apartamentos que manda decorar Luis XV, y que eran asimilables a los de las casas particulares de la aristocracia o la alta burguesía. El rey quiere vivir en habitaciones más pequeñas, con mejor distribución y mucho más prácticas, sin boato ni aparato cortesano. A mediados del siglo aparece el comedor como habitación específica muy vinculada al triunfo de la gastronomía, un placer eminentemente dieciochesco. En los salones y gabinetes se incorpora la mesa de juego, otra gran pasión del siglo. Las habitaciones se adornan con delicadeza. Se abandonan los mármoles y los grandes dorados en los revestimientos para emplear más la madera con colores claros, vivos y finos motivos, y con el triunfo de la rocalla. En los techos ya no hay artesonados, las chimeneas se hacen más pequeñas y menos ostentosas. Encima de éstas se colocan espejos y bibelots, es decir, pequeños objetos y figurillas. Los muebles que pueblan estas habitaciones se hacen a medida, y en armonía con el conjunto general, es decir, con un sentido estudiado de la decoración. Pero la gran característica del mobiliario sería su confortabilidad, sin olvidar la intensa y delicada belleza de sus formas. Los ebanistas parisinos fabricaban maravillas con maderas exóticas. Es el imperio del sillón Luis XV, realizado para la comodidad, porque se diseña para adaptarse a las curvas del cuerpo, y porque en la nueva época en las fiestas y reuniones intelectuales de los salones los invitados se podían sentar y hasta reclinar para estar relajados, frente al mundo dominado por el rey Sol donde el protocolo y la etiqueta exigían estar de pie durante interminables horas en actitudes y poses muy rígidas, amén de agotadoras.

Para este ámbito era necesaria una nueva pintura. Ya no se encargaban grandes composiciones, sino lienzos que se adecuasen a los nuevos espacios pequeños y delicados. Los temas principales serían escenas de la vida doméstica y, sobre todo, retratos, donde el pastel comienza a hacer furor con sus suaves texturas. La escultura es delicada, de porcelana, abandonando el mármol. Es el triunfo de Sévres y sus porcelanas, de las figuras de Cupido. La música es intimista y refinada para las fiestas galantes. Es el placer por el placer, justo cuando se atisba ya no muy lejos el fin de todo este mundo refinado y sofisticado, barrido por la Revolución, y la guillotina.

Cuando Europa descubrió la intimidad en el XVIII