jueves. 25.04.2024

Antes de la televisión reinaban las vetustas radios que llenaban de música y palabras  nuestros hogares. Recuerdo de niño, en casa de mis abuelos, en Albalat de la Ribera, cuando mi abuelo Agustín y yo nos sentábamos a escuchar "La Pirenaica" y él me hablaba de cosas que mi padre aún me silenciaba, no se  si por mi edad, por prudencia o tal vez por miedo.

Tengo presente en mi memoria aquellas enormes radios de válvulas que ocupaban un lugar preferencial en los hogares. La de mi casa estaba en el comedor y muchas noches, mi padre o mi madre accedían a llevarla a mi habitación para que antes de dormir escuchara dos programas que me encantaban. Uno lo emitían las noches de los miércoles, “El teatro del aire” en Radio Valencia de la cadena SER con la compañía de actores de José Ortolano y Encarna Cubells. El otro era “Ustedes son formidables”, que desde Radio Madrid se retransmitía en cadena para toda España presentado por Alberto Oliveras. Tendría entonces unos diez años, o tal vez menos..

Las radios de mi infancia eran aparatos con tres ondas: Corta, Larga, Media. La Frecuencia Modulada no llegaría hasta mediados de los años 60, y mi primera experiencia con esta banda fue a través de Radio Mediterráneo (pertenecía a la cadena SER) en la 96.1, una emisora que comenzó a emitir programas en pruebas que reproducía con sonido estereofónico los éxitos musicales del momento.

Descubrí en los 60 una emisora que aun hoy sigo con fidelidad inquebrantable al paso del tiempo. Me refiero a  "Radio Clásica de RNE" (entonces se llamaba “El Segundo Programa de Radio Nacional de España" y más tarde "Radio 2"). En mi época universitaria fue mi emisora de cabecera, un lugar donde descubrí, además de excelentes programas de música clásica, también otras músicas como las que  se emitían en los dos programas de Ángel Álvarez que fielmente seguía cada mañana (Imagen de un famoso) y cada tarde (Los clásicos de la música ligera) de lunes a viernes. La palabra podcast era inexistente y por indisponibilidad horaria no tenía mas remedio que grabarlos en una casete (o encargar que me los grabaran) para luego escucharlos tranquilamente, incluso mientras estudiaba.

A menudo, durante muchos años, la radio, con sus diferentes ondas, era mi única conexión con el exterior (y la de muchos) para conocer lo que pasaba en el interior de un país del que me hubiera gustado sentirme orgulloso en aquella etapa de mi juventud.  La radio conseguía romper el silencio informativo —más bien desinformativo y propagandista— que durante demasiadas décadas sufrió una España que muchos nos hicieron creer que era grande y libre, cuando la grandeza la empequeñecía la represión y la libertad no era más que una quimera maquillada por la vacua palabrería y las rancias consignas de una dictadura.

Hoy, 13 de febrero, doy gracias radio y a todos los que la hacen posible por formar parte de mi vida.

 

Médico y escritor.

Una crónica de mi infancia en el día mundial de la radio